El boicot europeo al gas ruso tras la invasión de Ucrania ha colocado a Argelia, cuyo régimen venía sufriendo en los últimos años una importante erosión ante la opinión pública doméstica, en una posición de aparente privilegio. Las importantes reservas de gas natural del país magrebí, bien conectadas con el Viejo Continente, se erigen en alternativa para Europa ante el nuevo orden euro-mediterráneo que se está forjando. Pero, al tiempo, están obligando a hacer equilibrios al régimen militar, que tiene en Rusia uno de sus socios y apoyos principales y mantiene una lucha diplomática por la hegemonía regional con otros vecinos.
No le faltan precisamente clientes a Argelia en estos momentos de crisis energética mundial, y las necesidades italianas –Argel y Roma firmaron un acuerdo para abastecer 9.000 millones de metros cúbicos anuales a partir de 2023- que han permitido al régimen, aparentemente indignado con el Gobierno de Pedro Sánchez por el apoyo a Marruecos en el Sáhara Occidental, amenazar con llegar a interrumpir incluso el suministro de gas a España (a finales del pasado mes de abril el ministro argelino de Energía advertía de que cerrarían el grifo si “una sola gota” de su gas tenía como destino final a Marruecos vía el gasoducto Magreb Europa).
Una nueva polémica saltaba este lunes, cuando el secretario general de la Federación General tunecina de la Electricidad y el Gas, Abdelkader Jelassi, advertía en las ondas de la emisora Shems FM de que Sonatrach –la empresa estatal argelina de hidrocarburos- no estaba en condiciones de suministrar las cantidades suplementarias que su país necesita en estos momentos para cubrir sus necesidades de producción eléctrica. “Argelia no está ya en condiciones de suministrarnos gas adicional, cuyo volumen se sitúa en torno a las 14.700 toneladas equivalentes de petróleo”, afirmaba Jelassi en declaraciones recogidas por el digital TSA Algérie.
Túnez, que atraviesa una profunda crisis económica –con una galopante inflación-, corre el riesgo de sufrir apagones en los próximos meses de verano. El 68% del gas que consume el pequeño país magrebí procede de sus vecinos del oeste. El 99% de la producción eléctrica tunecina depende, a su vez, del gas. Túnez adquiere a Argelia el 30% de su gas en virtud de acuerdos bilaterales vigentes desde la década de los 90, además de que el primero se beneficia de una tasa impositiva de casi el 5,30% del gas argelino que transcurre por el gasoducto Transmed (que conecta Argelia e Italia pasando por Túnez).
La advertencia pública del secretario general de la Federación General de la Electricidad y el Gas de que la “catastrófica” situación energética tunecina puede derivar en cortes de luz inminentes ha sido interpretada como una muestra de que las relaciones entre los dos vecinos magrebíes no atraviesan su mejor momento a pesar de que tradicionalmente han mantenido vínculos sólidos y estables.
De hecho, la guerra de Ucrania ha situado a Túnez y Argel en campos diferentes: mientras el primero votaba en Naciones Unidas el pasado 2 de marzo condenando la invasión rusa, Argel –estrecho socio de Moscú desde tiempos soviéticos- se abstenía. El acercamiento del presidente Kais Saied –protagonista desde el pasado mes de julio de un autogolpe de Estado- al Egipto de Abdel Fattah Al Sisi, movido por la común animadversión hacia los islamistas inquieta en Argel.
En este sentido, a comienzos de este mes, a través de su ministro de Exteriores –de visita en Rabat-, El Cairo manifestó su apoyo a Marruecos en la cuestión del Sáhara Occidental. Ante Naciones Unidas, Túnez se manifestó a favor de la moción de condena sobre el llenado de la Gran Presa del Renacimiento por parte de Etiopía –aliado de Argelia en el G4 de países africanos-, que Egipto rechaza. Tampoco agrada en demasía en Argelia la aproximación de Saied a Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí en busca de apoyo financiero para su país en los últimos tiempos.
Pero este mismo jueves el director general de electricidad y transición energética tunecino Belhassen Chiboubha ha querido salir al paso para zanjar la polémica en declaraciones a una radio nacional recogidas por el digital Algérie Focus para negar la existencia de una crisis bilateral: “No hay crisis entre nosotros y Argelia y el problema reside en el hecho de que hemos pedido cantidades suplementarias variables además de las cantidades contractuales”. Con todo, Chiboubha ha recordado que “Argelia no puede responder de manera inmediata a nuestra demanda en razón de la crisis ucraniana y la presión sobre el gas”.
De hecho, como reconocen las propias autoridades argelinas, las capacidades de producción de gas necesitan de nuevas inversiones para poder aumentar. El incremento de la demanda de gas argelino en los mercados internacionales, las necesidades domésticas y la exigencia de tener que mejorar las infraestructuras sitúan a Argel ante el problema de no tener gas para todos. En 2020 Argelia exportó 39.459 millones de metros cúbicos de gas natural, de acuerdo con datos de Statista. Sonatrach anunció a comienzos de año su disposición a invertir 40.000 millones de dólares entre 2022 y 2026 en exploración, producción y refinado de gas.
Para el profesor de geopolítica de la Universidad Complutense de Madrid Baba Ahmed Mulay, “el problema de lo que está ocurriendo actualmente es que Túnez necesita más gas de lo que consumía actualmente y el aumento de cuotas de suministro necesita ser negociado y, de forma especial, su precio por los altos costes del mercado”.
“El acuerdo de suministro de gas vigente entre las empresas estatales de Argelia y Túnez, Sonatrach y STEG, no corre peligro alguno, pero, como todo contrato, recoge algunas cláusulas de negociación relativa a varios aspectos, como la natural revisión de los precios de acuerdo a la demanda y el precio en los mercados internacionales. La solicitud de aumento en la venta de gas por parte de las autoridades tunecinas a su contraparte argelina requiere de una programación y un estudio que no se hace de la noche a la mañana y máxime en la situación de alta demanda de gas en los mercados”, explica el especialista a NIUS. Según Ahmed Mulay, “los que se verán afectados son las compras o contratos privados entre empresas argelinas y tunecinas”.
Por su parte, el investigador argelino asociado al Grupo de Estudios sobre las Sociedades Árabes y Musulmanas de la Universidad de Castilla-La Mancha Salah Eddine Salhi explica a NIUS que “todo el mundo quiere ahora más gas de Argelia. No creo que vaya a haber problemas con Túnez a costa del suministro. Ahora bien, si Túnez o cualquier otro país quisiera más gas tendría que volver a negociarlo, y Argel prefiere contratos de larga duración en su política gasística para garantizarse su estabilidad en la producción y comercialización”.