“Está la cosa muy mal. Antes venía mucha gente de Melilla a comprar aquí los medicamentos que Marruecos tiene más baratos que España y, al revés, los de este lado entraban en Melilla para comprar en las farmacias españolas. Así todos felices”, relata en perfecto castellano a NIUS Aicha, empleada en la farmacia Bab Melilla, que resiste abierta, junto apenas algún que otro café, en la avenida Massira del municipio de Beni Ensar. La localidad marroquí, de 56.000 almas, crece literalmente adosada a la valla fronteriza de la ciudad autónoma.
Marruecos terminó unilateralmente con la aduana comercial de Melilla en agosto de 2018, poniendo fin al contrabando. Después llegaría el covid-19, y el 13 de marzo de 2020 las autoridades magrebíes hicieron lo propio con los pasos fronterizos, medida que tuvo su réplica horas después por parte de las españolas. Y hasta hoy.
La realidad es que un año y medio después, las calles y avenidas de Beni Ensar más próximas a la frontera con la ciudad autónoma española presentan un escenario desolador. La mayoría de comercios de la citada avenida Massira, que desemboca en la verja de barrotes celestes de la frontera marroquí, están cerrados. Solo algunos tenderetes con antigüedades y tiendas de ropa o alimentación en calles adyacentes quedan como reliquias de la otrora intensa actividad comercial en torno a la frontera con Melilla (84.000 habitantes). Las calles construidas en torno al muro de cemento y la valla son las de un barrio auténticamente fantasma.
La abundancia de rotulación en español, que aquí conoce –en distintos grados- una parte importante de la población, al igual que en la vecina Nador, da cuenta de un pasado de profunda simbiosis entre la ciudad española y su entorno marroquí. Bloques de viviendas con portal en Marruecos y balcones con vistas a Melilla son ejemplos de la mezcla e interdependencia de la frontera más porosa entre los dos países. A diferencia de lo que ocurre en Fnideq (Castillejos) y Beliones (junto al paso de Benzú) en relación a Ceuta, pues les separan terrenos rurales y montañosos, varios son los municipios –y pequeños núcleos de población, también viviendas dispersas- marroquíes que se adhieren a lo largo del perímetro fronterizo de Melilla cuando la carretera no lo impide.
Una interdependencia que hoy parece estar deshaciéndose. Melilla, que también sufre las consecuencias económicas del fin de la actividad comercial –típica y atípica, según la denominación oficial y eufemística-, vive más a espaldas de Marruecos que nunca y municipios como Nador –capital de la provincia-, Beni Ensar o Farjana hacen lo propio, resignados, con Melilla. El pasado 24 de agosto los trabajadores transfronterizos –al menos 10.000 personas residentes en las provincias de Nador y Tetuán trabajan legalmente en Ceuta y Melilla- demandaban la apertura de las fronteras.
“Para mí es una pena todo esto. Tengo en Melilla a mi prima y mi tía, que tienen que ir desde allí a Madrid primero y después volar a Tánger para que nos podamos ver aquí”, explica a NIUS la joven vecina de Nador Hanane Hakimi. Pero no solo los familiares de Hanane en Melilla no pudieron, por razones económicas, estar unos días en Nador este verano; el mismo problema lo han tenido en los dos últimos estíos centenares de miles de ciudadanos marroquíes residentes en distintos países de la UE –cuyas remesas son fundamentales para la economía de esta región del Oriental- que no han podido viajar a Marruecos por culpa de la suspensión de la Operación Paso del Estrecho por razones oficialmente sanitarias.
El deterioro económico y social es palpable en una ciudad como Nador, que ha visto cerrar numerosos negocios ligados a la actividad comercial y empresarial con Melilla en los últimos meses y años. El desarrollo turístico y urbanístico que experimenta en los últimos años la Mar Chica –una bella laguna interior o albufera de 115 kilómetros cuadrados- no basta para ofrecer oportunidades laborales a una población joven con altas tasas de crecimiento. El denso tráfico que registra el centro del municipio en los primeros días de septiembre se ve obstaculizado por las marchas de jóvenes de los distintos partidos políticos que se medirán en las urnas este miércoles. Marruecos celebra elecciones legislativas, municipales y regionales el mismo día por primera vez en la historia en el afán por estimular la participación.
Las palabras del rey de Marruecos, Mohamed VI, instando –en el discurso pronunciado con motivo del 68º aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo- a “inaugurar una nueva etapa inédita” en las relaciones entre Rabat y Madrid, primero, y del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, saludando las palabras del monarca alauita, después, invitan, con todo, al optimismo en los próximos meses. El episodio de Ceuta marcó el punto álgido de una crisis que había empezado a fraguarse por la posición y actitud de España respecto al conflicto del Sáhara Occidental desde el pasado mes de diciembre y que estalló definitivamente con la presencia en España para ser tratado en un hospital de Logroño del líder del Frente Polisario Brahim Ghali.
Nadie quiere pensar en otra cosa que en la normalización completa de las relaciones entre los dos vecinos tras varios meses de alto voltaje. Hay quien se atreve a asegurar que las fronteras terrestres –desde el 13 de marzo de 2020 están también cerrados los pasos entre Marruecos y Ceuta y no operan las rutas marítimas que conectaban ciudades marroquíes y españolas por ferry- volverán a abrirse antes de que concluya el año. “No hay ningún problema entre los marroquíes y los españoles, todo es política”, resume un taxista en Nador –como muchos otros- a este periodista. Oficialmente, por el momento las fronteras estarán cerradas hasta el próximo 30 de septiembre.
Si la frontera de Ceuta fue el centro de atención tras la crisis de los días 17 y 18 de mayo –más de 10.000 personas lograron acceder en 48 horas a suelo español desde Marruecos a través fundamentalmente del paso del Tarajal y gracias a la pasividad de las fuerzas de seguridad marroquíes-, lo cierto es que, desde entonces, la mayoría de tentativas de entrada han tenido como escenario Melilla. Centenares de jóvenes han intentado desde mayo acceder al territorio de la ciudad autónoma; solo 500 lo lograron.
El propio 18 de mayo, mientras la situación en Ceuta era crítica, decenas de jóvenes trataron de saltar la doble valla de Melilla, que oscila entre los 6 y los 10 metros. Unos 85 lograron entrar en la ciudad autónoma. Tres días después, el 21 de mayo hasta media docena de grupos intentaron saltar la doble valla fronteriza a lo largo de la jornada. Unos 70 lo consiguieron. La mayoría de ellos tenía origen marroquí.
Pero la entrada más importante de los últimos meses ocurrió el 22 de julio pasado, cuando consiguieron saltar la valla a través del paso del Barrio Chino 238 personas de origen subsahariano de las más de 300 que lo intentaron, según recogía la agencia Europa Press. El 12 de julio lograron entrar en Melilla 119 de los más de 200 que trataron saltar la infraestructura por el mismo punto. Dos días más tarde, el 14 de julio, una veintena conseguía franquear la frontera también por el Barrio Chino, donde la valla no cuenta con concertinas.
Posteriormente, el lunes 9 de agosto, las fuerzas de seguridad marroquíes –en colaboración con la Guardia Civil- desbarataban el intento de entrada de un centenar de migrantes de origen subsahariano. Fue el cuarto rechazo en nueve días. El martes 3 de agosto las fuerzas de ambos países impidieron el salto de la valla a un grupo de otras cien personas entre otros más pequeños.
El 17 de agosto, lograron entrar a Melilla 57 migrantes de origen subsahariano que integraban un grupo de unas 150 personas tras una avalancha. La última gran tentativa se produjo el pasado 28 de agosto, cuando las fuerzas de seguridad de España y Marruecos impedían el acceso a territorio melillense de 350 migrantes subsaharianos a través del paso de la zona alta del Barrio Chino.
Tras este gran salto, salvo dos pequeños grupos de siete y tres subsaharianos que consiguieron entrar en la ciudad autónoma, Rabat abortaba en las últimas hasta cinco tentativas con grupos de entre 50 y 350 muchachos, reportaba Europa Press.
El hecho de que Melilla haya sido protagonista estival no quiere decir que no se hayan producido tentativas en Ceuta. El pasado 1 de septiembre, sin ir más lejos, varias decenas de jóvenes –también subsaharianos- intentaron entrar en la ciudad española a través de la frontera de Benzú.
Lo cierto es que tras el episodio de Ceuta y la posterior declaración de rechazo –el 10 de junio- del Parlamento Europeo a la actitud de Rabat durante aquellos días de mayo, la colaboración de Marruecos en la vigilancia de las fronteras con las dos ciudades españolas en suelo norteafricano ha sido eficaz, como evidencian las tentativas frustradas de las que se ha hecho recuento. Recordemos que en plena crisis migratoria en Ceuta el Gobierno de España aprobó la concesión de una inyección de 30 millones de euros a Marruecos destinada a la lucha contra la inmigración irregular.
Pero la estrecha cooperación en materia migratoria entre Rabat y Madrid no gusta a los colectivos de defensa de derechos humanos. Es el caso de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). El presidente de la sección de Nador del colectivo, Amine Abidar, lamenta a NIUS que “en el momento álgido de la crisis entre Marruecos y España los dos países se pusieron de acuerdo a la hora de poner en práctica políticas contrarias a los derechos humanos”.
“Pedimos a Marruecos que no juegue el papel de gendarme de Europa y respete los derechos de los migrantes, al igual que se lo exigimos a España y la UE”, insta el joven al frente de la AMDH en Nador desde el humilde local de la entidad. “La región del Rif es tan vulnerable como el resto de Marruecos y para mucha gente la única solución en un momento como este es intentar emigrar. La situación es mucho peor que hace dos años”, remata Abidar a NIUS.
No solo la AMDH trabaja en la defensa de los migrantes, mayoritariamente subsaharianos, que habitan los montes de la provincia esperando su momento para saltar la valla de Melilla. También se emplean en el auxilio material y sanitario de estos jóvenes el Creciente Rojo marroquí y la Iglesia a través de la Misión Católica de Nador –perteneciente a la Diócesis de Tánger-, como pudo comprobar este periodista en el templo de Santiago el Mayor.
El macizo del Gurugú –“tuvo que ser impresionante para los melillenses en otro tiempo mirar hacia arriba y ver la amenazante silueta de la montaña encima”, afirma a NIUS el profesor de la Universidad de Meknes Mimoun Aziza, uno de los mayores expertos en historia rifeña e hispano marroquí, paseando entre los bosques de pinos y acantilados del entorno de la ciudad autónoma- nos evoca el misterio de estas montañas, hogar de las cabilas rifeñas entonces y refugio hoy de miles de jóvenes subsaharianos que malviven mientras aguardan su oportunidad de alcanzar territorio europeo.
Monte Arruit, Gurugú, Zeluán. Las señalizaciones en las carreteras de la zona nos retrotraen forzosamente a los escenarios de las guerras de Marruecos libradas por el Ejército español. No en vano, este verano se cumplía un siglo de uno de los episodios clave de la Guerra del Rif: el Desastre de Annual –localidad situada a unos 60 kilómetros al oeste de Melilla en línea recta-, donde perecieron más de 10.000 soldados españoles entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921. Una de las mayores tragedias de la historia militar de España y éxito, a su vez, la de las tropas comandadas por Mohamed Abdelkrim El Jatabi que ha pasado casi desapercibido este año para el Marruecos oficial, no demasiado interesado en desempolvar la gesta de la efímera República del Rif.
A pesar de que la efeméride mereció numerosos artículos y reportajes en los medios de comunicación españoles en los últimos meses, en Melilla ni el Gobierno local ni el central organizaron ningún acto en homenaje a los españoles caídos en el Desastre de Annual. Tras no autorizar Defensa la apertura del Panteón de los Héroes del cementerio de Melilla, el Partido Popular de la ciudad autónoma celebró el 21 de julio en el exterior del camposanto un acto –con una nutrida concurrencia- para honrar la memoria de los soldados españoles caídos en la batalla.
A raíz de la crisis de Ceuta en mayo pasado, el Gobierno de España hizo público su propósito de integrar plenamente en el Acuerdo de Schengen tanto a Ceuta como a Melilla -además de reforzar sus fronteras con agentes de Frontex, la agencia europea de fronteras. Una apuesta por Europa frente a Marruecos para el futuro de las dos ciudades españolas.
El corolario de la decisión sería la imposición de visados de entrada a los marroquíes que quisieran visitar la ciudad. Hasta ahora los ciudadanos marroquíes con residencia en la provincia de Tetuán y en la de Nador estaban exentos de la exigencia y podían entrar libremente en Ceuta y Melilla respectivamente, como consta en el Acta Final del Acuerdo de Adhesión de España a Schengen.
“Lo más normal del mundo para mí y mis amigas era ir de vez en cuando a comprar a tiendas como Mango o Zara en Melilla, mucho más baratas que en Tánger o en Casablanca. Y no sé cuándo volveremos otra vez”, lamenta a NIUS la joven empleada en un salón de belleza de la ciudad de Nador. “La relación entre Nador y Melilla es histórica, cultural y comercial. El cierre de fronteras es un problema económico y hasta psíquico para la gente aquí”, asegura el presidente de la AMDH en la antigua ciudad del Protectorado español en Marruecos.
De un tiempo a esta parte, en la línea con el letargo en que todo parece instalado en esta zona de Marruecos, el activismo soberanista marroquí respecto a la ciudad permanece alejado de la calle, preocupada por necesidades más perentorias. La última vez que un responsable del país vecino se manifestó a favor de la marroquinidad de Melilla –y de Ceuta- fue el presidente de la Cámara Baja del Parlamento de Rabat Habib el Malki. Lo hacía horas después de la declaración del Europarlamento sobre la crisis migratoria en Ceuta.
Ceuta y Melilla, dos realidades forjadas durante siglos de trasiego, intercambios y mestizaje. “Melilla es el último baluarte de ciudad intercultural en el Mediterráneo”, asegura el investigador marroquí Mustafa Akalay Nasser. Entre muchas otras cosas, Melilla es bereber y árabe, rifeña y europea, cristiana, musulmana, hebrea e hindú. ¿Pondrá el aislamiento de su entorno en peligro la condición única de la ciudad autónoma española? Lo cierto es que, poco a poco, Melilla y Marruecos, Marruecos y Melilla se acostumbran a vivir el uno sin el otro. La frontera –la física y la otra- parece hoy más inexpugnable que nunca.