Los londinenses consumen una media de 567.445 dosis de cocaína al día o, dicho de otro modo, 23 Kilogramos. Esta cantidad supera las cifras de Barcelona, Amsterdam y Berlín juntas y ha llevado a bautizar a Londres como la capital europea de la cocaína.
Científicos forenses de la universidad King’s College han llegado a esta conclusión después de analizar, en exclusiva para la cadena de televisión Sky News, el agua de las alcantarillas de la ciudad. Buscaron en ella benzoilecgonina, el componente que se produce cuando el cuerpo humano procesa la cocaína.
A diferencia de otras ciudades europeas, en las que la cocaína se toma sobre todo durante el fin de semana cuando la gente sale de marcha, en Londres su consumo aumenta los sábados pero no mucho. Y es que es una droga que se usa a diario. Esto preocupa mucho a los expertos que insisten que hay que abordar este problema como “una emergencia de salud pública”.
De hecho, “el número de muertes provocadas por esta droga y por crack de cocaína se ha doblado en los últimos 3 años”, según Josh Torrance, que estudia políticas sobre drogas en la Universidad de Bristol. ¿Por qué este incremento? Por el nivel de pureza. “Es mucho mayor que antes”, asegura.
El mercado de la cocaína en Londres está valorado ahora en unos 1.150 millones de euros al año. Respecto al precio para el usuario, según los expertos, ronda en la actualidad los 45 euros por gramo.
El mercado se ha vuelto más competitivo, más organizaciones criminales han entrado en juego y se están reduciendo los costes. “Tradicionalmente los importadores de cocaína iban a Amsterdam a comprar la droga y ahora han sido suplantados por redes de albaneses que lidian directamente con carteles de Latinoamérica”, cuenta Torrance.
Curiosamente hace unos días Scotland Yard detuvo en Londres a doce individuos de esa nacionalidad. Además de la droga que requisó encontró dos teléfonos móviles con los números de 2.000 clientes a los que esta red de traficantes suministraban cocaína. La Policía envió a todos ellos un mensaje de texto ofreciéndoles ayuda para lidiar con su adicción, una táctica que están siguiendo también otros cuerpos policiales del país.
En el Reino Unido, solían llamarla “la droga de los ricos”, pero ya no es el caso como constata a diario la ONG “Cocaine Anonymous”, que organiza más de seiscientas reuniones a la semana, en ciudades como Londres o Bristol.
Precisamente en esta ciudad del suroeste de Inglaterra, de unos 450.000 habitantes, han saltado todas las alarmas. Y es que lidera la lista de consumo per cápita, según un estudio de “The European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction” que ha analizado el uso de cocaína de 76 ciudades europeas.
La columnista Bryony Gordon, que ha escrito sobre su adición, dice que “el problema es que esta droga no ha sido denigrada como la heroína. Y es que, como la toman los famosos, los políticos, etc., no se ve como un problema. Se considera una sustancia recreativa, pero destroza vidas”.
De vez en cuando el debate sobre el cambio de la legislación y una posible legalización de las drogas vuelve a la actualidad en el Reino Unido. Fue el caso hace unos meses durante la carrera para suceder a la Primera Ministra, Theresa May. Varios candidatos admitieron haber consumido alguna droga ilegal en algún momento de su vida.
Michael Gove, ministro del Gobierno de Boris Johnson, admitió tomar cocaína cuando trabajaba como periodista en los años noventa, mientras que otros conservadores como Andrea Leadsom, Dominic Raab y Matt Hancock (todos también miembros del actual Gobierno) confesaron haber probado cannabis durante sus años en la Universidad. El propio Johnson reconoció haber consumido cocaína hace 30 años.
De las drogas ilegales, junto a la cocaína y el crack de cocaína, la más popular en el Reino Unido es el cannabis. Por detrás de ellas está el éxtasis.
Desde noviembre del año pasado los médicos pueden recetar medicinas derivadas del cannabis, después de una intensa campaña de padres de niños epilépticos a los que el aceite de cannabis les ayuda a controlar sus ataques.
Ese cambio de la legislación ha llevado a compañías de Norteamérica a incrementar su presencia en el Reino Unido, con el fin de lograr entrar en un mercado que, según el “Financial Times”, podría en un futuro valorarse en unos 19.000 millones de euros. En concreto, cinco empresas canadienses han empezado a importar cannabis y otras están ya desarrollando productos medicinales derivados de él.