Durante siglos, mientras la Serenísima República de Venecia poseía uno de los puertos más ricos del mundo, el poder lo ejercían los dogos. Se les llama ‘dux’ o ‘vuestra serenidad’ y sus atribuciones eran casi plenipotenciarias, como en las monarquías absolutistas que poblaban Europa. Con la importante diferencia de que el título no era dinástico, sino que el dogo tenía que ser elegido por los aristócratas venecianos y, además, estaba fiscalizado por un consejo de expertos. Venecia ya tuvo una larga lista de reyes democráticos y ahora esa tradición la recoge Luca Zaia, gobernador de la región.
Zaia acaba de ser reelegido como presidente del Véneto con un 76% de los votos. Nunca antes un administrador regional había obtenido un respaldo tan alto en la historia republicana. Zaia forma parte de la Liga, el partido liderado por Matteo Salvini, pero en los comicios lo respaldaban varias formaciones de derecha. Su propia lista, llamada ‘Zaia presidente’, obtuvo un 45% de los votos por un 17% de la Liga. Es decir, que la figura pesa más que el partido.
El dirigente, de 52 años, encarna todas las esencias de la vieja Liga Norte, la formación que fundó en los noventa Umberto Bossi, con el objetivo de aunar las aspiraciones regionalistas de una rica franja de tierra situada por encima del río Po. La máxima de aquella Liga era administrar sus propios recursos, incentivar la actividad empresarial mediante bajadas de impuestos y quitarse la correa del Gobierno de Roma. En todo este siglo, Véneto siempre ha sido 'liguista'.
El alcalde de Treviso -en el interior de la región-, Mario Conte, lo define al teléfono con un eslogan: “el modelo véneto”. “Zaia siempre ha representado estos valores que nos ha transmitido a los alcaldes del territorio. Rezuma responsabilidad, cercanía y buen gobierno, es el ejemplo de excelente gestor”, señala Conte, compañero de partido. En el lenguaje político lo llaman pragmatismo.
Zaia fue ministro de Agricultura con Berlusconi de 2008 al 2010, un cargo que le impulsó a ganar ese año las elecciones en Véneto. Ésta es su segunda legislatura, en la que ya había respaldado un referéndum para conseguir mayor autonomía para su región, consiguió que los Juegos Olímpicos de invierno de 2026 se celebren en su territorio -Cortina de Ampezzo, en los Dolomitas, que compartirá sede con Milán- y se había calzado las botas hasta las rodillas para afrontar las últimas inundaciones de Venecia. Pero todo este año tiene una fecha muy concreta y la suya recae en el 21 de febrero, cuando en el municipio véneto de Vo’ Euganeo registraron la primera víctima de Covid-19, mientras en la localidad lombarda de Codogno se multiplicaban los casos.
Lombardía y Véneto tuvieron después una evolución muy distinta. Lombardía fue durante semanas el epicentro europeo de la pandemia y, en cambio, en Véneto cuentan poco más de 2.000 muertos. En origen, la clave fue aislar a todos los contactos de los contagiados y realizar test masivos, saltándose los protocolos de la OMS. Una tarea para la que se encomendó a Andrea Crisanti, del Imperial College de Londres, con quien luego terminó mal. Crisanti, ahora convertido en estrella mediática, reconocía este lunes en una entrevista en ‘La Stampa’ que parte del éxito de Zaia electoral le pertenecía a él.
“Pero no sólo ha sido la gestión de la pandemia. Aquí diríamos que es ‘uno di noi’ [uno de los nuestros]. Zaia es muy querido a nivel humano, representa la figura del véneto ideal. Gestiona Venecia -una de las ciudades más turísticas en el mundo-, nuestro modelo sanitario se extiende con medicina de base por el territorio, el estándar educativo es muy alto… Y todo sin subir impuestos, al revés, bajándolos”, resalta el alcalde de Treviso, de 41 años y muy cercano al líder.
La suerte de Zaia, sin embargo, podía haber cambiado si la pandemia se hubiera comportado de otra manera. Porque, además, una semana después de que estallara la crisis del coronavirus salió en televisión diciendo que ya se sabía, que “todos hemos visto a los chinos comer ratones vivos”. Pekín pidió incluso una disculpa pública, que obtuvo. Así que poco importó eso, como tampoco parece incomodar demasiado a los votantes más centristas el conservadurismo moral de Zaia, que se considera contrario a la adopción por parte de parejas homosexuales.
“La broma más comentada estos días es que Zaia es el mejor líder de la izquierda”, señala el experto demoscópico Lorenzo Pregliasco, director de Youtrend. Se refiere a que no sólo lo votan electores de derechas, pero también a que su ascenso contribuye a cuestionar la figura de Matteo Salvini. La aplastante victoria del presidente véneto contrasta con los últimos fracasos electorales de Salvini, primero en Emilia Romaña y ahora en Toscana.
También difieren los estilos. Porque si Zaia es la vieja Liga Norte, Salvini es la nueva. Cuando el actual líder se hizo cargo del partido en 2013, la Liga acababa de obtener un 4% en las elecciones. Le dio una buena mano de pintura populista, se subió al carro de Trump, consiguió entrar en el Gobierno y obtuvo un 34% en las últimas europeas. Aún es el primer partido en intención de voto (24%), pero la tendencia es a la baja y en su formación cada vez son más quienes piensan que habría que volver a la vieja fórmula de conservadurismo y menos impuestos. Al pragmatismo.
Hace meses, a Zaia ya le ascendieron a la categoría de “héroe” en el ‘Financial Times’ y desde entonces la prensa no ha parado de describirlo como el próximo comandante de la derecha. Él, casado y sin hijos, repite una y mil veces que no tiene “ambiciones nacionales”, aunque se desmarca de Salvini asegurando que el secreto de su éxito está en “gobernar y no dar mítines”.
“La Liga es un partido muy centralista, no ha cambiado nunca al líder a mitad del partido y no parece que lo vaya a hacer ahora. Otra cosa es que Zaia pueda despuntar como futuro sucesor”, pronostica Lorenzo Pregliasco. Por el momento, el discurso de Salvini ya se ha moderado en los últimos meses y tampoco así le ha ido mejor. No es lo suyo. Pero si el viento político vira en esa dirección, habrá que ver si los aristócratas de la Liga no prefieren otro patrón. Como ocurría en la antigua Venecia.