El Gobierno de Mario Draghi tenía estos últimos días del mes de diciembre para cerrar todos los acuerdos, muchos de ellos con reformas profundas, que iban incluidos en los presupuestos de la recuperación del 2022 en Italia. Pero el clima era tenso y en los últimos días los principales sindicatos italianos, CGIL y UIL, rompieron la mesa de negociación y anunciaron una huelga general para el 16 de diciembre con manifestación en Roma, Milán, Bari, Palermo y Cagliari con el slogan ‘Juntos por la justicia’. Draghi y el ministro de trabajo Andrea Orlando, manifestaban horas después incrédulos que no era justificable y esperaban una solución antes de llegar a esa situación.
El otro principal sindicato de izquierdas en el país -aunque más moderado-, Cisl, no se ha unido a la huelga pero ha convocado “una manifestación nacional responsable y constructiva” para dos días después, el 18 de diciembre. Criticaba, además, la elección del parón y había ya había expresado en los días precedentes no querer formar parte de “iniciativas que puedan aumentar la tensión social”. Tras esta línea propia de la organización, se han desencadenado una serie de valoraciones políticas a los dos lados: los que creen legítimas las quejas, sobre todo los partidos de izquierda, y los que no ven adecuado el momento porque defienden que el Gobierno ya ha cedido suficiente en la elaboración de las medidas incluidas en los presupuestos.
La posición que defienden los dos sindicatos que rompieron la mesa de negociación, Cgil y Uil, es que aprecian los esfuerzos demostrados por el Gobierno pero que están insatisfechos con las medidas fiscales, las pensiones, la escuela y las políticas industriales y, eso, explican, les impide seguir adelante. “No es contra nadie, es para conseguir los derechos de las personas que representamos”, decía Maurizio Landini líder de la Cgil.
El Palacio Chigi no perdía las esperanzas de que la negociación se pudiese reconducir aún en el último momento, como suele ocurrir en la política italiana, casi siempre a punto del precipicio pero, al final, siempre con una clara tendencia al diálogo. “Los presupuestos son enormemente expansivos y el ejecutivo ha defendido a los trabajadores, a los pensionistas y a las familias con diversos recursos”, explicaba el ministro de Infraestructuras, Enrico Giovannini en una defensa en bloque por parte del Gobierno. Además el ministro de trabajo, Andrea Orlando, ha defendido el diálogo “al que nunca hemos renunciado” con los sindicatos. Aún así, en las últimas horas ha sido confirmada la huelga por parte de ambos sindicatos que se mantienen firmes en su postura.
El Partido Democrático ha mantenido una línea cercana al Gobierno y ha defendido el trabajo realizado para los consensos, que están incluidos en los presupuestos. Pero, a la izquierda del hemiciclo, han defendido el derecho a manifestación y a huelga y, Luigi Marattini, del partido de Renzi, Italia Viva, ha pedido que esta convocatoria sindical, “que en una sociedad liberal puede realizarse cuando se quiera dentro de la ley”, deje de ser el centro de juicios políticos. También a la izquierda, Libres e Iguales, encuentra comprensible las quejas de los sindicatos citados.
En el centro derecha, Salvini ha acusado a los que han llamado a la huelga. “Es muy irresponsable organizar un patrón así poco antes de la Navidad, especialmente después de que se hayan bajado los impuestos”, explicaba el líder de la Liga y sacaba la cabeza por el sindicato que ha marcado la línea disruptiva. Antonio Tajani, vicepresidente de Forza Italia, partido de Berlusconi, resaltaba también el desacertado momento para una convocatoria de este tipo.
Es mucha la tensión en este momento en la política que apura los días, los acuerdos y los consensos de unos presupuestos que intentan relanzar a Italia y escenificar la recuperación que los datos económicos auguran con la ayuda de Draghi como primer ministro.