Macron gana a los puntos un debate contenido
Monsieur Sabelotodo y Madame Incompetente no consiguen quitarse de encima esos sambenitos
Cinco años después el ahora presidente francés Emmanuel Macron y la sempiterna candidata ultraderechista Marine Le Pen se volvieron a sentar para que millones de franceses tuvieran algo más claro su voto en la segunda vuelta de las presidenciales, que se celebra este domingo. Dicen los expertos que estos días consulta la prensa francesa que este tipo de debates, salvo victoria por aplastamiento, apenas mueve voto pero sirve para aumentar el interés por la campaña y la participación electoral.
La experiencia de hace cinco años, cuando Macron arrasó a una Le Pen que llegó a confundir respuestas y fichas de apuntes, puso a los dos en una extraña situación. Al principio de la noche triunfó una actitud precavida. Macron arrancó sereno, parecía hasta cordial. Ella seguía ese tono. El presidente debía mostrar que no es el sabelotodo que dicen ser. La candidata opositora que no es tan incompetente como parece.
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Le Pen siguió en esa línea. Su estrategia estaba clara desde los primeros minutos. Buscaba parecer amable. Hasta sonreía y lanzaba mensajes que para nada concordaban con su programa político, anclado en la extrema derecha y con propuestas de preferencia nacional contrarias a la Constitución francesa y a los tratados europeos.
El primer tramo del debate se centró en la economía. Macron fue desmontando el programa de Le Pen (los diarios franceses calculan que dispararía el gasto público en más de 100.000 millones de euros mientras reduciría los ingresos). Mientras ella prometía “bajadas de impuestos” y “subidas de salarios” el presidente le respondía: “Un presidente no sube los salarios, lo hacen los empresarios”.
Le Pen, intentando no sacar la cara más ruda con la que perdió el debate en 2017, apenas le replicaba. Mal comienzo para la candidata ultraderechista porque precisamente el “poder de compra” debía ser el punto fuerte de Le Pen.
El segundo bloque del debate se centró en política exterior y sobre todo en el ataque ruso a Ucrania. Mal momento para una Marine Le Pen que en ese asunto se siente muy incómoda porque hasta enero admiró tanto al presidente Vladimir Putin que en sus folletos de campaña incluyó una foto con el mandatario ruso. Millones de folletos que fueron a la basura sin repartir.
Le Pen condenó el ataque ruso y aprobó que se ayude financiera y materialmente a Ucrania, pero se negó a que se apruebe un embargo contra el petróleo y el gas ruso que sí apoya ya Macron. El presidente le afeó que la campaña de 2017 la hubiera financiado con un préstamo de un banco ruso cercano al Kremlin y aseguró que eso hacía que sus propuestas de política exterior estuvieran al servicio de Rusia.
Le Pen se limitó a decir que su política exterior sería independiente. La campaña de este año la ha financiado con un préstamo de un banco húngaro. Macron atacó por esa brecha: “Usted depende del poder ruso”. La candidata dijo que se opone a un embargo al petróleo y el gas ruso porque sería “un suicidio económico”. Por momentos el debate se acercaba al de 2017, cuando Macron ganó por goleada.
Esa falta de solvencia que pudo con Le Pen en 2017 empezaba a aparecer de nuevo transcurrida casi una hora. Cuando llegó la hora de hablar de la Unión Europea el presidente sacó todo el arsenal: “Usted sigue queriendo salir de la Unión Europea pero no lo dice. Yo creo en Europa, en la pareja franco-alemana que nos ha permitido avanzar”.
Le Pen, que sabe que su propuesta de abandonar el euro en 2017 fue muy mal acogida fuera de los círculos más ultraderechistas, se limitó a decir que “no existe un pueblo europeo”. Sostiene Le Pen que no quiere salirse de la Unión Europea sino cambiarla desde dentro “con mis aliados” (no tiene más que al húngaro Orban). Macron cargó de nuevo en esa brecha: “Su proyecto consiste en dar paso a paso hasta quedarse fuera de la Unión”.
La candidata también acusó al presidente de no defender suficientemente en Bruselas los intereses de Francia. Le Pen pasa poco por Bruselas. A Macron estos años sólo le ha faltado quedarse a vivir en Bruselas. Su influencia es tal, sobre todo sin Merkel, que la postura francesa es ahora indispensable en cualquier decisión política y va desde lo más importante hasta lo más decorativo, como cambiar el nombre del grupo liberal del Parlamento Europeo de ALDE a Renew para que no llevara la “L” de liberal, término tóxico en Francia.
Le Pen mordió en hueso cuando aseguró que propone sacar a Francia del mercado eléctrico europeo. El presidente le dijo que algunos días Francia tiene que importar electricidad porque es incapaz de generar la suficiente y que si no estuviera en el mercado europeo esos días habría apagones.
A la hora y media de debate se veía ya clara una de las estrategias de debate de Macron. No era él quién estaba dando explicaciones por su quinquenio en el poder sino ella por sus decisiones pasadas. Mientras Le Pen no conseguía levantar cabeza en asuntos de Unión Europea y política exterior (lo esperado), tampoco lo hacía en políticas sociales, autónomos y pymes, donde en principio tenía más oportunidades.
Según avanzaba el debate y se acercaba a la segunda hora Macron, sin arrasar como en 2017, se mostraba cada vez más seguro y cómodo. Le Pen, al contrario, iba a menos. Llegó la hora de hablar de cambio climático, un tema en el que Le Pen siempre se mostró climatoescéptica. Más que proponer medidas criticó las de su rival. Macron prometió reforzar el desarrollo de las renovables (Francia es de los países europeos más atrasados), pero sabedor de que sus compatriotas creen que los molinos afean el paisaje, aseguró que los haría offshore, en el mar.
Los últimos momentos del debate se centraron en Inmigración y Seguridad. Ahí desapareció la amable Le Pen para volver a la parte más dura de su programa, siguiendo la tradición del Front National que ella misma intentó enterrar en los últimos cinco años. Le Pen lanzó sus mensajes de siempre, que se podrían resumir en que para ella cada vez hay más inseguridad por culpa de la inmigración. Los datos no dicen eso.
La prohibición del velo islámico que propone Le Pen fue uno de los últimos asuntos a debate. En Francia ya está prohibido su uso para los trabajadores de las instituciones públicas. Macron le dijo que una prohibición general en público, en las calles, haría de Francia “el primer país del mundo en prohibir los signos religiosos en espacios públicos”. Ella no lo dijo pero su programa no habla de prohibir todos los signos religiosos. Sólo quiere prohibir los musulmanes.
Macron cerró diciendo que la elección es prácticamente un referéndum sobre Europa, sobre las relaciones con Alemania, sobre los valores de la República francesa. Le Pen cerró con un mensaje contra la “mundialización ciega que desestabiliza la economía francesa”, contra “los de arriba” y a favor de la “preferencia nacional”, el término que se usa para explicar que con ella se discriminará por nacionalidad.
Los debates tienen algunas veces momentos que pasan a la posteridad. Le Pen dijo anoche: “Yo no soy como usted”. Macron le respondió: “Es verdad”. Las casas de sondeos dirán que Macron ganó a los puntos. No arrasó como en 2017 pero no permitió que Le Pen se le acercara. El presidente llegó a decirle en los últimos minutos: “Está siendo usted mucho más disciplinada que hace cinco años, señora Le Pen”. Ella dijo: “Es verdad, nos hacemos mayores”.