La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ha sido reelegida con una histórica mayoría absoluta al obtener el 49% de los votos en las elecciones nacionales, lo que permitirá gobernar en solitario, algo que no pasaba desde hacía 24 años. El partido Laborista ha visto confirmada su gran victoria tras la concesión de la derrota proclamada por su rival del Partido Nacional, Judith Collins.
Con un 80% de votos escrutados, los laboristas logran su mejor resultado en casi un siglo, más de 20 puntos por delante de un Partido Nacional que ha caído en la más absoluta debacle, con su peor resultado provisional (27%) desde 2002.
El 49% de votos actual concede por ahora a Ardern la mayoría absoluta en el Parlamento al traducirse en 64 escaños, tres más de los necesarios para consolidar su dominio en la cámara de 120 diputados. Y es que el resto de los partidos no alcanzan los dobles dígitos: El liberal ACT Nueva Zelanda de Tim Jago y David Seymour registra un 8,1% de las papeletas, mientras que los Verdes se están moviendo en un 7,5% de apoyo.
El sistema electoral de Nueva Zelanda dificulta los gobiernos en solitario, y no hay partido que haya obtenido una mayoría absoluta desde 1996, pero Ardern está en camino de conseguirlo; el más izquierdista, además, si termina de incorporar el programa de los Verdes, pero pendiente de las necesidades de los votantes de centro, preocupados por la espiral de deuda en la que se está sumergiendo el país.
El resultado es consecuencia directa de la excelente gestión de Ardern frente a la amenaza del coronavirus, erradicado por ahora en la práctica totalidad del país, en detrimento de un Partido Nacional incapaz de estimular a la población con su promesa de bajar temporalmente los impuestos.
Otro de los grandes derrotados de estas primeras horas de recuento es el socio de coalición de Ardern, Nueva Zelanda Primero, que de momento saca un 2,3 por ciento del voto, lejos del 5 por ciento necesario para entrar en el Parlamento; un resultado que podría dar la estocada final a uno de los grandes nombres de la política neozelandesa, Winston Peters, un hombre que, en su apogeo, se erigió como elemento clave para configurar gobiernos.