Se esperaba que las decisiones tomadas por los países del G-20 el pasado martes en Roma tuviesen alguna evolución en los próximos días. Era un inicio simbólico de una nueva manera de gestionar la crisis afgana, tras la retirada de las tropas internacionales de Afganistán el 15 de agosto, y una apuesta por el multilateralismo. Más que lo hablado en el encuentro que acogía la capital italiana, el primero de carácter internacional tras la toma del país por los talibanes, el titular se lo llevó al ausencia de Putin y Xin Jinping, que decidieron enviar una delegación de diplomáticos y mantener perfil bajo.
Este martes el primer ministro italiano Mario Draghi ha hablado al teléfono con Vladimir Putin, acercando posturas, cuando el líder ruso está a punto de encontrar en una mesa de debate a los talibanes junto con China y Pakistán. La última vez que habían hablado había sido en septiembre, siempre del mismo tema, y el primer ministro italiano le ha transmitido las decisiones tomadas hace una semana: lo más urgente es afrontar la crisis humanitaria inminente con la llegada del invierno. Fabrizio Coticchia, profesor de ciencias políticas y experto en relaciones internacionales de la Universidad de Génova, cree que Draghi, tras las recientes elecciones alemanas y la inminente salida de Merkel, puede tomar un rol fundamental en la gestión de esta crisis internacional. Su decisión de llevar a una cumbre extraordinaria el problema afgano es una prueba de su determinación por la colaboración multilateral, que define, además, la postura histórica en política exterior de la república italiana.
Draghi salió contento de la cumbre extraordinaria de hace una semana, se anunciaron inversiones de 1.000 millones de euros de la UE y de 300 millones de los EE.UU que gestionará la ONU en el terreno. Era una prueba, explica Coticchia, de que su apuesta por el diálogo podría funcionar. Y, además, explica el experto, permite desarrollar una estrategia localizada en Afganistán que sirva, también a largo plazo, para frenar la inmigración a Europa. “Ayudarles en su casa”, explica.
El gran tema será la relación que los países del G-20, y en general las diversas potencias internacionales, tendrán con la toma del poder de los talibanes. Es fundamental para poder desarrollar una estrategia efectiva y realista a nivel práctico para el envío de ayuda internacional. Draghi apuesta por una actitud constructiva y declaraba que esperará a ver cuáles son los pasos dados por los radicales para juzgarlos o no en los próximos meses, aunque la situación de las mujeres le preocupa especialmente. Reconocía, además, algo que también apunta Coticchia, que la situación requiere sí o sí comunicaciones con ellos. De cerrar completamente las relaciones, una posición muy improbable en este momento de las negociaciones, la sociedad afgana quedaría aislada de la ayuda internacional.
La posición de Draghi a nivel internacional podría reforzarse gracias a su buena consideración en la UE, pero dependerá si pasa la prueba de la estabilidad tras las elecciones a presidente de la república para sustituir a Sergio Mattarella en febrero. Ese acontecimiento será fundamental para entender Italia y su estabilidad interna y para dar forma a su papel, hasta ahora importante, en la gestión de problemas de calado internacional como la crisis afgana. Los italianos han superado su euroescepticismo, según las últimos sondeos, y eso entra en sintonía con las expectativas del Gobierno Draghi y su rol global.