Todos los líderes mundiales a lo largo de las últimas dos décadas han tenido relaciones con Vladimir Putin. Quizá, la más significativa ha sido la amistad de la excanciller alemana durante 16 años, Angela Merke. Fue Merkel quien primero tendió puentes con Putin, quien modificó la política alemana para depender del gas ruso - probablemente pensando que así Putin tendría intereses en no caer en las manos de China, y fue Merkel quien - gracias a su perfecto ruso y a ser nacida en la extinta República Federal Alemana- sentía una verdadera atracción por el líder ruso.
Berlusconi también conoció a Putin. Hace tan solo unos días llegaron las primeras palabras de Berlusconi sobre la guerra en Ucrania. Su intervención, en un evento político, condenaba oficialmente lo que él denominaba como “una agresión militar verdaderamente inaceptable”. Hasta el momento había expresado su contrariedad sobre la invasión con el voto a favor, al igual que todo su grupo, a la resolución de condena de la guerra aprobada en el Parlamento europeo -recordemos que el cavalliere es diputado europeo desde 2019-. Ahora, solo unos días después, habla sin rodeos y, durante un mitin este fin de semana, el primero al que asiste tras la pandemia, ha nombrado directamente a Putin mostrando su terrible decepción y señalando la masacre de Bucha.
En su discurso, además de la condena al líder del Kremlin, Berlusconi expresaba la gravedad de la situación: “No puedo y no quiero esconder que estoy decepcionado y dolido con Vladimir Putin, que ha asumido una gravísima responsabilidad ante el mundo entero”. Además, defendía que había visto, en su relación en el pasado a Putin como un hombre de gran consenso y democracia. En su anterior intervención había hecho, además, una firme apuesta por la alianza atlántica, europeísta y occidental como única respuesta ante la guerra. Los tres pilares ideológicos que siempre ha defendido el ex primer ministro. También apuntaba a una certeza: la unidad en el Gobierno de Draghi es fundamental para afrontar esta nueva etapa de incertidumbre global.
La buena relación entre el líder de Forza Italia y el líder del Kremlin era conocida. Un hecho histórico que lo define fue el acuerdo firmado entre la OTAN y Rusia en 2002 conseguido en gran parte por la labor del propio Berlusconi, casi maestro de ceremonias. Aquella operación, que servía para aliviar la tensión militar y la amenaza para Rusia, se desvaneció desde 2014 y fue perdiendo cada vez más significado. Pero es representativa porque marca un ejemplo de una muy positiva relación Italo-rusa que se da desde hace bastantes décadas, antes de que llegara el propio Berlusconi.
Pero Italia siempre ha tenido buenas relaciones con Rusia. De hecho junto con España es el único país de los grandes europeos en el que ha sobrevivido un partido Comunista relativamente fuerte. En el caso de Italia con una gran implantación. Como explica el experto en política internacional Gabriele Natalizia, Italia en épocas de estabilidad internacional, tuvo siempre buenas comunicaciones con Rusia, sobre todo económicas, sea con gobiernos de derechas, como el de Forza Italia, o con otros de izquierdas. En cambio, señala, ante situaciones de crisis Italia siempre se acerca a su aliado principal que es Estados Unidos.
Las palabras de Antonio Tajani, el otro gran peso pesado de Forza Italia, hace solo unos días en la RAI, describían su relación de la siguiente forma: “Berlusconi siempre ha intentado que Putin fuese más cercano a la parte occidental, han pasado veinte años y con los errores de todos hoy Putin arriesga convertirse en un instrumento de China”.
Así, ante los ojos de Tajani, Berlusconi ha hecho “todo lo que ha podido”. A lo que se referiría es a las “famosas dos llamadas” con el Kremlin. El cavalliere habría telefoneado primero en los días precedentes al inicio de la invasión y luego, cuando ya había estallado la violencia, hace solo 10 días sin obtener respuesta.
El líder italiano intentaba aprovechar la simpatía que un día le tuvo Putin. Aunque, como valora Gabriele Natalizia, en los momentos de mayor crisis los hombres o los líderes a nivel individual se separan del Estado y de la diplomacia o de los intereses concretos. “La buena relación que tuvieron en otro momento ahora, en el límite que nos encontramos, ahora tiene otra lectura”, explica.
Sobre aquellos que pronostican que Berlusconi puede tener un papel como mediador el experto añade otra valoración: no es lo mismo identificarte como un líder por la paz que ser un negociador. Ser un negociador quiere decir que te sientas de intermediario porque tienes algo que ofrecer por el acuerdo de las partes y ese, sin duda, no es el rol de Italia en estos momentos, no tiene nada que ver con él, sino con el papel del país”, añade el experto para finalizar.