El alarmante balance con el que Italia cerraba el sábado (793 muertos en un solo día y más de 1.400 fallecidos en 48 horas) sitúa al país a la cabeza mundial con 4.825 decesos y más de 53.000 infectados por la pandemia del coronavirus. Por eso el presidente italiano, Giuseppe Conte, anunciaba el endurecimiento en la condiciones del cierre del país. Sólo abrirán los sectores esenciales en la crisis más difícil que han tenido que afrontar desde la segunda guerra mundial.
"Cerraremos todas las actividades de producción no esenciales hasta el 3 de abril. Farmacias, supermercados y parafarmacias permanecerán abiertos. Los servicios esenciales estarán garantizados: bancos, correos y aseguradoras", indicó el primer ministro en rueda de prensa. "Nos enfrentamos al mayor desafío después de la Segunda Guerra Mundial. Unidos, lo conseguiremos", precisó Conte.
El equipo de expertos llegados desde China a Milán ya advirtió de que el confinamiento no era lo bastante estricto. Porque ni siquiera han parado los contagios. En Bérgamo, la provincia más castigada, siguen acumulando ataúdes a la espera de que el ejército los distribuya. No dan abasto para enterrar a tantos muertos. En Lombardía han vetado cualquier actividad al aire libre y el cierre de todos los hoteles a fin de detener, por lo menos, la expansión del virus.