India, así es el ambicioso plan de vacunación de la farmacia del mundo
Sus laboratorios han producido cientos de millones de vacunas de Oxford-AstraZeneca antes de que fuera aprobada
Las autoridades estiman que para agosto se habrán vacunado a 300 millones de los 1.366 habitantes de India
Su extensión, su población, su geografía, la variedad de etnias y religiones, los bulos y la desconfianza están dificultando la campaña de vacunación
En India casi todo es una complicación. Su extensión, su población, su geografía o la variedad de etnias y religiones que cohabitan como pueden, hacen que exista un nivel de dificultad en la gestión del país incomparable con el de otras naciones. Por eso la pregunta es inevitable, ¿cómo se coordina una campaña de vacunación en una extensión de más de tres millones de kilómetros cuadrados para llegar a 1,366 millones de personas con diferentes culturas que no sólo viven en densas ciudades, sino en inmensas cordilleras como el Himalaya o las montañas Sahyadri y en extensas zonas selváticas?
Son tantos los obstáculos y la complejidad de la operación de inmunización que desde el Gobierno de Narendra Modi repiten hasta la saciedad una máxima: “si somos capaces de sacar adelante unos comicios como la democracia más poblada del mundo, también encontraremos la manera de vacunar a nuestros compatriotas contra el Covid”. El reflejo de las elecciones brilla en las aguas cristalinas de un Ejecutivo convencido de que si sus trabajadores pueden transportar máquinas de votación electrónicas a monasterios ubicados en cimas de montañas e inhóspitas aldeas escondidas en la frondosas selvas, también tendrán la capacidad de vacunar a 300 millones de personas para el mes de agosto, es decir, a un 20% de sus ciudadanos.
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Vacunación lenta
Pero abajo, donde habita una población que está a años luz de las élites que toman las decisiones, no se percibe el mismo brillo cristalino y el agua guarda hedor a excretas. Impera la desconfianza en la vacuna, flotan los bulos que una vez extendidos son muy difíciles de contradecir y crece el escepticismo ante la campaña de vacunación más ambiciosa del mundo. Primero porque la contención del virus ha sido nula (en 2020 hubo picos de contagios que llegaron a los 100.000 al día, y hay un estudio que concluye que en Nueva Delhi hay un 56% de la población que ha desarrollado anticuerpos) y segundo, porque del plan inicial de 1.5 millones de dosis diarias que se había puesto el Gobierno como meta, se están vacunando a una media de entre 17.000 y 650.000 personas cada 24 horas. Por poner en contexto, en Estados Unidos el promedio está en 1.2 millones de personas diarias.
Los datos oficiales de incidencia en la actualidad han bajado radical y, para muchos, sospechosamente. A finales de febrero, los contagios descendieron a menos de 20.000 diarios - hubo un día que bajó a 9.000 - y la relajación ha llegado a ciudades como Mumbai y Nueva Delhi, donde la vida cotidiana está normalizada y ya no se ven tantas mascarillas. Eso genera una sensación de urgencia entre las autoridades sanitarias ante la amenaza de las variantes de brasileñas, sudafricanas y británicas. Pero todo va muy lento. La campaña de vacunación comenzó el 16 de febrero y el grupo prioritario incluye a trabajadores de primera línea (sanitarios, policías, soldados…). Este mes se ha extendido a personas mayores de 60 años de edad y a los que tienen más de 45 años y presentan problemas de salud. Ahora que la vacuna está llegando a la gente de a pie, Territorio a Territorio, Estado a Estado, distrito a distrito, aldea a aldea, la campaña de concienciación está suponiendo todo un reto.
India manufactura dos vacunas
India manufactura dentro de sus fronteras dos vacunas, la de Oxford AstraZeneca y una de producción local llamada Covaxin, desarrollada por el gigante farmacéutico indio, Bharat Biotech. La primera ha creado confusión entre la población por la falta de información sobre la aplicación de dosis y el tiempo que pasa entre cada una, mientras que la segunda se puso en marcha cuando las pruebas aún estaban en la fase tres de experimentación. Esto, unido a bulos surrealistas como que la vacuna crea impotencia o que contiene carne de cerdo ha hecho que haya millones de escépticos, sobre todo entre los sectores más pobres.
Si se quiere alcanzar el 20% de personas vacunadas, es imprescindible llegar a los más necesitados. En la primera fase, las inoculaciones se están administrando en hospitales gubernamentales. Son gratis y para junio se estipula que las personas con mayor poder adquisitivo puedan pagar por vacunarse en centros privados, mientras tanto, una de las mayores dificultades es la de llegar a los lugares más remotos. Dos tercios de la población india vive en zonas rurales donde no sólo el acceso físico es un problema, sino el acceso a dispositivos móviles e Internet.
Sin móvil no hay vacuna
En el proceso de vacunación india hay un componente elitista que deja fuera a un sector de la población que no tiene capacidad de acceder a un celular. Si en el pasado, los registros se realizaban a la vieja usanza, con papel y bolígrafo, en la actualidad todo es digital. CoWin es una aplicación gubernamental que en esta fase sólo está disponible para los trabajadores de primera línea, pero en unos meses, la población general deberá registrarse a través de sus dispositivos y recibirán un mensaje sobre cuándo les llegará su turno. Aquellos que no tengan móvil - sobre todo los habitantes en zonas rurales - no podrán acceder a esta información y dependerán de otros mecanismos más arcaicos (carteles, coches con megáfono…) Incluso tener un dispositivo no garantiza que todo fluya, ya que la cobertura también es un problema.
Si la distribución de vacunas y la concienciación están siendo todo un reto en India, su estrategia de producción en masa ha supuesto un éxito. No hay problemas de suministro, todo lo contrario, el país ha hecho honor a su nombre de ‘farmacia del mundo’ con una fabricación masiva que no sólo garantiza las dosis necesarias dentro de su territorio, sino que también ha exportado a países como Bután, Maldivas, Bangladesh, Nepal, Myanmar y Seychelles. El Instituto Serum es un gigante mundial en la producción de vacunas y su maquinaria se puso en funcionamiento antes incluso de que algunas fueran aprobadas por los Gobiernos. En el momento en que Oxford-AstraZeneca pasó los controles, India ya contaba con cientos de millones de dosis listas para ser distribuidas.
Se trata del claroscuro indio, que cuenta con trazos de luz marcados por la exitosa producción masiva y eficiente de la vacuna; y sombras inevitables, como la desigualdad en el acceso y un plan de distribución quizás demasiado ambicioso que se topa con la oposición de una población escéptica y que depende de los altísimos índices de contagio durante la pandemia para llegar a la inmunidad de rebaño. Nadie dijo que esto fuera fácil, especialmente en un país tan complejo.