El mercado chino de mascarillas: de la locura del precio a los productos 'fake'
China produce 160 millones de mascarillas diarias e intenta poner coto a las exportaciones defectuosas
“Es todo especulación”, lamenta Sheng, un fabricante a cuyo sector han llegado miles de empresas reconvertidas al calor de la epidemia
“Un intermediario me dijo: ‘Esperaré a que haya más muertos y aceptaréis pagarme más’”, cuenta una española que gestiona pedidos
La demanda disparada de material de protección contra el coronavirus en muchos países del mundo ha creado una fiebre de la mascarilla en China en la que los que quieren ayudar a hacer llegar el material a los que lo necesitan se mezclan con aquellos que intentan sacar la mayor tajada en el menor tiempo posible.
Laura (nombre ficticio) es española y vive en China. Aunque no trabaja como exportadora, intenta hacer llegar EPIs, mascarillas y respiradores a aquellos que se lo piden. “Pensaba mandar mascarillas a mi familia y a algunos amigos, pero me empezaron a contactar empresas y comunidades autónomas para que les ayudara a gestionar envíos”, cuenta.
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Su amigo Chen le está buscando proveedores, aunque admite que es “muy difícil” distinguir a aquellos fiables de los que no lo son, entre otras cosas porque el negocio de los certificados falsos está en auge.
“Hay muchos tiburones que quieren aprovechar las circunstancias”, afirma Laura. “Los fabricantes cogen el dinero por adelantado y te dicen que esperes. A los tres días, te dicen que esperes otra vez. Muchas veces nos encontramos con que estamos hablando con un intermediario que habla con otro intermediario que habla con otro intermediario. De hecho, tener que esperar es el menor de los males”, asegura.
La competencia es tan despiadada que los compromisos alcanzados importan poco. “Te van cambiando los términos. Es un estado de mercado de guerra en el que todo vale”, apunta Laura. Y recuerda que países como EEUU están pagando más a pie de pista en los aeropuertos cuando la mercancía va a salir hacia otros países para saltarse esos acuerdos y llevarse ellos la mercancía.
“Aquí, encima, hay que pagar todo al contado, ni créditos ni nada”, cuenta J., un exportador que lleva tiempo en China. “Aunque hayas pasado el pedido, y por muy buena relación que tengas con el jefe de ventas de la fábrica, hay gente que después les ofrece más dinero del que tú has pagado hace unos días y se lo lleva”, lamenta.
Y muchas veces se recurre a la coacción sin tapujos. “Hay intermediarios que se están dedicando a ir a las puertas de las fábricas, con un palo en una mano y los billetes en la otra. De repente te encuentras diez tíos en la puerta ofreciendo más dinero que los que habían hecho el pedido. Está habiendo mucho chanchullo”, cuenta J..
Miles de empresas reconvertidas
J. tiene una empresa de exportaciones en Yiwu, epicentro de la producción de productos baratos en China, y pinta un panorama desolador para miles de pequeñas fábricas familiares de la zona que dependen de la exportación, ahora paralizada.
“La crisis de la pandemia está reventando un montón de fábricas pequeñas y medianas que han tenido que cerrar. Por eso, miles de ellas han pivotado y montado líneas de producción de mascarillas”, comenta. Los datos de la industria hablan de más de 15.000 fábricas reconvertidas. “También todos los exportadores que llevábamos productos baratos hemos cambiado a mascarillas, respiradores, gafas, batas, monos…”, afirma J..
A China, el brote de coronavirus le pilló con el pie cambiado y de vacaciones por el Año Nuevo Chino. Por entonces fabricaba alrededor de 20 millones de mascarillas diarias, la mitad del total mundial, pero ha multiplicado su producción de material de este tipo y ha pasado a fabricar 160 millones al día que, con la caída de casos de COVID-19 en su territorio, ha pasado a exportar.
Grandes empresas chinas, como las automovilísticas BYD o SAIC, la petrolera Sinopec o el proveedor de iPhone Foxconn, fabrican ahora material de protección.
“Muchas fábricas están trabajando 24 horas”, cuenta J.. “Tengo varios amigos que han cerrado talleres y estamos pensando usar sus naves para montar líneas de producción automatizadas. Le he echado el ojo a una máquina que cuesta 140.000 dólares y te saca entre 80 y 120 mascarillas por minuto”, afirma.
Sin embargo, J. no se atreve a dar el paso e invertir porque, al igual que otros muchos, sabe que en unos meses se acabará el negocio.
Sheng tiene una fábrica de mascarillas junto a su hermano, pero quiere ser cauteloso. “La demanda sigue creciendo y seguirá creciendo si se sigue agravando la pandemia. Pero hasta este momento no hemos incrementado la producción porque no podemos controlar los riesgos”, afirma. “Este no es un buen momento para el negocio, es todo especulación”, lamenta.
“Es obvio que esta situación va a llevar a una sobrecapacidad”, afirma Gao Shen, analista del sector, en el diario South China Morning Post. “La demanda caerá cuando se controle el virus y, por tanto, el margen de beneficio es muy pequeño”, sentencia.
Precios que se multiplican a cada momento
“Hay gente que solo va a aprovecharse, que solo ve billetes”, opina Laura. “A veces acordamos precios hoy y mañana no valen. Suben por la mañana y otra vez por la tarde un 60 %”.
Esta es la queja de muchos de los que intentan comprar este tipo de productos ahora en China. “Hace unos días, un fabricante con el que contactamos nos pidió un precio demasiado alto por un material. Cuando le dijimos que no lo aceptábamos, en lugar de negociar, nos dijo que esperaría a la semana siguiente, cuando hubiera más muertos, y entonces aceptaríamos pagar más”, cuenta Laura, consternada.
Sin embargo, muchos creen que este tipo de situaciones son causadas por pequeños empresarios que han entrado en el negocio al calor de la epidemia.
Los productores que llevan tiempo en el negocio, sin embargo, se defienden. “El precio ha subido, pero es normal porque la mano de obra y los materiales son caros”, opina un responsable chino de una conocida empresa que ahora exporta al extranjero. “Los costes aumentan y el precio también. Hemos tenido que contratar personal y aumentar los medios para incrementar la capacidad de producción”, asegura.
Otro fabricante del sector, que tampoco quiere descubrir su nombre, opina lo mismo. “Esto es por el aumento vertiginoso de los precios de las materias primas, causado por un pico en la demanda”, asegura, y saca su vena nacionalista: “Para EEUU y Europa, la gente no es importante. Ellos importan mascarillas muy finas que no se pueden usar en la primera línea del hospital. Piensan que las mascarillas gruesas son muy caras e intentan negociar los precios”.
J. opina que hay precios que no se pueden rebajar. “Si quieres comprar un Mercedes a precio de Seat, te van a dar una birria”, espeta, y asegura que eso es lo que les ha pasado a muchos gobiernos europeos al adquirir productos que no funcionaban.
China castigará a los fabricantes de productos de baja calidad
España y Reino Unido han tenido problemas con test que compraron en China y no funcionaban como debían. Países Bajos ha tenido que devolver una partida de 600.000 mascarillas. Turquía, Bélgica y República Checa han encontrado problemas similares.
China ha intentado poner orden en todo este maremágnum por la mala imagen internacional y afinar los requisitos necesarios para la exportación.
El Gobierno ha publicado una lista en la que recomienda unos cientos de empresas fiables y solo deja exportar a aquellas que tengan permiso para vender dentro de China, aunque a la mayoría de exportadores no les hacía falta hasta ahora puesto que solo vendían en terceros países. Esto ha reducido la oferta.
“Han intentado aplicar un lavado de cara. Hay miles de pequeñas empresas presentando solicitudes para poder exportar, está todo el mundo desesperado”, afirma J., que no pronostica que la medida vaya a funcionar. “Va a beneficiar enormemente a las 200 más grandes, que son las que tienen todas las bendiciones de Pekín”, afirma.
“Si uno de esos fabricantes tiene una capacidad de un millón de unidades, pero tienen pedidos de 10 millones, se va a ir a las fábricas que no tienen licencia y les va a pedir que le den 9 millones de mascarillas, aunque no se correspondan con la calidad requerida. Esto es lo que se hace en China de toda la vida”, afirma.
Pero Laura recuerda que, además de los que intentan aprovechar el momento, hay personas esforzándose por ayudar. “Hay muchos chinos que se están movilizando para donar, que comparten sus contactos o que ofrecen consultoría para saber quién es de fiar. También hay muchas cosas positivas.