El ministro de Sanidad italiano, blanco de la derecha y pararrayos de Draghi

  • Roberto Speranza es el nuevo enemigo de la derecha comandada por Matteo Salvini y Giorgia Meloni

  • Sus decisiones avalan la política de cierres que ha mantenido hasta ahora el Gobierno

Las críticas habían arreciado durante toda la semana. El ministro de Sanidad, Roberto Speranza, lleva tiempo presente en los discursos de los líderes derechistas. Su rostro es portada a diario en los periódicos más conservadores. Lo acusan de impedir la reapertura de la actividad económica en Italia. Pero, tras meses de cierres generalizados, el país se dispone a iniciar la desescalada a partir del 26 de abril. El encargado de dar el anuncio fue el primer ministro, Mario Draghi, que compareció este viernes en rueda de prensa. Y junto a él, se sentaba Speranza, el hombre que ha velado por que el plan se sustentara en datos médicos.

Las terrazas de bares y restaurantes volverán a abrir a finales de abril, mientras que semanas más tarde será el turno de piscinas y gimnasios. Queda la duda de los cines, teatros y espectáculos en lugares cerrados. Aunque, explicados los detalles, una de las primeras preguntas a Draghi se refería a la confianza en su ministro. “Las críticas deberían haber terminado en el mismo momento que empezaron, no tenían sentido. Ya he explicado que lo aprecio y que fui yo quien lo quiso en el Gobierno”, respondió el ex presidente del BCE. Speranza fue uno de los pocos nombres que continuaron en su cargo, con respecto al anterior gabinete de Giuseppe Conte.

El responsable de Sanidad fue nombrado para el puesto en septiembre de 2019, cuando la idea de una pandemia sólo formaba parte de las series distópicas. Speranza formaba parte del minoritario partido izquierdista Libres e Iguales, al que le otorgaron una cartera de poco peso. El Movimiento 5 Estrellas y el socialdemócrata Partido Democrático (PD), que acababan de formar una alianza de Gobierno, se repartieron la porción más apetecible del pastel. Sin embargo, cuatro meses más tarde llegó la crisis de la covid-19, que lo puso en el centro de los focos.

Como ocurría en España con Salvador Illa, Speranza no tiene formación sanitaria. Estudio Ciencias Políticas y en su currículum sólo hay cargos en distintas formaciones izquierdistas. Perteneció al PD, pero en las luchas intestinas protagonizadas por Matteo Renzi, decidió embarcarse junto a un sector progresista en Libres e Iguales, un grupo a la izquierda de los socialdemócratas. Tiene fama de buen talante, aunque se mantiene firme en sus decisiones. Con 42 años, el trampolín de la covid lo convierte en alternativa para el votante progresista.

Según las encuestas, es el ministro más conocido del gabinete. Un 95% de los italianos sabe quién es Roberto Speranza, aunque sus decisiones dividen al electorado. Durante el Ejecutivo de Giuseppe Conte no asumió un rol tan protagonista, ensombrecido por el propio primer ministro, pero en este Gobierno de mayoría tecnócrata, el titular de Sanidad está en la primera línea. En realidad, no es una decisión propia, ni siquiera de Draghi, sino que la derecha lo ha utilizado como blanco perfecto para sus ataques.

Disputas en la derecha

El secretario de la Liga, Matteo Salvini, que en la práctica se dedica a hacer oposición externa mientras su partido está en el Gobierno, no oculta la confrontación. Se trata de la vieja estrategia del líder populista, que siempre ha utilizado un enemigo para presentarse como el portavoz de una parte de los italianos. En este caso, de los autónomos y pequeños empresarios, que reclaman volver a la actividad. El clima en los últimos días ha vuelto calentarse, con pequeñas manifestaciones diarias de distintos colectivos.

El problema para Salvini es que hace tiempo dejó de tener la hegemonía de la protesta. Ahora ese espacio lo ocupa Giorgia Meloni, cuyo partido, Hermanos de Italia, se dedica a tiempo completo a la oposición. Esta semana los ultraderechistas de Hermanos de Italia presentaron en el Parlamento una moción de desconfianza contra Speranza. Con la gran mayoría de los partidos del hemiciclo apoyando al Gobierno de concentración, la iniciativa no tiene ninguna posibilidad de prosperar, pero ha obligado a Salvini a retratarse.

Los responsables de la Liga respondieron titubeantes. “Leeremos la moción, pero no queremos la cabeza de Speranza, sino que cambie sus políticas”, afirmó Riccardo Molinari, líder del grupo en la Cámara de Diputados. Con Meloni pisándole los talones, Salvini queda en evidencia. Sus arrebatos contra el ministro al final quedan en nada, porque le debe fidelidad al pacto de Gobierno.

La protección de Draghi

Draghi ya le ha llamado al orden a Salvini varias veces en los últimos días. En público, apelando a la “unidad”. Y en privado, advirtiéndole de que frene sus impulsos. Los ataques a Speranza servían como un modo de reafirmar la línea política de la Liga, sin abandonar una imagen de responsabilidad como parte del Ejecutivo. El titular de Sanidad era la pieza más débil, lo que también lo ha convertido en un pararrayos para Draghi, a quien la campaña de vacunación y los datos epidemiológicos no le terminan de sonreír.

La continuidad del ministro nunca ha estado en entredicho, entre otras cosas porque sería un signo de debilidad, cuando todavía Italia está inmersa en la tercera ola y el Gobierno apenas ha cumplido dos meses. El tiempo, eso sí, jugaba en su contra, ya que en la derecha sabían que la reapertura llegaría antes o después e intentarían apuntarse el tanto. “A partir del 26 de abril se vuelve a vivir”, festejó Salvini. Por eso, Speranza tenía que estar en el anuncio de la desescalada. El ministro afirmó que se “seguiría un camino gradual” y que todos los riesgos habían sido ponderados.