"Una idea falsa, pero clara y precisa, tendrá más poder en el mundo que una idea verdadera y compleja". No, no es un eslogan actual, aunque podría serlo. Lo dijo Alexis de Tocqueville, y hoy vivimos inmersos en esta realidad. No es la única. Los Joker de la política triunfan, al igual que el filme protagonizado por Joaquin Phoenix (ganador de un Oscar), que arrasa en la taquilla americana y mundial recaudando ya más de 1.000 millones de dólares presentando a un inadaptado, enfermo, como un líder al que siguen las masas por su capacidad de ir contra el sistema.
No parece una casualidad que en países como Gran Bretaña, Francia o España el filme haya triunfado. Hablamos de un país que acaba de dar luz verde a un Brexit histórico, otro que día sí y día también inunda las calles de manifestantes contrarios a las reformas de Macron y el nuestro, cuya política de trinchera acelera sin freno creando algo que se creía olvidado, pero que siempre estuvo latente, las dos Españas.
Así, la globalización, la crisis económica, el poder de las redes sociales, las fake news combinadas con la posverdad, la batalla por la igualdad entre hombres y mujeres y el hartazgo ante unas élites políticas que muchos consideran fracasadas e inoperantes en los momentos clave han llevado a la democracia a la UVI.
Daniel Innerarity ha escrito un libro que se convierte en necesario, 'Una teoría de la democracia compleja' (editorial Galaxia Gutenberg) en el que analiza el futuro de una democracia liberal atacada desde todos los frentes. El filósofo pone el dedo en la llaga al destacar que hoy el mayor peligro de la democracia no es la violencia ni la corrupción, pese a los daños que causan, evidentes, sino la simplicidad.
Y la realidad parece, si la analizamos con la pausa que nunca tenemos hoy (otro hándicap), que nos pone ante el espejo. Los triunfos de Trump, Bolsonaro, BolsonaroBoris Johnson se explican ante esta realidad. Porque son los ciudadanos, en gran parte, los que tienen menos recursos, los que apuestan por un líder Joker que arrastre, diga lo que diga, o tuitee lo que tuitee.
Lo que el propio Innerarity considera machos alfa de la política. Liderazgos viriles ante el miedo y la inseguridad que genera el cambio. Todos ellos han demostrado que saben manejarse en las reglas del mundo de hoy. Si nos damos cuenta, todos ellos señalan siempre un culpable concreto, un modo que elimina la culpa de los propios ciudadanos. En este sentido, "se ha culpabilizado mucho a Bruselas porque ante muchas decisiones complicadas, sabemos lo que tenemos que hacer pero no sabemos cómo hacerlo para que nos vuelven a elegir", confesó Juncker y dijo una verdad insólita en política. Los políticos Joker delegan en Bruselas y le culpan de los males.
No considera tampoco Innerarity que estemos ante una segunda oleada de fascismo, "término que se usa hoy para todo sin recordar realmente lo que significa y de dónde viene el término. Más que fascistas, hablamos de oportunistas que como Trump han visto como nadie cómo adaptarse al mundo de hoy cambiando las reglas del juego y el debate político con un solo tuit", considera el experto.
"La comparación que se hace con los años 20 es poco sutil hablando de los prefascismos. Esta democracia fue concebida para Estados homogéneos, verticales, para sociedades sencillas, para ciudadanos con poca formación. Pero ahora las sociedades se han convertido en horizontales donde las redes sociales tienen fuerza", argumenta en contra de la pusilanimidad con la que se vuelven a usar unos términos que creíamos cosa del pasado.
Hoy, el mensaje lo es todo, y el cómo se transmite también. La falta de confianza de los electores y su negativismo son caldo de cultivo para su éxito. Porque los electores de hoy o son hobbits, o son hooligans. Los primeros tienen tan poca formación como escaso interés en participar en el debate público. Los segundos, tienen tanta información y deseo de participar como prejuicios.
Como el Joker que triunfa en las salas, en ocasiones, las peores perversiones políticas suelen hacerse en nombre de la democracia. No hay nada malo en votar, como señala Innerarity, pero "tener que votarlo todo, continuamente, puede convertirse en una auténtica pesadilla", porque "la democracia exige tanto el respeto a las minorías como el derecho de las mayorías a tomar las decisiones". Ni la dictadura del click es la situación idónea ni el dominio de los expertos tampoco.
Los electores, como los seguidores de Joker, se comportan como voyeur, consumidores, por lo que apostar por la simpleza y el rechazo al otro son rentables. La emoción puede y más si el pueblo es adulado, no tiene la culpa de nada. Por eso se abusa de la demoscopia y la transparencia que se vende como absoluta cuando no lo es.
Pese a este panorama de confusión, Daniel Innerarity reconoce que "la democracia sí que tiene remedio. Hay aspectos prometedores, pero estamos ante una democracia que no atiende a la complejidad, que se ha adaptado mal. Estamos ante un entorno de cambios acelerados, situaciones críticas, pero también oportunidades. Se van a vivir cosas inéditas", señala a Informativos Telecinco en un alarde de optimismo.
La nueva realidad social obliga a un "rediseño institucional para poder soportar los cambios. Y en este sentido ahora nos sentimos huérfanos de líderes sin entender que las sociedades líquidas impiden esos líderes con propiedades salvadoras, redentoras. El mundo ya no depende de la gente que está al mando, que no son ni ángeles ni demonios y cuya forma de actuar cambia". Por eso sus opiniones fluctúan sin consecuencias.
Para Innerarity, "hay poderes más relevantes que los políticos que no han sido elegidos, un poder opaco que se encuentra con instituciones débiles. La falta de apuesta por la inteligencia colectiva es una lacra del actual sistema". Y esto provoca efectos también, como el boom de las teorías conspiranoicas.
"No podemos hablar solo de legalidad y participación, la gobernanza actual requiere interactuar. El poder jerárquico está demostrando que tiene una capacidad limitada. Por eso hay que superar la política de competición a corto plazo que es la que impera hoy y hay que diseñar estrategias de futuro".
A todo esto hay que añadir la dictadura del click, "que ha hecho mucho daño, pero las fake news son el precio que hay que pagar. Hay que combatirlas y se está haciendo", considera el experto, que también cree que las protestas para modificar la agenda política serán habituales aunque las oposiciones se deberían hacer dentro del Parlamento".
España vive como pocos países inmerso en un conflicto político como el catalán. Innerarity considera que "la legalidad es un valor porque sin ella no hay democracia, pero debe estar acompañada del diálogo dentro de los marcos constitucionales".
Y deja claro lo que estamos olvidando, lo que viene. La inteligencia artificial, la tecnología los algoritmos.... nuevas realidades de las que se habla poco. Y marcarán el futuro.