El sorprendente destino de los monasterios medievales españoles desmontados piedra a piedra para llegar a EEUU
Varios monasterios fueron vendidos a multimillonarios estadounidenses encaprichados del patrimonio español
La reconstrucción del monasterio de Sacramenia fue considerado “el rompecabezas más grande de la historia”
La capilla del monasterio cisterciense de Santa María de Óvila en Trillo (Guadalajara) actualmente está siendo reconstruida en EEUU por monjes californianos
Más de 7.000 kilómetros de distancia y varios siglos de historia separan el monasterio de Sacramenia de su lugar de origen en Segovia. Construido originalmente en España en el siglo XII, esta joya medieval de casi 800 años es más antigua que la propia ciudad en la que se encuentra ubicada, a las afueras de Miami, en el sur de la Florida.
¿Cómo es posible que los miamenses y visitantes de la zona tengan a mano esta reliquia propia de la transición del románico al gótico y muy anterior al descubrimiento de América de 1492?
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En 1925 un excéntrico americano magnate de la prensa, William Randof Hearst (inspiración de Orson Wells para su personaje en Ciudadano Kane), se encaprichó del viejo monasterio cisterciense de Santa María la Real de Sacramenia (Segovia), para decorar los jardines de su castillo de San Simeón en California, por lo que adquirió el claustro, el refectorio y la sala capitular.
Comprar patrimonio artístico y trasladarlo al extranjero no era precisamente una práctica legal, pero con la complicidad de algunos políticos y la mediación en este caso de un personaje llamado Arthur Byne, -quien bajo su fachada de experto en arte escondía a un gran especulador y farsante-, Heasrst consiguió su propósito previo pago de 40.000 dólares (equivalentes en la actualidad a unos 35.300 euros).
Piedra a piedra hasta contar 35.784
La compleja y paciente tarea de trasladar el edificio a Estados Unidos se llevó a cabo desmontando cada pared y estructura, piedra a piedra, para ser finalmente empaquetadas en 11.000 cajas de madera. Así, las 35.784 piedras del conjunto monumental fueron forradas con heno para protegerlas en el largo viaje que les esperaba, cruzando el océano en cajas numeradas. Pero después de tan tedioso trabajo, una vez allí, debido a la epidemia de la fiebre aftosa que estaba azotando España, el Departamento de Agricultura estadounidense decidió quemar la hierba segada para evitar la posible propagación del virus, desordenando las piedras que tan cuidadosamente habían sido organizadas.
Para abrir las cajas -que contenían siete toneladas de clavos-, y sacar las piedras para limpiarlas de paja, fueron necesarios 23 hombres y algo más de tres meses.
Para entonces ya habían pasado algunos años desde la compra. Las finanzas de Hearst estaban resentidas por la caída de la bolsa de valores de 1929 y la Gran Depresión por lo que el extravagante antojo de levantar el monasterio de nuevo, pasó a un segundo plano. El monumento desmantelado quedó prácticamente olvidado en uno de los almacenes del multimillonario en Brooklyn, Nueva York permaneciendo allí durante casi 30 años más.
“El rompecabezas más grande de la historia"
En la década de 1940, dos empresarios de Miami, Raymond Moss y William Edgemon, se acercaron a Hearst para comprar los restos de Sacramenia pero él rechazó su oferta. Sin embargo, cuando el magnate periodista y publicista murió, lograron cerrar la operación y adquirir las piedras para construir una atracción turística en Florida.
En esta ocasión, la enmarañada reconstrucción se extendió a 19 meses y ascendió a 1,5 millones de dólares de aquella época, equivalentes hoy a unos 20 millones de dólares. La odisea fue calificada por el Times en 1953 como “el rompecabezas más grande de la historia”.
El claustro segoviano fue rebautizado bajo el nombre de Monastery of St. Bernard of Clairvaux (monasterio de San Bernardo de Claraval), como la abadía homónima en la localidad francesa de Ville-sous-la-Ferté, en el departamento del Aube; pero inicialmente, Moss y Edgemon llamaron a su atracción turística el "Antiguo Monasterio Español" (nombre por el que popularmente se sigue conociendo), para dar la bienvenida a los visitantes que van a "retroceder en el tiempo 800 años". Sin embargo, el lugar turístico por el que tanto habían luchado no atrajo al público lo suficiente; ambos emprendedores cayeron en bancarrota y finalmente se vieron obligados a vender.
Su último propietario, un banquero multimillonario, entregó el preciado monasterio al obispo de Florida. En la actualidad propiedad de la Diócesis Episcopal del Sureste del estado sureño estadounidense. El párroco Gregory Mansfield, conservador del Museo y Jardines del Antiguo Monasterio Español, reconoce en el viejo monasterio fundado en España por Alfonso VII de León en 1141, su incalculable valor: “Somos muy afortunados aquí en Miami por tener este tesoro arquitectónico que nos conecta con la historia y la cultura de España”, dice Mansfield. “Los monjes cistercienses caminaron por estos pasillos durante más de 700 años. Siempre decimos, 'si estas paredes pudieran hablar, ¿qué historias podrían contarnos?'”.
El monasterio de Santa María de Óvila (Guadalajara), otro capricho de Hearst
El monasterio de Sacramenia no fue la única construcción que Hearts compró y trasladó a Estados Unidos. Byne proporcionó al millonario empresario grandes legados artísticos como partes enteras del castillo zamorano de Benavente (1930) o el monasterio cisterciense de Santa María de Óvila en Trillo (Guadalajara). Este último, en 1928 fue vendido por el Estado al propietario de la finca colindante, Fernando Beloso por 3.130 pesetas (19 euros), quien poco tiempo después se lo traspasó a Byne. Sorprende la rapidez de los trámites legales lo que indica que alguien influyente intervino para que el plan tramado por Byne y Beloso prosperara con éxito.
Byne, como representante de Hearst en España, fue el cerebro de la operación. De hecho, aprovechó que Beloso era director del Banco Español de Crédito para facilitar las transacciones necesarias y lograr su objetivo. En su habilidad de posibilitar la venta se entiende que Byne, para sacar mayor tajada, exageraría las dificultades y contratiempos de todo el proyecto. No está claro el precio, pero se sabe que Hearst compró el Monasterio a Byne por 85.000 dólares (unos 75.000 euros en la actualidad).
El despiece también se hizo todo a mano, piedra a piedra, para ser trasladado en 12 barcos a Estados Unidos. Su intención era llevarlo a otra de sus mansiones pero acabó abandonado en un muelle de San Francisco.
Una vez en Estados Unidos, paradójicamente el Gobierno de la República declaró las ruinas de Óvila Monumento Nacional aunque ya poco quedaba de la edificación original.
Las piedras vendidas de Óvila corrieron peor suerte que las de Sacramenia al cruzar el océano. Los problemas económicos en los que se encontraba inmerso Hearts, le obligaron a abandonar su idea de edificar una mansión repleta de patrimonio artístico europeo.
Unos años después, en 1941, el magnate vendió los restos del monasterio alcarreño a la ciudad de San Francisco por 25.000 dólares (22.000 euros en la actualidad), y las piedras acabaron dispersas en un museo y un parque donde fueron objeto de nuevos expolios y actos de vandalismo, excepto su portada manierista que en 1965 fue instalada en el De Young Museum de San Francisco. Lo que quedaba de la capilla fue adquirido por los monjes cistercienses de New Clairvaux (California) en 1994. Desde entonces y durante más de diez años han recogido donativos para su reconstrucción, que comenzaron en el 2000.
La Fundación Hearst llegó a donar 100.000 dólares para este proyecto.
En la localidad castellano-manchega de Trillo, actualmente se conserva el esqueleto del edificio. El monasterio perdido del siglo XIII era una obra románica y pregótica de gran valor artístico, única en el mundo.
La destrucción del legado histórico se ha extendido en España mucho más de lo que se piensa y la historia tanto del monasterio de Sacramenia como el de Trillo son sólo algunos ejemplos de la decadencia y los expolios sufridos por el patrimonio artístico español a lo largo de los últimos siglos. La venta de estos monumentos se producen con la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, en la que se expropiaron bienes y tierras de la Iglesia.
Hearts y Bynes, tal para cual
W.R. Hearts emerge en la historia norteamericana como uno de los personajes más poderosos de la escena política y empresarial del país, llegando a poseer un total de 28 publicaciones de circulación nacional. Transformó los periódicos de finales del siglo XIX convirtiéndolos en un entretenimiento de masas como promotor de la prensa amarilla. Pero Hearts también era sobradamente conocido por usar los medios como auténticos instrumentos políticos; con sangre fría se valió sin escrúpulos de generar escándalos y ejercer la manipulación mediática para que sus intereses comerciales y políticos se viesen beneficiados.
No vivió lo suficiente para ver la reconstrucción de ninguno de los monasterios españoles aunque parece que el proceso de tomar posesión de estos edificios fue suficiente. Podría haber recreado un monasterio español en su propiedad sin tener que tomarse la molestia de transportar por el mundo dos abadías españolas medievales pieza por pieza. El poder de alcanzar estos objetos parece haber sido una gran parte del coleccionismo obsesivo de Hearst, en lugar del disfrute estético.
Su socio en el desmantelamiento del patrimonio español, Byne, era licenciado en arte y se presentaba como arquitecto, aunque nunca construyó nada. Durante las dos décadas que vivió en España, entre 1915 y 1935, desmembró decenas de iglesias, palacios y conventos que compró ilegalmente y trasladó a Estados Unidos para multimillonarios como Hearts, encaprichados de los tesoros patrimoniales.
Las reveladoras cartas de Byne a Hearts
La evidencia de los sobornos y excesos con los que Hearts y Byne lograron sus propósitos más inauditos quedaron plasmados en la correspondencia que mantuvieron entre ambos y también con la arquitecta Julia Morgan, amiga y asesora de Hearts. El proyecto del traslado del monasterio de Sacramenia fue amenazado en varias ocasiones por el ministro español de Bellas Artes. La venta era ilegal y la prensa estaba al tanto de la trama, pero a pesar de estas circunstancias, el proyecto salió adelante.
En una carta fechada el 25 de marzo de 1926 y referida al monasterio de Sacramenia, dice: "Afortunadamente, el dueño del monasterio es una de las figuras preeminentes dentro de la actual dictadura militar. Forma parte del acuerdo que él allanará todo tipo de críticas de la Prensa (y como aún resta un pago final de 10.000 dólares, usted puede estar segura de que lo hará). Pero no es un trabajo fácil; todo el mundo a lo largo del proceso, desde el oficial de campo más elemental en la demarcación del monumento hasta los factores de estación, la policía de carreteras, los agentes de cargo, los inspectores portuarios, etcétera, todos deben ser callados con dinero. Este dinero proviene de mi bolsillo, pero es distribuido por hombres a mi servicio; (...) es la única manera de que un asunto de esta envergadura pueda realizarse".
En otra carta referente también a Sacramenia escrita el 10 de octubre del mismo año, se puede leer: "Los problemas han sido interminables; varias veces durante el verano el proyecto fue denunciado al Ministerio de Bellas Artes, pero con mi influencia conseguí acallar a la Prensa y el trabajo pudo seguir adelante. (…) Ejercí toda mí influencia personal directamente con el ministro de Bellas Artes y obtuve permiso para mover todas las piedras ya embaladas".
A pesar de sus atropellos, Byne y su mujer fueron condecorados por el rey Alfonso XIII y recibió la Cruz al Mérito Civil “por su labor de difusión de la cultura española”.
Sacramenia, un entorno único en Estados Unidos
El monasterio de Sacramenia, ubicado en un tranquilo rincón de North Miami Beach, a unos 25 kilómetros de la agitada ciudad de Miami, es hoy día una de las atracciones más pintorescas en un condado marcado por el hedonista turismo de playa y lujo. Conserva su función religiosa, además de haberse convertido en un marco único para la celebración de eventos, bodas, cumpleaños y recepciones sociales, además de figurar como un lugar perfecto para la realización de fotografías, grabaciones de video clips e incluso escenas de películas de Hollywood como la actuación de la música y el baile que protagonizó Catherine Zeta Jones en “La era del rock”.