La entrevista que el príncipe Harry y Meghan Markle concedieron a Oprah Winfrey sigue generando titulares de forma incesante. Desde Estados Unidos a Reino Unido y más allá, sus declaraciones no dejan de alimentar los rotativos internacionales. El debate continúa, y mientras la familia real británica se divide entra la preocupación y el desacuerdo, Meghan asegura ahora que tiene documentos para respaldar todo lo que contó.
La guerra continúa y los duques de Sussex insisten en que lo único que querían es que el Palacio de Buckingham corrigiese y desmintiese las falsedades que se publican sobre ellos, como hacen con otros miembros de la familia real. Se quejan, insisten, de que se siguen publicando mentiras sobre ellos.
Durante la explosiva y demoledora entrevista, Meghan Markle denunció que, más allá del respaldo de su marido, se sintió “aislada, solitaria y carente de apoyo” durante su estancia en Reino Unido, asegurando incluso que tuvo pensamientos suicidas de forma recurrente.
Además, llegó a hablar de racismo en el seno de la familia real británica, asegurando que escuchó conversaciones de lo “oscura que sería la piel de Archie (su primer hijo) cuando naciera”, teniendo que asumir que no iba a ser tratado de la misma manera que cualquier otro miembro de los Windsor. Ya entonces, expuso, sabía que no solo no iba a recibir título, sino que en consecuencia tampoco iba a tener un equipo de seguridad que le mantenga protegido, algo que les preocupaba especialmente.
En esa época, defendieron los duques de Sussex, se sintieron silenciados y difamados, viéndose blanco constante de los medios de comunicación.
Además, en la entrevista Meghan Markle contó que se habían casado tres días antes del enlace oficial en un patio de Kensington Palace, con el jefe de la iglesia anglicana como testigo. Sin embargo, el arzobispo de Canterbury, que siempre ha sido un defensor de los Sussex, se ha visto obligado a aclarar que esa supuesta “boda secreta” no existió.
Sí reconoce que tuvo una charla privada con los futuros esposos, pero nada de boda previa. Entre otras cosas, dice, porque hubiese sido ilegal.
Mientras, en Buckingham otro de los asuntos que han molestado es ese lamento de Meghan relativo a que al nacer Archie no le diesen el título de príncipe, como a sus primos, los hijos de William y Kate, algo que, discrecionalmente, decide la reina.
Además, se ha sabido que Harry habló por fin el fin de semana con su hermano y su padre, pero, al parecer, las conversaciones no fueron muy productivas. Lo ha contado en un culebrón real y mediático la presentadora de la CBS, Gayle King, íntima amiga de la duquesa de Sussex, quien advierte que Meghan “puede probar todo lo que ha dicho hasta ahora”.