Siete hombres encapuchados y empuñando unas impresionantes armas largas entran, decididos, en un hospital de Guanajuato, en México. Son sicarios del cártel de Santa Rosa de Lima y tienen claro su objetivo.. Un paciente ingresado con heridas de bala. El guardia de seguridad, amenazado, recorre con ellos habitación por habitación.
Primero quitan los teléfonos al personal para que no avisen a la policía y, luego, cuando encuentran al paciente, lo sacan. Uno de los sicarios se lo ha cargado al hombro, se lo llevan envuelto en la sábana del hospital. Horas más tarde su cuerpo aparecerá a 9 kilómetros, desmembrado y con un narco mensaje. De película, pero real. Son solo una muestra de la impunidad de muchos de los narcos en México.
No es la primera vez que, a punta de pistola, los sicarios sacan del hospital a sus enemigos para ajusticiarlos. En ocasiones los matan allí mismo en el hospital a tiro limpio, en otras, se los llevan para que luego aparezcan sus restos.
Los ataques letales contra los pacientes de los hospitales se han convertido en una constante que no es ni investigada ni castigada por las autoridades. La seguridad en los recintos no les impide hacer su voluntad porque no tienen piedad con nadie ni siquiera con los familiares de la presunta víctima. El que opone resistencia es liquidado.
En ninguno de los casos se procesa penalmente a personas por su rol en estos ataques, de los cuales la mayoría se trató de una pugna entre grupos criminales.