El primer ministro británico, Boris Johnson, vivió este miércoles su gran día con el doble anuncio de la aprobación del acuerdo comercial del Brexit y de la vacuna de Oxford y AstraZeneca. Fueron anuncios importantes, pero nadie los celebró. Se producen en el peor momento de la pandemia en el país, en plena recesión económica y en el momento de más baja popularidad de Johnson con el 34% de aceptación ciudadana, la mitad de la que tenía en marzo, por su mala gestión de la crisis de la covid.
En medio de este desolador panorama compareció Johnson, orgulloso y sabedor de que era su día, ante el parlamento, a las nueve y media de la mañana, para presentar su rutilante acuerdo comercial del Brexit. “Lo hemos hecho en menos de un año, entre los dientes de una pandemia, y lo hemos sacado adelante resistiendo todas las exigencias para que aplazáramos la salida [de la UE] para crear certeza sobre nuestro futuro para tener las mejores posibilidades de vencer la covid y de recuperarnos aún con más fuerza el próximo año”, afirmó Johnson.
La propuesta de ley fue aprobada por una mayoría abrumadora de 446 diputados. En parte porque los laboristas, liderados por el europeísta Keir Starmer, decidieron apoyarlo. Dijeron que no había alternativa. Era este acuerdo o nada. En enero, Johnson consiguió que el acuerdo básico fuera aprobado por una mayoría de 99 diputados. Durante los dieciocho meses que Theresa May fue primera ministra, le tumbaron hasta veinte propuestas relacionadas con el Brexit y no le quedó otra escapatoria que dimitir. En realidad, el debate del Brexit en Reino Unido se acabó con la victoria electoral de Johnson en diciembre de 2019.
Por la tarde, Johnson compareció en su residencia de Downing Street para escenificar la firma del tratado comercial con la UE. Estaba flanqueado por el último jefe negociador, David Frost, y del embajador británico en la UE, Tim Barrow. Detrás, cuatro ‘union jacks’. Sobre la mesa, dos tochos de 1.200 páginas con el acuerdo que aseguró haberse leído. Era su día. Sin embargo, las sonrisas parecían forzadas. Los conservadores brexiteros se empeñaban en decir que era el acuerdo que querían pero, en realidad, no lo era.
“No es el acuerdo perfecto, pero garantiza la soberanía del país”, dijo Mark François, el líder de los brexiteros ‘tories’. Incluso Theresa May afirmó que su acuerdo era mucho mejor que éste y que lo habrían aprobado si los laboristas le hubieran dado su apoyo como han hecho ahora con Johnson. Solo un 17% de los británicos y un 27% de los que votaron Brexit en 2016 creen que este acuerdo es bueno para el país. Y una tercera parte de los diputados ‘tories’, según el último de sondeo de la firma demoscópica YouGov. Pero Johnson ha cumplido su promesa de sacar el país de la UE.
El otro gran anuncio del día fue la aprobación de la vacuna de Oxford. Como ya sucedió con la de Pfizer a principios de diciembre, Johnson se anticipó a la UE amparándose en una legislación europea que permite a los reguladores de sus estados miembros aprobar temporalmente medicamentos por emergencias sanitarias. En octubre modificó una ley británica que ampliaba la administración de la vacuna y que otorgaba inmunidad a las farmacéuticas que las suministrasen. Johnson necesitaba un golpe de efecto por su baja popularidad. Esa aprobación de emergencia fue criticada en su momento por la UE.
Johnson tampoco quiso esperar a la UE con la vacuna de Oxford. El primer ministro dijo este miércoles que movería “cielo y tierra” para que la nueva vacuna llegase a todo el mundo y así poder reducir las restricciones y evitar un tercer confinamiento. Buena parte del país ya está confinada aunque lo llamen de otra forma. En cualquier caso, los antirestricciones de su partido no se lo permitirían. La nueva vacuna es más barata y más fácil de transportar que la de Pfizer. Requiere de una nevera corriente mientras que la de Pfizer necesita estar almacenada a 70 grados bajo cero en un frigorífico especial.
Esto permitirá llevarla a comunidades locales y residencias de ancianos y permitirá también la vacunación masiva en estadios de fútbol y centros de conferencias. El gobierno ha adquirido cien millones de esta vacuna para inmunizar a 50 millones de personas. Se anunció también un cambio de estrategia para poner la primera dosis de las dos que se requieren por persona al máximo número de ciudadanos para darles una primera protección ante el virus. Y dentro de tres meses administrarles la segunda dosis para inmunizarlos del todo.
Johnson ha conseguido lo que no consiguieron sus antecesores: presentarse como un ganador. Ni May, ni Cameron, ni Brown son recordados por ningún gran logro. Sin embargo, los dos anuncios de Johnson de este miércoles, pese a su empeño, quedaron diluidos en la cruda realidad que vive el país. En las últimas veinticuatro horas ha habido 50.023 contagios y 981 muertes y la nueva variante del virus, la que se originó en Kent, en el sudeste del país, ya está desatada por todo el territorio. Este miércoles el ministro de sanidad anunció que otras zonas entran en el nivel cuatro de alerta del coronavirus. Tres cuartas partes del país están en el nivel cuatro, que técnicamente es como un confinamiento, con el cierre de todos las tiendas y comercios que no son esenciales y la prohibición de viajar y de mezclarse personas de casas distintas.
Johnson será recordado como el primer ministro que logró un acuerdo del Brexit. Pero también el que llevó al país al Brexit . El 52% de la población pidió el Brexit en 2016 y el 43% en las generales de 2019. El lema “prefiero salir sin acuerdo a un mal acuerdo” que repetieron hasta la extenuación May, primero, y Johnson, después, no era más que retórica vacía. El sector empresarial consideraba que cualquier acuerdo del Brexit era mejor que ningún acuerdo para mitigar el impacto económico. El Reino Unido no se podía permitir el lujo de salir sin acuerdo y que se pusieran aranceles a sus productos. Esto los habría encarecido sobremanera convirtiéndolos en inasumibles por el grueso de los consumidores. El 43% de las exportaciones británicas van a la UE y el 52% de las importaciones proceden de la UE. Aunque en menor medida, la UE tampoco se lo podía permitir.
Los datos oficiales del gobierno (de la oficina de responsabilidad presupuestaria) indican que, pese al acuerdo, la economía británica se contraerá un 4% a medio plazo. Los productos van a subir de precio en cualquier caso por el incremento de la burocracia. Habrá que rellenar formularios para importar y exportar productos y esto tiene un coste. Todas las empresas han respirado aliviadas con la aprobación del acuerdo. No porque fuera bueno sino porque era mejor que nada.
Otra consecuencia del Brexit con la que tendrá que lidiar Johnson es el peligro de desintegración de la unión de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido. Para galeses, escoceses e irlandeses el Brexit es visto como un tipo de nacionalismo inglés. Los nacionalistas escoceses celebrarán en mayo unas elecciones regionales plebiscitarias para poder convocar un segundo referéndum de independencia.
Por su parte, los nacionalistas galeses, tercera fuerza política en Gales, han visto como se incrementaba el apoyo a la independencia del 14 al 33% desde el Brexit. Mientras que los nacionalistas irlandeses del Sinn Féin entienden el acuerdo del Brexit como una oportunidad, a la largo, para promover un referéndum de reunificación de la isla de Irlanda, algo impensable antes de 2016. El que tenía que ser el gran día de Johnson pasará a la historia sin grandes celebraciones porque la pandemia no lo permite y porque el futuro a corto y medio plazo no es muy halagador. Pero Johnson será recordado como el primer ministro que anunció el Brexit y la vacuna contra la covid.