Hace tiempo que Marruecos y Argelia juegan con fuego en sus relaciones. Los dos países son hermanos en casi todo –lengua, religión, folclore, composición étnica, etcétera- y, a pesar de todo, también son incapaces de superar sus querellas y avanzar sobre bases sólidas y realistas en la normalización de sus relaciones. Uno acusa siempre a la otra parte de tener la culpa de todo y viceversa. A pesar de los sempiternos llamados a enterrar el hacha de guerra y orillar diferencias –por las dos partes- en pro de un Magreb árabe unido, lo cierto es que no hay manera. Y este verano los dos vecinos juegan literalmente con fuego y con las cenizas de los incendios forestales que han asolado este extremo noroccidental de África, al igual que otras partes del Mediterráneo. En Argelia los fuegos han adquirido la dimensión de tragedia, pues se han saldado con al menos 90 muertos.
Pero como todo en las relaciones entre los dos principales países del Magreb, Argelia y Marruecos, Marruecos y Argelia, tanto monta, está viciado, también los incendios iban a servir de munición para la querella. Esta semana, la presidencia argelina acusaba a sus vecinos de estar detrás de los incendios forestales que han arrasado miles de hectáreas de bosque en el norte del país. Sobre todo en una zona: la Cabilia. La región bereberófona, la más contestataria contra las autoridades militares del país.
Un comunicado de la Presidencia de la República de este miércoles anunciaba “la detención de todos los miembros de los dos movimientos terroristas que amenazan la seguridad pública y la unidad nacional, principalmente el Movimiento por la Autonomía de la Cabilia (MAK, por sus siglas en francés)”. Un movimiento, proseguía la nota de la presidencia argelina, que “cuenta con la ayuda de elementos extranjeros, entre ellos Marruecos y la entidad sionista”. [Argelia aprovechaba la flamante relación entre Rabat y Tel Aviv, cada vez menos discreta –la semana pasada se produjo la histórica visita del ministro de Exteriores israelí a Marruecos-, para juntar los nombres de los dos países, y acusar de paso al reino alauita de complicidad con el sionismo].
La opinión pública argelina se había visto sacudida en las últimas semanas al conocer la muerte por linchamiento de un hombre acusado falsamente de haber causado un fuego en Tizi Uzu -en la Cabilia-, Djamel Bensmail. Las autoridades argelinas detuvieron posteriormente hasta 61 personas acusadas de la muerte del joven. Argel cree que el MAK está detrás de la turba que acabó salvajemente con la vida del joven y también de los fuegos.
¿Y qué tiene que ver Marruecos con los incendios? Argelia denuncia que sus vecinos –junto a Israel, con el que no tiene relaciones diplomáticas- apoyan al MAK, la asociación con sede en Francia a la que atribuye haber provocado los fuegos en la Cabilia para fomentar la cólera popular contra las autoridades. El pasado mes de julio, el presidente del MAK, Ferhat Mehenni, agradecía a Marruecos el gesto en favor de la “independencia” cabileña y expresaba en una carta al embajador marroquí en París poder encontrarse con el rey Mohamed VI.
Pero la historia de esta penúltima querella entre Argel y Rabat se remonta al pasado mes de julio. En una reunión de los países no alineados, el embajador marroquí ante la ONU, Omar Bilale, invitaba a sus vecinos a garantizar el derecho a la autodeterminación de la Cabilia. Justamente la Cabilia, donde se han producido la mayoría de fuegos este verano y donde es amplísima la oposición popular al poder argelino. Una llamada a la autodeterminación que, como no podía ser de otra manera, enfadó mucho a Argelia, opuesta a cualquier veleidad separatista en su territorio. Recordemos que Argel había clasificado el pasado 18 de mayo como “organización terrorista” al Movimiento por la Autodeterminación en la Cabilia.
La consecuencia del llamado de Marruecos a la autodeterminación de los bereberes fue que las autoridades argelinas llamaron a consultas a su embajador en Rabat para protestar por las palabras de Bilale. Era la primera vez que un diplomático marroquí se expresaba de manera oficial en favor del secesionismo en la Cabilia, una de las líneas rojas para las autoridades de Argelia. Tan línea roja como es la soberanía del Sáhara para Marruecos, que acusa a Argel de financiar al independentista Frente Polisario. El archienemigo de Marruecos.
Lo cierto es que antes, el ministro de Exteriores argelino, el veterano Ramtane Lamamra, que se estrenaba en su regreso al puesto, había defendido en dicho foro, a su vez, el derecho de autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental. Lo que tampoco gustó ni un pelo en Rabat, como tampoco es de extrañar. Marruecos, que también tiene focos de población bereber susceptible de reclamar algún día mayores cuotas de autonomía, con ganas de meter el dedo en el ojo. Los argelinos, defensores de la autodeterminación en el Sáhara, no quieren ni oír hablar de ella en su propio territorio.
De poco han valido las llamadas a la normalización de relaciones efectuada por el rey Mohamed VI en su último Discurso del Trono –pasado 31 de julio-que desde Argel se perciben como cantos de sirena. Posteriormente, Marruecos invitó a Argel a aceptar su ayuda para la extinción de los incendios, que el país presidido por Abdemajid Tebboune ha rechazado por ahora.
Argelia anuncia ahora anuncia la “revisión” de las relaciones bilaterales, así que todo apunta a que la temperatura del desencuentro seguirá subiendo. Por lo menos hasta cierto punto. Ninguno de los dos países, fuertemente tocados por las consecuencias económicas, sociales y sanitarias de la pandemia, está para lanzarse a aventuras inciertas. La opacidad del régimen argelino impedirá verificar de manera independiente los supuestos vínculos entre el MAK y los incendios, como entre Marruecos y el MAK en unas acciones que Argel califica de “criminales”.
“Los actos hostiles incesantes perpetrados por Marruecos contra Argelia necesitan de la revisión de las relaciones entre los dos países y la intensificación de los controles de seguridad en las fronteras occidentales”, aseguraban este miércoles desde la Presidencia argelina. Recordemos que las fronteras terrestres entre los dos países permanecen cerradas desde 1994.
Está por ver cómo se interpreta desde Argelia el discurso pronunciado por Mohamed VI con motivo del 68º aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo el pasado viernes, en el que el soberano alauita acusaba a terceras partes, fundamentalmente países europeos “lamentablemente considerados como socios tradicionales” –se estaba refiriendo a Alemania, país con el que Marruecos vive meses de crisis diplomática derivada de los posicionamientos de Berlín sobre el conflicto del Sáhara-, de socavar los intereses de los países del Magreb. Al hablar por el conjunto de la región, el soberano hacía un nuevo guiño a los vecinos argelinos.
El rey se estaba refiriendo a las denuncias de hasta 17 medios de comunicación internacionales –entre ellos los franceses Le Monde o Radio France y los alemanes Süddeutsche Zeitung, Die Zeit, entre otros- respecto a la utilización por parte de los servicios secretos marroquíes del programa Pegasus para espiar a políticos, activistas, militares o periodistas de distintos países. Entre ellos, Argelia.
Según la denuncia del consorcio de medios, Marruecos habría espiado con el programa informático de origen israelí al menos 6.000 números de teléfono de ciudadanos –militares, periodistas, políticos- del país vecino. Desde Argelia se denunció “el inadmisible atentado sistemático a los derechos del hombre y a las libertades fundamentales” y “una violación flagrante de los principios y normas que rigen las relaciones internacionales”.
“Por ello, al crear infundadas justificaciones y acusar a nuestras instituciones nacionales de no respetar los derechos y libertades, quieren que seamos como ellos. Lo que con todo esto buscan no es otra cosa sino atentar contra su reputación y contra el respeto y prestigio que se han ganado”, denunció el viernes pasado el soberano marroquí en alusión a esos “pocos países, sobre todo de Europa”.
“Estos países no quieren comprender que las reglas que rigen las relaciones han cambiado y que nuestros países son capaces de administrar sus asuntos y aprovechar sus recursos y potencialidades en beneficio de sus propios pueblos”, aseguraba el rey de Marruecos. El rey denunciaba, por tanto, la voluntad de terceros países por envenenar las relaciones entre Marruecos y Argelia.
Lo cierto es que desde Rabat no se ha respondido a las graves acusaciones de Argel respecto a los incendios y a su apoyo a una entidad “terrorista” como el MAK, con sede en París. Y, como queda dicho, en sus dos últimas alocuciones públicas, el rey de Marruecos ha mostrado una nítida voluntad de acercar posturas con Argelia.
Pero por distintas razones –en parte por un problema resultado del colonialismo europeo en el norte de África, el del Sáhara Occidental, que ninguno de los dos países causó-, Argelia y Marruecos siguen sin ser capaces de construir las relaciones que habrían de ser propias de dos vecinos tan semejantes y complementarios para aprovechar las ventajas de la integración económica y social en el mundo globalizado de hoy. A ambos les sobra cinismo y postureo; lo que hacen falta son pasos sinceros y generosos. Una de las lecciones de la lectura de las profusas y pasionales comunicaciones públicas de las dos cancillerías es que casi nada es lo que parece. Si los dos países –con los que España está obligada a mantener buenas relaciones- no se aplican el cuento y cambian, el desencuentro, el sempiterno desencuentro, seguirá escalando.