Miles de hongkoneses han vuelto a salir a las calles en la enésima jornada de protestas contra las autoridades pro chinas. Policía y manifestantes se han enfrentado violentamente en las calles de la ciudad a lo largo de toda la noche y las primeras horas de la mañana del domingo.
Todo empezó con una manifestación pacífica pro democracia. Al término de la marcha, grupúsculos de hongkoneses volvieron a desafiar las órdenes de la policía, que ha empleado gases lacrimógenos, cañones de agua y munición antidisturbios para disolver las protestas.
Los ciudadanos hongkoneses se manifestaban por el "Día Mundial contra la Tiranía" en el quinto aniversario de lo que se conoce como la 'Revolución de los paraguas'. En septiembre de 2014, cientos de miles de ciudadanos de la región semiautónoma china tomaron las calles de Hong Kong para protestar contra la reforma de la ley electoral impulsada desde Pekín y que acababa con el sufragio universal. Desde entonces, los ciudadanos de Hong Kong sólo pueden elegir entre un pequeño grupo de candidatos escogidos previamente por un comité controlado pro el Partido Comunista.
La 'Revolución de los paraguas' fue el primer gran desafío de la ciudadanía de la ex colonia británica al control de Pekín.
La nueva ola de protestas nace como respuesta a una polémica ley de extradición, la ley que permitiría a las autoridades del territorio autónomo extraditar a sus ciudadanos a territorio chino. Muchos hongkoneses consideraron entonces que la posibilidad de extraditar a la disidencia para ser juzgada por tribunales chinos supondría, de facto, el golpe de gracia a las libertades especiales de la región. La presión en las calles hizo que el gobierno local retirase el proyecto de ley, pero ya era tarde.
El fuego que prendió aquella chispa se ha convertido ya en un incendio de imprevisibles y peligrosas consecuencias. La pacífica transición paulatina y natural de Hong Kong, concebida por el ideólogo del concepto 'Un territorio, dos sistemas', el entonces presidente chino Den Xiaoping, parece ahora más lejos que nunca. Tras casi dos siglos disfrutando de libertades tan básicas como la de expresión o asamblea, los hongkoneses no parecen estar dispuestos a rendirse sin pelear.
Pekín muestra signos de haber perdido la paciencia con los manifestantes y en las últimas semanas la policía hongkonesa no tienen miramientos a la hora de usar la violencia para apagar las críticas. Una violencia en ocasiones desmesurada que, lejos de servir de efecto disuasorio, se ha convertido en gasolina para las protestas.