Todo estaba pensado para ser un trámite, un mero protocolo para alargar en el poder al Presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko, desde donde gobierna con mano de hierro desde 1994. A las elecciones se presentaban pocos candidatos, ninguno realmente relevante, salvo uno, Sergey Tsikhanouski, bloguero y youtuber que, aunque no conocido para las masas, sí podía rebajar el porcentaje de la victoria del Presidente, siempre por encima del 80%... Pero eso tenía fácil arreglo, fue arrestado el 29 de mayo.
Allí fue cuando el presidente, y con él todo el país, entraron en un laberinto donde la salida no se vislumbra. Svetlana Tijanóvskaya, la esposa del activista arrestado y persona totalmente ajena a la política decide tomar las riendas donde le fueron arrebatadas a su marido, y se produjo una respuesta insospechada.
De repente miles de personas comenzaron a abarrotar sus mítines, algo insólito en este pequeño país, y la bola fue creciendo rápidamente para horror de la nomenclatura bielorrusa.
Pese a que la inesperada candidata movilizó masas, el día de las elecciones se mantuvo el guion: altísima participación, música y alegres banderines patrióticos en los colegios electorales y el resultado, un 80% para el presidente, 9% para Tijanóvskaya. Pero esta vez algo había cambiado, y las acusaciones de pucherazo, siempre comentadas en voz baja, comenzaban a sonar con fuerza.
Lukashenko salió a la palestra para advertir que no se aceptarían protestas: “Cumplid la ley, y eso que decís de la represión no será necesario” dijo, en su habitual tono aleccionador. Pero esa misma noche miles de ciudadanos salieron a las calles para pedir la renuncia del presidente. Desde ese mismo momento quedó claro que esa protesta no iba a salir gratis.
La respuesta del poder fue brutal. Primero se cortó internet para evitar que los manifestantes se organizasen y que salieran a la luz la violencia que estaba por llegar, luego llegaron los OMON, la policía antidisturbios, que cargó con una violencia salvaje contra los manifestantes, la mayoría pacíficos, otros, los menos, violentos.
La candidata presidencial opositora Svetlana Tijanovskaya se ha mostrado dispuesta este lunes a convertirse en "líder nacional" durante el periodo de transición que lleve a la celebración de nuevas elecciones en Bielorrusia, donde la reelección de Alexander Lukashenko en los comicios del 9 de agosto ha desencadenado una ola de protestas sin precedentes.
"Estoy dispuesta a asumir la responsabilidad y actuar durante este período como líder nacional. Para que el país se calme y entre en un ritmo normal", ha comentado Tijanovskaya, que se encuentra en Lituania, en un mensaje difundido por su equipo electoral.
Asimismo, ha defendido la necesidad de que se libere a los "presos políticos" y que se prepare cuanto antes el marco legislativo que permita la celebración de nuevas elecciones presidenciales. "Elecciones reales, justas y transparentes que serán aceptadas incondicionalmente por la comunidad internacional", ha recalcado, según informa la agencia rusa Sputnik.
Entretanto, tras las multitudinarias protestas registradas el domingo en todo el país contra Lukashenko, a quien sus partidarios arroparon en una concentración en su favor en Minsk, este lunes están llamados a la huelga general los trabajadores de las empresas del país en rechazo a la reelección del mandatario. Las manifestaciones que siguieron al anuncio de los resultados se han saldado hasta el momento con al menos un muerto y miles de detenidos.
El Gobierno británico ha avisado de que "Reino Unido no acepta los resultados" de las elecciones presidenciales de Bielorrusia, en las que, según los datos oficiales, el actual presidente, Alexander Lukashenko, se impuso con más de un 80 por ciento de los votos y obtuvo su sexto mandato.
"El mundo ha observado con horror la violencia utilizada para reprimir las protestas pacíficas por parte de las autoridades", ha dicho Raab, en alusión a una respuesta policial que se ha saldado con miles de detenidos.
El jefe de la diplomacia británica ha solicitado "urgentemente" una investigación independiente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), tanto sobre la votación en sí como sobre la represión posterior. Asimismo, ha advertido de que Reino Unido colaborará con otros países para sancionar a los responsables de esta crisis y "hacer que las autoridades bielorrusas rindan cuentas".