Hong Kong afronta el coronavirus malherida tras meses de protestas
Las cifras diarias de visitantes de la parte continental eran de 200.000 al día a principios de 2019, 100.000 en enero de este año y 3000 en la actualidad
La jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, elegida por el Gobierno chino, afronta estos días su enésima ola de contestación interna por su decisión de mantener abiertas las fronteras con la parte continental del país en medio de la epidemia de coronavirus.
Tras la presión de la población, Lam, que cuenta con una de las valoraciones ciudadanas más bajas de la historia de la ciudad, cerró nueve de los 12 pasos fronterizos y decretó que los que los cruzan deben permanecer en cuarentena 14 días. Pero esto no ha hecho disminuir las críticas.
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Hong Kong, que forma parte de China desde 1997 pero cuenta con derechos y libertades especiales bajo el principio de “Un país, dos sistemas”, no termina de salir de una crisis y ya tiene un pie en la siguiente. La ciudad ve crecer el número de contagios -cuenta con cerca de 60 y un fallecido- cuando todavía arrastra un fuerte descontento social que condujo el pasado año a meses de fuertes protestas prodemocracia. Además, la recesión económica desatada por estas y por los coletazos de la guerra comercial entre Pekín y Washington ha hecho mella.
El director del diario hongkonés South China Morning Post, Yonden Lhatoo, aseguraba en un vídeo de opinión publicado a principios de este mes que la epidemia de coronavirus ha llegado en un momento de atmósfera social “tóxica”.
“La hostilidad que muchos hongkoneses sienten contra sus compatriotas del otro lado de la frontera, agravada por el sentimiento anti-China propulsado por la ‘revolución’, alimenta la xenofobia de la culpabilización de los chinos de la parte continental por ‘contaminar’ la ciudad”, afirma Yonden, y contrapone el ambiente enrarecido actual al “compañerismo” que reinó durante la epidemia del SARS en 2003.
De aquellas protestas, estas huelgas
Las masivas protestas prodemocracia, que comenzaron en junio de 2019 contra la nueva ley de extradición y la creciente injerencia china, se disiparon tras las elecciones locales de noviembre en las que barrieron los candidatos apoyados por los manifestantes.
Sin embargo, el poso sigue latente. Este fin de semana unos pocos cientos de hongkoneses salieron a las calles para alzar la voz contra las nuevas zonas de cuarentena creadas en la ciudad y en apoyo de los médicos que han ido a la huelga para exigir a Carrie Lam que bloquee la llegada de enfermos de la China continental. Muchos ven a la dirigente como una marioneta de Pekín capaz de poner la lealtad a Xi Jinping por delante de la salud de sus conciudadanos.
“La gente de la parte continental cree que en Hong Kong la sanidad es mejor y siempre viene corriendo a buscar tratamiento”, opina You, habitual de las protestas y firme defensora del cierre de fronteras. “Las vidas de los médicos de Hong Kong están en peligro porque hay escasez de equipos de protección”, afirma.
La huelga, a la que se unieron 6000 trabajadores sanitarios durante cinco días, tiene su base en los sindicatos que se han creado recientemente por decenas a partir de los movimientos prodemocracia como nueva forma de presión al Gobierno, algo poco habitual en la meca asiática del libre mercado.
Fines políticos y papel higiénico
Desde la parte continental se acusa a los médicos de incumplir su juramento hipocrático y se recuerda que, durante la epidemia del SARS de 2003, que afectó de forma muy intensa a Hong Kong, China mantuvo las fronteras abiertas.
Algunos medios estatales chinos han acusado que los opositores hongkoneses utilizan el virus para conseguir la independencia del territorio o para fomentar movimientos similares en la parte continental. El diario Global Times alaba la labor de los internautas chinos por “mantenerse alerta” ante las “acciones maliciosas de grupos anti-China en las redes sociales”.
Pero las acusaciones viajan en las dos direcciones. Algunos usuarios afirmaban la semana pasada que los grupos prochinos están detrás de los rumores de desabastecimiento que hicieron que miles de personas arrasaran con todo el papel higiénico de los supermercados de la ciudad, con la supuesta intención de mostrar a los ciudadanos las desventajas de aislar la ciudad del resto de China.
Aunque esto no ha sido demostrado, la ciudad sí anda escasa de algunos productos de primera necesidad a consecuencia del pánico por el coronavirus. Arroz, mascarillas, productos desinfectantes y fideos instantáneos han volado de las estanterías de las tiendas. Los pocos que se encuentran están a precios desorbitados, lo que ha producido largas colas en los supermercados donde todavía se pueden encontrar a un coste razonable.
Una economía en recesión
El PIB de Hong Kong se contrajo en 2019 por primera vez en una década: un 1,2% anual y casi un 3% en el cuarto trimestre. Los meses de violencia callejera y cargas policiales dejaron negocios a medio gas y cifras de turistas de la parte continental de China por los suelos. Los restaurantes y hoteles quedaron vacíos y algunas cadenas de productos de lujo decidieron irse de la ciudad.
La firma del acuerdo de fase uno entre Pekín y Washington para poner fin a la guerra comercial trajo esperanzas de remontada que han quedado, sin embargo, sepultadas por el coronavirus.
A la situación económica de finales del año pasado se une ahora una amenaza mayor. Varias aerolíneas internacionales han dejado de volar a Hong Kong, las empresas están pidiendo a sus empleados que se queden en casa y los turistas chinos ya no vienen solo porque no quieran, sino porque las restricciones se lo impiden. Las cifras diarias de visitantes de la parte continental eran de 200.000 al día a principios de 2019, 100.000 en enero de este año y 3000 en la actualidad.
Muchos consideran ya el 2020 un año perdido. Las ilusiones de que la crisis del coronavirus se haya solucionado antes del verano son pocas y las tensiones políticas esperan su momento para despertar de su latencia. Y en septiembre tienen una nueva oportunidad: las elecciones legislativas.