Xi Jinping se postula como dueño del pasado y del futuro de China
Entre el 8 y hasta el 11 de noviembre se celebrará una reunión del Partido Comunista con un tema en la agenda: la resolución histórica
Será la tercera resolución de la historia del país tras las de Mao Zedong y Deng Xiaoping
Jinping busca reforzar su poder, postularse como la única alternativa y reescribir la historia
Extrapolar a la China de Xi Jinping la conocida frase escrita por George Orwell en 1944, “la historia la escriben los vencedores”, obliga a añadir una segunda idea a la oración: “… y quienes perpetúan su poder al frente de las naciones”. El máximo mandatario chino está a las puertas de su tercer mandato de cinco años como líder del Partido Comunista y entre ceja y ceja sólo tiene un objetivo: eternizar su figura como hicieron Mao Zedong y Deng Xiaoping. Dejar un buen legado se convierte en su propósito primordial, en una finalidad que está a la altura del papel, de la pólvora o de la brújula, invenciones éstas que son el orgullo de la civilización china. Jinping busca materializarse, metafóricamente, en estos artilugios y convertirse en el pliego donde reescribe la historia del partido, la fuerza que disipe cualquier oposición y el compás que indique el rumbo que debe llevar su nación.
Desde el lunes 8 de noviembre, unos 370 miembros de la élite política y militar se reúnen en Pekín para celebrar el cónclave anual del Comité Central del partido. Durará cuatro días y el único tema de la agenda que se ha hecho público es el de llegar a una resolución sobre la historia del partido, es decir, acordar cómo adaptar el pasado para ensalzar el presente y presentar un futuro próspero en el que Jinping tiene todas las respuestas y soluciones para que el gigante asiático sea la mayor potencia del mundo. Hasta llegar a este punto, el presidente ha cambiado las reglas de la política, de la economía y de la sociedad. Ahora sólo le falta contar la historia del país a su manera en el año en que se celebra el centenario del Partido Comunista, efeméride que en el Gobierno perciben como un cambio de época.
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Se trata de la tercera reunión de este tipo que se celebra en el siglo de existencia del partido
En ambos casos, los líderes buscaron consolidar sus poderes y utilizaron la historia de forma diferente en sus resoluciones. Las dos anteriores fueron guiadas por Mao en 1945 y por Deng en 1981 y demostraron ser clave porque establecieron la narrativa oficial del partido y orientaron el liderazgo y la política del futuro. La primera resolución fue un compendio elaborado por Mao y su cúpula donde concretaron las lecciones sobre su perspectiva de la historia política y militar del país. El fundador del Partido Comunista justificó en aquel cónclave el haberse deshecho de sus enemigos, culpándolos de los errores del pasado para poder posicionarse como líder incuestionable.
La segunda se redactó cuando Deng, considerado como el ‘Arquitecto de la China Moderna’, comenzó la reforma y apertura de China al exterior para formar parte del libre mercado -el capitalismo se convirtió en una ideología aceptada-. En ella declaró que la Revolución Cultural de Mao fue un error y le culpó del caos social reinante en la época, donde propició una guerra de clases que acabó en millones de muertos. Se convirtió en ‘el gran timonel’ que dejó a la sociedad china a la deriva. Aquella resolución dejó frases para la historia como que Mao había tenido “un 70 por ciento de razón y un 30 por ciento de equivocaciones”.
Son muchas las conjeturas sobre cómo reescribirá la historia Jinping, quien está sometido a una presión interna que sigue anclada en el pasado. Las resoluciones históricas anteriores, de naturaleza opuesta, siguen generando división. Según los analistas, a su izquierda están los neomaoístas que ensalzan a Mao, su líder referencia, y culpan a Deng de problemas como la desigualdad o la corrupción. A la derecha de Jinping hay un discreto núcleo que teme estar alejándose de la reformas de Deng y a los que inquieta la posibilidad de que China esté retrocediendo hacia una dictadura. No en vano, el actual máximo mandatario ha acumulado un control personal mucho mayor que el de sus predecesores inmediatos. En 2018, el partido votó por mayoría casi absoluta el fin al límite de dos legislaturas presidenciales instaurado en la década de los noventa. Fue entonces cuando se gestó el fundamento, la base para elevar un estatus que se verá reforzado cuando el 11 de noviembre se apruebe una nueva visión de la historia: la suya.
Xi Jinping, el tercero en discordia
Jinping pretende ser el tercero en discordia y ha optado por dejar claro a través de sus amplificadores mediáticos que ni Mao ni Deng deben ser usados para rechazar al otro, que no debe existir un “nihilismo histórico” que borre el sentido de los fundamentos del ayer (ha llegado a crear leyes que tipifican como delito la difamación de los héroes del pasado) y que no quiere repetir los errores de potencias como la Unión Soviética, cuyo ocaso sucedió por no proteger los legados de Lenin y Stalin. Tampoco quiere entrar en contradicciones y generar dudas sobre su figura como mandatario de por vida. Las sospechas de los analistas chinos ubicados en países occidentales es que mientras las resoluciones anteriores fueron reflexiones sobre errores del pasado, la actual ensalzará los éxito de los casi 10 años que Jinping lleva en el poder (será potencialmente reelegido a finales de 2022).
“El propósito de la resolución es consolidar el nuevo enfoque de Xi y cerrar la puerta a la era de las reformas de Deng”, afirmó a Reuters Trey McArver, socio de la consultora Trivium. “Esto significa redoblar el sistema político unipartidista de China, reajustar la economía hacia un modelo de crecimiento más inclusivo y de mayor calidad, y ser más asertivo en los asuntos globales”, añadió.
Hay pocas certezas y muchas pistas sobre esta resolución, que no se hará pública hasta que finalice el pleno. Según publica The Economist, “se espera que celebre los logros del partido, minimice los horrores desatados por Mao y sugiera que Mao, Deng y Xi han compartido la misma visión. Los reinados de Mao y Deng se presentarán como fases preliminares esenciales antes del inicio de la ‘nueva era’ de Xi. Mao ayudó al pueblo chino a ‘levantarse’ tras un siglo de humillación por parte de las potencias extranjeras. Deng puso a China en el camino de ‘enriquecerse’ tras siglos de pobreza. Ahora Xi está ayudando a China a ‘hacerse fuerte’. La resolución elogiará el acertado liderazgo de Xi en la gestión de los retos sociales, económicos y de seguridad nacional, y sugerirá que su sabiduría sigue siendo necesaria”.
Otros analistas sugieren que se pasará de puntillas sobre eventos como la Revolución Cultural y que no mencionará el Gran Salto Adelante de los años cincuenta y sesenta (paso de la economía agraria a la industrialización que provocó decenas de millones de muertes por inanición), ni la matanza en la Plaza de Tiananmen en 1989 (miles de manifestantes por la democracia murieron a balazos o aplastados por tanques del Ejército Popular de Liberación). Las predicciones apuntan a que el contenido se concentrará en su mandato y sus objetivos de futuro en convertir al país en una “nación socialista moderna, próspera y fuerte”, reducir las desigualdades sociales y reconquistar Taiwán.