Muy poco – o nada – permite imaginar que un candidato salido de la izquierda llegue lejos en las elecciones presidenciales que Francia celebrará el año próximo.
Ahora bien, al votante de izquierdas no le faltan posibilidades de voto para esos comicios. Ahí está Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierdista Francia Insumisa, un partido al que comparar con Podemos en España; Yannick Jadot, candidato a presidente de Los Verdes; la socialista Anne Hidalgo; el socialista supuestamente retirado de la política que quiere volver a lo grande como jefe de Estado Arnaud Montebourg; y el comunista Fabien Roussel.
Esos aspirantes están ordenados según la intención de voto que le atribuyen los sondeos. A falta de cuatro meses para las elecciones presidenciales, ninguno de ellos supera el 10% de la intención de voto, según una encuesta del instituto Ipsos publicada esta semana por el diario Le Parisien.
Mélenchon y Jadot, con un 8% y un 7% respectivamente, eran los aspirantes más apoyados de acuerdo con ese estudio de opinión. En él, a Hidalgo, candidata del Partido Socialista (PS) francés, se le atribuía un 5%, a Montebourg un 2,5% y a Roussel un 2%.
No hace tanto, sin embargo, Francia tenía un presidente socialista. François Hollande estuvo en el poder entre 2012 y 2017 como líder del PS. Pero con el final de su mandato llegó también el final de las esperanzas de la izquierda gala para situar a uno de los suyos en el Palacio del Elíseo.
“Después de los cinco años en el poder de Hollande, un mandato que acabó con una popularidad extremadamente débil del presidente y de la izquierda en general, la izquierda acabó muy dividida, una división que llegó hasta el corazón del PS. Recuerde que ni Hollande pudo representarse a presidente, algo absolutamente excepcional”, explica a NIUS Pascal Perrineau, politólogo y profesor del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences-Po).
“En realidad, la izquierda está muy débil en Francia desde hace años”, según Perrinau. A su entender, y de esto dan cuenta también los sondeos que hablan de la escasa intención de voto que hay a favor de los Mélenchon, Jadot, Hidalgo y compañía, “la izquierda ha perdido su base popular”.
“En Francia la izquierda se ha convertido en una izquierda de los barrios acomodados de los burgueses bohemios, del liberalismo cultural y una izquierda que se ocupa más de los derechos de las minorías que de reivindicaciones sociales y económicas”, según Perrinau.
Esa transformación de la izquierda no sólo es achacable a los años en el poder de Hollande. Según Alejo Schapire, periodista argentino que trabaja en la radio pública gala y autor del libro “La traición progresista” (Ed. Península, 2021), los males de la izquierda gala se deben, en parte también, a sus grandes éxitos.
“Uno de los factores que explican el derrumbe de la izquierda francesa, encarnada en su momento por Hollande, aunque también vemos esto en España, donde el PSOE necesita de Podemos para Gobernar, en la necesidad de alianza a tres de los socialdemócratas alemanes para poder gobernar o en las últimas derrotas del laborismo británico, es que ese derrumbe se produce porque, paradójicamente, ya ha ganado. Sus ideas, basadas en el estado de bienestar y un mercado abierto y competitivo, eso ya no se discute”, explica Schapire a NIUS.
“Ahora todos los partidos, y la población también, han absorbido eso como parte del sentido común. Esto ha hecho que los grandes partidos del centro-izquierda hayan dejado de ser atractivos”, abunda. En esta línea, Perrinau señala que el mensaje de la izquierda se ha diluido en las últimas décadas.
“El mensaje político de la izquierda era fuerte en los años 50, 60 y 70, porque había un discurso sobre la distribución de la riqueza a través del Estando en el ámbito nacional, pero hoy, en el ámbito global, con unas economías tan abiertas, la gente no ve bien qué tiene que decir sobre esto la izquierda”, señala el profesor de Sciences-Po.
“En la izquierda dicen querer más poder para el Estado, pero la gente se da cuenta de que esas soluciones son algo del pasado, que el Estado está híperendeudado, que es prácticamente impotente. Es como si las soluciones de la izquierda hubieran perdido crédito político”, agrega Perrinau.
En este contexto, salvo aparentemente las excepciones de Roussel o Hidalgo, la izquierda en Francia se ha entregado a las causas post-materiales, como ha ocurrido en Alemania ostensiblemente con el partido de Los Verdes.
“Los Verdes franceses son los que mejor encarnan la nueva izquierda, con todas las características – o vicios, según se mire – que hacen que la izquierda ya no se identifique con el electorado tradicional de la izquierda sino en los burgueses bohemios, especialmente la clase urbana ganadora de la globalización y las minorías étnico-sexuales, a las que seduce con lenguaje inclusivo o temas de sociedad como hacer desaparecer los árboles navideños o sacar la carne de las cantinas escolares”, explica Schapire.
Por otra parte, Mélenchon y su Francia Insumisa también “está recuperando el lenguaje de la izquierda identitaria, centrándose en temas anti-coloniales, el anti-racismo y toda esa tendencia que ha hecho que la izquierda haya cambiado la lucha de clases por la lucha de razas”, según el autor del “La traición progresista”.
Además, en el caso de Mélenchon, éste hombre de pasado socialista y de carrera política dilatadísima – entró en política en los años 70 –, “tiene un problema de ego muy fuerte, pues piensa que va a tumbar a la vieja izquierda para reencarnarse en una especie de Podemos español, algo similar a los movimientos bolivarianos de Latinoamérica, que para él son la referencia”, abunda Schapire.
Es esta izquierda centrada en causas inmateriales la que la intelectual francesa Caroline Fourest ha reprochado en NIUS el haber rehabilitando la palabra “raza” y hacer “el juego de la extrema derecha identitaria racista”. No obstante, a ese juego parece estar sacando más réditos los sectores más enconados de la derecha francesa, como demuestra la candidatura del polemista Éric Zemmour. La aventura política de este hombre al que se ha llamado “Trump a la francesa” ha puesto patas arriba la política gala.
El citado sondeo de Ipsos publicado en el diario Le Parisien, en el que el presidente Emmanuel Macron lideraba aglutinando un 25% de la intención de voto, Zemmour lograba un 14%, algo menos que Marine Le Pen (17%), la lideresa de la ultraderechista Agrupación Nacional (RN). También por encima de cualquier candidato de izquierdas a la Presidencia de la República está Valérie Pécresse, aspirante del partido conservador Los Republicanos.
En este panorama, a falta de cuatro meses para las presidenciales, los candidatos de la izquierda parecen jugar un papel secundario, como si la carrera hacia el Elíseo no fuera realmente con ellos. “La izquierda está condenada a presentar en estas elecciones presidenciales candidaturas testimoniales”, según Perrinau.
De lo contrario, la iniciativa “Primarias Populares”, una idea ciudadana lanzada con el objetivo de que un sólo candidato de izquierdas agrupe los diferentes egos y corrientes del progresismo galo, habría tenido más éxito del recogido hasta ahora.
Se supone que el 30 de noviembre se iba a producir el voto de esas primarias, al que apoyan unas 260.000 personas según dicen a NIUS responsables de la iniciativa. Pero ahora esa votación se ha pospuesto para finales del próximo mes de enero. Seguro que mucho tiene que ver con ese retraso el que las grandes figuras de la minimizada izquierda francesa haya rechazado la propuesta de unirse bajo una misma candidatura que estos días también había planteado Hidalgo.
Roussel, el candidato del Partido Comunista de Francia, ha dicho con cierta sorna a cuenta de la idea de Hidalgo: “si usted duda de su candidatura, únase a nosotros”. No extraña que, el diario progresista Libération calificara a principios de esta semana la campaña presidencial de la izquierda como “lúgubre”. “Penosamente en las encuestas, los numerosos candidatos de un campo político desunido esperan volver a contar con el interés de los electores”, señalaba dicho periódico.
En realidad, según indica Perrineau desde Sciences-Po, “no hay una izquierda francesa, hay muchas izquierdas extremadamente divididas. Está la izquierda ecologista, la izquierda de protesta, la izquierda más bien nacional, la izquierda más bien internacional y proeropea, la izquierda de Gobierno...”. Pero “no hay nadie que pueda agrupar estos fragmentos de la izquierda”, concluye.