Con la aparente ilusión del primer G7 para Boris Johnson o la que pudiera ser, también, la supuesta distancia, al menos en los gestos, entre Trump y unos sonrientes y cómplices Macron y Merkel, ha arrancado la cumbre. La prioridad francesa por la lucha contra las desigualdades, pregonada hasta en las banderas, ha sido, precisamente, de lo que menos se ha hablado en cada comparecencia.
Ni de pobreza, ni de igualdad de género, mientras sus esposas paseaban por Biarritz. El foco principal de los siete: los acuerdos comerciales, con un Donald Trump omnipresente y en modo presentador con Boris Johnson: "¿sabéis quién es? ¿Todo el mundo lo sabe? Él va a ser un fantástico primer ministro", apuntaba esta mañana antes de su reunión bilateral.
En ella ha prometido un "gran acuerdo comercial, muy pronto" entre Estados Unidos y Gran Bretaña, en cuanto se concrete el Brexit y se liberen en Londres, sentencia, "de los grilletes en el tobillo" que supone la Unión Europea. Un cielo abierto para ambas economías que, también, asegura ver el primer ministro británico, que alaba la gestión de Trump, pero no comparte, eso sí, matiza, su política de aranceles con China.
Una guerra comercial de la que el propio presidente de Estados Unidos admite tener dudas, "sin un plan de momento", mientras anticipa que negocia con Pekín, con quien reconoce mantener muy buenas relaciones. Lo que sí ha negado es, precisamente, lo que confirmaba el Elíseo. El anuncio de un acuerdo para que Macron haga de mediador en la crisis nuclear con Irán.