Han de hablar poco entre sí los hombres alemanes sobre sexo. Porque parece que ha tenido que venir una mujer, Katja Lewina, (Moscú, 1984), para poner sobre la mesa en el país de Angela Merkel muchos de los problemas que tienen ellos con la sexualidad.
Lewina, autora de éxito para temas de sexualidad pues el año pasado ya firmó un superventas titulado Sie hat Bock, presenta estos días en Alemania su último volumen. Está dedicado a la sexualidad masculina y se titula Bock: Männer und Sex (Ed. Dumont, 2021),Bock: Männer und Sex o sea, “Ganas: hombres y sexualidad”.
El libro surge de dilatadas entrevistas con un grupo de treinta hombres con los que Lewina habló de sexualidad. Muchos de ellos se abrieron a ella como nunca lo habían hecho antes.
“Todos los hombres de este libro me dicen que ese espacio para hablar de sexualidad falta entre los hombres, y que les gustaría que existiera. Y por eso, en todas las entrevistas que hice, los hombres no querían dejar de hablar”, cuenta Lewina en esta entrevista con NIUS. “Cuando decía, después de un par de horas de entrevista, 'tengo que irme', me decían: '¡No, tengo tanto que contarle!”, añade.
Ante la fuerza con la que influyen tradicionales estereotipos sobre lo que implica ser hombre en la cama, algo en lo que pesa mucho el uso que se da a la pornografía, según Lewina, esta autora anima a una suerte de emancipación masculina.
Los hombres, a su entender, tienen que empezar a hablar entre ellos de sexo sin espíritu competidor, fuera de los diálogos de vestuario que llevaban a decir al ex-presidente estadounidense Donald Trump cosas como: “cuando eres una estrella, te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño”.
Para Lewina, los hombres tienen que hablar de otro modo de sexo. “Y esto hay que empezarlo ya”, advierte esta autora.
P: Usted estudió literatura eslava y teología. Pero se ha dado a conocer al gran público en Alemania por escribir sobre sexo. ¿Por qué dedicarse a este tema?
En realidad, la sexualidad juega un papel importante en todas las religiones del mundo, del mismo modo que en la literatura, obviamente, porque está compuesta de drama, pasión, amor y todas esas cosas. El sexo es un tema universal. La sexualidad es algo que nos marca y nos define. Al final, estamos en este plantea para mantener a la especie, como pasa con el resto de animales. Y para eso es necesario el sexo. La sexualidad está dentro de nosotros como un instinto y afecta a todas las personas. A usted, a mí, a todo el mundo ahí fuera. Todo el mundo tiene su propia relación con la sexualidad, incluso la gente asexual. Porque cuando uno es asexual, uno tiene que ocuparse de esa cuestión: ¿por qué yo no tengo sexo y los otros sí?
P: Usted lleva ya dos libros escritos sobre el tema, uno sobre la sexualidad femenina y su último, sobre la sexualidad masculina. ¿Cómo empezó a interesarse por estos temas?
Empecé investigar estos temas de un modo periodístico hasta darme cuenta de que el modo en que se vive la sexualidad hay mucho sexismo. Todos tenemos esa idea de que así le gusta el sexo a las mujeres y de que así le gusta a los hombres. Pero eso son clichés que están ahí y que nos influyen mucho. Nos dejan muy poco margen para la libertad. Por eso empecé a dedicarme al tema de la sexualidad.
P: ¿De dónde vienen esas ideas sexistas? ¿Y por qué son sexistas?
No sé si usted está muy iniciado en la idea del patriarcado sobre el dominio de los hombres. Vivimos en una sociedad patriarcal, aunque con el tiempo hombres y mujeres somos iguales ante la ley. Pero esta igualdad es algo que consiste en un desarrollo relativamente reciente. No hace tantas décadas, las mujeres no podían votar, no podían tener su propio dinero, no podían elegir sobre su modo de vivir su sexualidad. En resumen, durante miles de años, la mujer ha sido la propiedad del hombre. Esto es algo que se ve, si lo piensa, en las bodas.
Porque es el hombre el que pide la mano, en la ceremonia el padre pone en manos del novio a la novia. Todo esto son presentaciones patriarcales de la mujer. En Alemania, por ejemplo, al casarse, la mujer abandona su apellido y recibe en la gran mayoría de los casos el de su marido. En suma, ahí está la idea del hombre como el sexo superior, idea que es muy antigua. A través de las leyes, se dan derechos y libertades a las mujeres. Pero esa idea sigue ahí y tiene una influencia en nuestra sexualidad.
P: ¿Podría ponerme otro ejemplo?
El porno, por ejemplo. En el 99% de los casos lo que hay en el porno son situaciones de dominación de la mujer. El hombre domina a la mujer en el porno, usa a la mujer para su satisfacción personal. Esto me hace pensar en la expresión inglesa que da título al libro de la escritora feminista Jessica Valenti He's a Stud, She's a Slut (Ed. Seal Press, 2009), algo así como “Él es un semental y ella es una zorra”. Como si el hombre fuera el único que necesita mucho sexo, me refiero a esa idea de que el sexo hace que la existencia del hombre se valore. En esta lógica, el hombre es estupendo cuando conquista muchas mujeres y tiene una sexualidad muy marcada y un gran pene, mientras que la mujer tiene más valor cuando está con pocos hombres. Ahí se ven dos papeles, el rol del hombre es activo y el de la mujer pasivo.
P: En su último libro, usted ha hablado con una treintena de hombres sobre sexualidad. ¿Ha encontrado usted en esas conversaciones las ideas de las que me habla?
En el grupo de hombres con el que he estado en contacto, busqué personas que se no inscribieran necesariamente en estructuras conservadoras de pensamiento. Me refiero a personas abiertas, feministas y, con todo, en todos estos hombres siempre estaba esa idea tradicional del hombre muy presente. Incluso se daban cuenta de que tenían pensamientos sexistas o tenían preguntas del tipo: ¿por qué mi pene es tan pequeño?¿por qué tengo miedo de no ser suficiente para una mujer? Este tipo de pensamientos están prácticamente presentes en todo el grupo de personas con las que hablé, incluso cuando eran hombres muy concienciados sobre el sexismo.
P: ¿Cómo lidiaban con esos pensamientos? Al final, para vivir una vida plena, el tamaño de pene no parece ser algo tan importante...
No hay muchas estrategias para lidiar con esto. La única que hay es ser consciente de que, cuando uno piensa estos clichés hay que decirse: “ah, estoy pensando esto, pero ¿eso es lo que pienso yo de verdad o es un automatismo?”. En realidad, este tipo de pensamientos no hacen una vida mejor o peor. Tener problemas de erección tampoco hace que la vida sea algo que merezca menos la pena vivir. En resumen, hay que ser consciente de que ideas como esa de ser un hombre duro que no muestra debilidades no pertenecen a la persona, sino que es algo que viene de la sociedad.
P: Imagino que antes de ponerse a escribir ha tenido usted que leer mucho y, claro está, hablar mucho con ese grupo de hombres. ¿Qué aprendió usted de ellos?
Lo que me impactó es que la imagen que tenían de ser hombre estaba compuesta de clichés. Pensé que estábamos más lejos de esos clichés. Pero esas ideas están ahí. Para mí fue una sorpresa ver que esos clichés son en realidad desafíos para todos esos hombres que tienen que enfrentarse a esas ideas, buscando nuevas formas de ser hombre y permitirse así ser hombres de otra manera. Me sorprendió de verdad esa presión que tienen los hombres por tener que rendir, ser un amante fabuloso y, también, que cuando los hombres están en contacto entre ellos y hablando de sexualidad, me sorprendió que ese diálogo acaba siendo una suerte de competición.
Por ejemplo, una competición sobre quién ha estado con más mujeres. No se deja espacio para las debilidades. O, también, a la hora de hablar de problemas en una relación, siempre hay que marcar que uno es el fuerte. Esto me llegó bastante, porque hay una gran diferencia entre las amistades entre mujeres, en las que todo se habla siempre y no existe una competencia como entre los hombres. Porque éstos nunca quieren aparecer ante el otro como un perdedor.
P: ¿Cómo dio usted con ese grupo de hombres que le ayudaron a realizar su libro?
Eran personas, porque así lo quise, que no estaban en mi círculo más cercano. Sino eran más bien amigos de amigos. Me puse en contacto con ellos porque pude saber que, en algunos casos, tenían una historia interesante. Pero son, en general, hombres anónimos para mí que me contaron sus historias. También hay hombres que son personalidades públicas conocidas por ser profesionales en esto de la sexualidad o de temas de pareja y a los que llegué porque conozco su trabajo.
P: Hablaba usted del modo en que los hombres hablan entre ellos de sexualidad. ¿En qué medida quiere ser su libro un espacio en el que otros hombres pueden encontrar a otros hombres hablando de sexo?
Todos los hombres de este libro me dicen que ese espacio para hablar de sexualidad falta entre los hombres, y que les gustaría que existiera. Y por eso, en todas las entrevistas que hice, los hombres no querían dejar de hablar. Cuando decía, después de un par de horas de entrevista, 'tengo que irme', me decían: “'¡No, tengo tanto que contarle!”. Hay una gran necesidad en los hombres de hablar de sexo. Todos los hombres con los que hablé me trasladaron esa idea. Espero que en los próximos años se pueda crear otra cultura del diálogo sobre estos temas.
P: En su anterior libro, que trataba la sexualidad femenina, ¿Se planteaba esa misma necesidad de hablar?
Bueno, el primer libro sobre sexualidad femenina lo orienté más a mi experiencia personal, y en base a conversaciones con amigas. Entonces no hice tanto trabajo de entrevistas. Ahora, yo no podía escribir sin tener de primera mano la perspectiva de los hombres. Para mí era muy importante tener esas conversaciones tan privadas que tuve. Pero, está claro, las mujeres hablan con mucho gusto sobre sus experiencias sexuales de pareja. Las mujeres hacer esto entre ellas. Los hombres lo hacen más con una mujer porque no tienen ese factor de competencia del que le hablaba. Pero entre hombres, este tipo de comunicación es muy complicado que se dé. En este sentido, yo he sido para estos hombres una entrevistadora ideal porque les he permitido hablar sin problemas. Porque yo no voy a competir con ellos sobre el tema de la sexualidad como haría otro hombre.
P: En su opinión, ¿por qué existe esa ausencia de comunicación sobre sexualidad entre hombres de la que habla?
Pienso que el factor más importante es que entre hombres las relacione funcionan mucho con jerarquías y que uno no puede mostrar debilidad. Porque a partir del momento en que muestras una debilidad, caes en la jerarquía. Dejas de ser animal alfa. También hay algo en la socialización. Las chicas, desde muy temprano, se crían en la relación con los sentimientos y los cuidados a los otros, mientras que para los chicos hay esa idea de criar a chicos duros. Hay estudios que dan cuenta de que los padres educan y hablan de forma diferente a los niños respecto a las niñas. Y luego está el factor de los padres. Éstos son un ejemplo a seguir. Y, en Alemania, por lo general, lo que más se da es la figura del padre que no habla de sentimientos y que se contiene siempre pues lidia con sus problemas él sólo, además de no llorar nunca.
P: Pero siempre se podrá decir que los hombres hablan de sexo, que no hay tal vacío sobre el tema, porque hablan de sexo aunque sea en los vestuarios de los gimnasios.
Sí, pero ahí sólo van a hablar de sexo exagerando y sólo cuando son especialmente exitosos. Por ejemplo, el ex-presidente estadounidense Donald Trump ya hizo referencia a esa forma de hablar de sexo diciendo aquello de: “cuando eres una estrella, te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño”. Esto es el modo en el que los hombres hablan de sexo en su forma más extrema.
P: Entre los treinta hombres con los que habló, ¿Qué idea había de este tipo de situaciones de vestuario?
Pues que eso, en general, no vale para nada. Eso no lo necesita nadie. Lo que los hombres necesitan es abrirse y permitirse poder ser frágil.
P: ¿Es un problema que los hombres enfoquen su sexualidad en general hacia la satisfacción de su pareja en lugar de pensar sobre sí mismos y lo que les satisface a ellos?
Hacer que la mujer tenga un orgasmo es algo que le da un gran empujón al ego de los hombres. Pero la idea de cómo llevar a la mujer al orgasmo está muy lejos de cómo eso ocurre en realidad. Muchos hombres, y esto viene de la pornografía, tienen la idea de que el buen sexo es sexo duro, de que el buen sexo consiste en ser dominador, de que el buen sexo parte de tener un gran pene o que el buen sexo es ser una especie de máquina que tiene que rendir bien en lugar de mostrarme de otra forma. Se quiere satisfacer así una idea previa que se tiene en lugar de atender a lo que uno quiere e incluso a lo que quiere la pareja. Yo creo que existe un problema porque hay muchos hombres que tienen que rendir en lugar de atender a lo que quiere la pareja y a lo que quieren ellos mismos.
P: Por lo que cuenta parece que la pornografía es el código que utilizan los hombres para tener sexo, ¿es así?
Absolutamente. Y el problema está en que la pornografía mainstream siempre funciona con el mismo esquema. La mujer siempre está ahí disponible, siempre es sexo duro, siempre hay un elemento de violencia. Pero esa violencia no va de la mujer al hombre. El hombre es el que siempre da el cachete al culo de la mujer. Hay esa fijación con el placer masculino, con el esperma, que juega un papel muy importante. Porque en el porno ocupa un papel muy importante cuando el hombre eyacula. Pero todo eso es un gran teatro, en el que hay una jerarquía con el hombre arriba y la mujer abajo.
Pero el problema no es, en general, la pornografía. Porque también hay pornografía que funciona de otro modo, en la que no hay penes de quince centímetros ni mujeres ni hombres con cuerpos esculturales. Esos cuerpos no son reales, y sin embargo, nos comparamos con ellos. De ahí que haya tantos hombres con problemas con el tamaño de su pene, porque sólo ven los grandes penes del porno y esos cuerpos super entrenados del porno mainstream. Ya le digo, hay otro tipo de pornografía. Pero no es tan popular. Hay que buscarla. En ella hay otras sexualidades expresadas.
P: Ante la presión que pesa sobre los hombres en lo que respecta a la sexualidad. ¿Qué consejos les daría usted para que tuvieran una vida sexual más saludable?
Si tuviera la solución a todo este problema sería algo realmente de lo que alegrarse. No la tengo. Pero puedo decir que la primera cosa que hay que hacer es valorar los sentimientos y pensamientos que uno tiene. Porque mucha de la presión que se sufre viene sencillamente por una educación que plantea una serie de imágenes y modelos que están ahí de forma inconsciente. Y una segunda cosa: sencillamente, hablar. Hablar con los amigos sobre sexo, pero fuera del espíritu de esas conversaciones de vestuario de gimnasio. Y esto hay que empezarlo a hacerlo ya, porque si no no va a ocurrir nunca.
P: O sea, que usted les está diciendo a los hombres: ¡Sed valientes, hablad de sexo entre vosotros!
¡ Sí, por supuesto !