Machismo confuciano pese a la revolución
El Gobierno chino reprime el movimiento feminista en contra de las ideas revolucionarias igualitarias maoístas
La Federación de Mujeres de China calcula que 90 millones de mujeres, el 30 % de las casadas, han sufrido violencia machista
El 8 de marzo, día de regalos y compras: “la empresa nos obsequió con un taller para hacer nuestro propio pintalabios”
En China, es habitual ver mujeres trabajando en las obras de construcción en la calle. Cargan ladrillos, abren aceras y mezclan cemento como sus compañeros hombres. Mao ya lo dijo en 1968: “Las mujeres sujetan la mitad del cielo”.
Sin embargo, ellas se encargan también de la casa y sus salarios en la obra son más bajos. Las teorías fundacionales de la República Popular proclamaban la igualdad de sexos, pero la realidad es diferente.
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Machismo confuciano pese a la revolución
“La sociedad china es muy machista”, cuenta Yi, periodista treintañera china residente en Pekín. “Es por la influencia de Confucio”, afirma. El pensamiento del filósofo chino con respecto a la familia, la política y la sociedad ha tenido una enorme influencia en el sistema de valores de China y de otros países de Asia. El confucianismo coloca a la mujer en una posición de inferioridad con respecto al hombre y predica que esta debe obediencia a su padre y luego a su marido e hijos.
Los comunistas, de la mano de la Federación de Mujeres de China, otorgaron a las mujeres igualdad de derechos tras su llegada al poder en 1949 y prohibieron prácticas tradicionales como los matrimonios forzosos o el vendaje de los pies. En su Libro Rojo, Mao Zedong afirmaba que las “cuatro autoridades -política, familiar, religiosa y masculinida- eran la base del sistema y la ideología del patriarcado feudal a derribar”.
La incorporación de la mujer al mundo laboral fue una de las claves del cambio. La narrativa oficial dibujaba la liberación de las mujeres y su paso de esposas maltratadas a trabajadoras socialistas independientes. Sin embargo, esas transformaciones se limitaron al trabajo e hicieron poco por la situación de las mujeres en el hogar, del que se siguieron encargando.
Aquellos ideales que fueron avanzados en los años cincuenta han quedado desfasados para lo que es habitual hoy en día en sociedades occidentales.
Además, la liberalización económica puesta en marcha en los años ochenta deshizo buena parte de la economía planificada de la era maoísta, en la que las cifras de empleo femenino eran unas de las más altas del mundo, y enfrentó a las mujeres a un (casi) libre mercado laboral de un país socialmente conservador, lo que ha hecho que la desigualdad vuelva a aumentar.
Yi se queja de que el papel del hombre y de la mujer siguen estando diferenciados en la sociedad china, donde las enseñanzas de Confucio continúan muy presentes. “Las normas de evaluación son distintas. De ellos, solo importa que tengan dinero, mientras que de nosotras se espera que trabajemos y cuidemos de la familia”, afirma.
Una combinación, la de trabajo y familia, que tampoco es fácil. Una de las formas de cribar candidatas en las entrevistas de trabajo de la empresa de Yi es preguntarles si están casadas y piensan tener hijos pronto.
Violencia poco visible
Yi afirma que nunca ha sido víctima de acoso sexual callejero en China. Tampoco ha oído que le haya ocurrido a ninguna amiga. “Aquí eso solo lo hacen los que están locos”, asegura.
Sin embargo, sí lo sufrió el año que estudió en España. “Creo que en Europa se respetan mucho más los derechos de las mujeres, pero hay mucho más acoso callejero”, opina. “No quiere decir que los chinos sean menos machistas, simplemente son más tímidos. El machismo se adapta a las formas de ser de las distintas culturas”, afirma.
De hecho, lo que no ocurre en la calle sí pasa en el trabajo. Según Human Rights Watch, el 40 % de las mujeres chinas afirma haber sufrido acoso sexual en su entorno laboral.
Dentro de la pareja, las cifras de violencia contra las mujeres son también estratosféricas. La Federación de Mujeres de China calcula que 90 millones de mujeres chinas, el 30 % de las casadas, han sufrido agresiones. Y muchos de estos casos son silenciados en una sociedad que todavía piensa que se trata de un tema privado.
La ley contra la violencia machista se puso en marcha en 2016, pero muchos se quejan de que su aplicación no ha sido efectiva. Los casos de jueces que rechazan las peticiones de divorcio por violencia machista son comunes y el número de órdenes de alejamiento impuestas cada año es mínimo -1589 en 2018- porque el castigo por saltárselas es tan bajo que muchas mujeres ni las piden.
Gao Jing es activista feminista y en los últimos días ha emprendido, junto a varias compañeras, una campaña contra la violencia machista tras vivir de cerca el caso de una amiga. “Pegamos carteles en las puertas de las casas para informar a los vecinos del contenido de la ley y les pedimos que contacten con las autoridades si sufren violencia o si la presencian”, cuenta.
“La participación de los ciudadanos es clave para detener la violencia. Queremos construir una red civil de apoyo para las víctimas porque el sistema no es sólido”, asegura Gao, que también ha puesto en marcha una línea de asistencia legal para mujeres discriminadas en el trabajo.
Gao Jing vive, además, en Wuhan, donde la cuarentena por el coronavirus ha agravado la situación de violencia. Según algunos medios locales, las agresiones se han triplicado desde que comenzó la epidemia.
Un movimiento residual en un sistema represivo
Para el Gobierno chino, la máxima prioridad es la estabilidad social y, por tanto, del sistema político. Por ello, cualquier tipo de reivindicación que se lleve a cabo fuera de los canales oficiales se considera una amenaza a sofocar, sin importar el tema.
Gao recuerda que todo lo conseguido hasta ahora ha sido gracias a la presión de grupos de mujeres. Sin embargo, estos grupos están cada vez más perseguidos, especialmente desde la llegada al poder del actual dirigente, Xi Jinping.
Lo sabe bien Lu Pin, activista y fundadora de Feminist Voices, una de las publicaciones feministas en internet más influyentes de China que fue capada por el Gobierno hace dos años. Pero esa no ha sido la única censura, las autoridades han eliminado cualquier comentario sobre feminismo en redes sociales como Weibo, el Twitter chino, tras varios movimientos de protesta relacionados con el Me Too o de denuncias de acoso sexual en los últimos años.
En 2015, China mantuvo encarceladas a cinco jóvenes activistas durante más de un mes por repartir panfletos contra la violencia machista.
8 de marzo, “Día de las Reinas”
El Día Internacional de la Mujer, celebrado por los comunistas chinos desde 1922, fue reconocido oficialmente en 1949. A día de hoy, es una fecha señalada y se celebra, pero sus orígenes de reivindicación feminista han quedado olvidados. El 8 de marzo, las mujeres chinas reciben flores y regalos de sus parejas y tienen medio día libre en el trabajo para ir a hacer compras en el que ahora se conoce como “Día de las Reinas”, una jornada comercial convertida en una suerte de nuevo San Valentín.
Elena, española residente en Pekín, se quedó muy sorprendida cuando acudió al primer evento de empresa por el 8 de marzo en una de las mayores compañías chinas. “Un año fuimos al cine, otro aprendimos a hacer centros de flores y el tercero nos obsequiaron con un taller para aprender a hacer nuestro propio pintalabios y una sesión de manicura”, cuenta.
“Toda la decoración era rosa, con globos y corazones, nos pusieron coronas y comimos una tarta con forma de zapato de tacón. El mensaje era que todas somos delicadas princesas”, comenta.
Pero Elena recuerda que ella no fue la única sorprendida: “El organizador chino del evento me preguntó cómo se celebraba este día en mi país y, cuando le dije que había manifestaciones para reclamar igualdad y nuestros derechos, me miró como si estuviera loca”.