Mineápolis celebra el emotivo funeral de George Floyd, el afroamericano estadounidense que se ha convertido en un símbolo de la lucha contra el racismo y contra la brutalidad policial después de haber muerto asfixiado ante la violencia con que se empleó el policía Derek Chauvin, quien presionó su rodilla contra su cuello hasta provocar su muerte, ayudado además por tres agentes que, como él, han sido imputados por ser cómplices de los delitos de asesinato en segundo grado y homicidio en segundo grado.
“George Floyd fue torturado durante sus últimos 8 minutos y 46 segundos de vida”, declaró el abogado de la familia, denunciando una muerte que ha removido conciencias y ha sacudido al país hasta desatar una auténtica oleada de protestas pidiendo un cambio por la igualdad.
Hoy, a la llegada del coche fúnebre con los restos de Floyd, los jefes de policía de la ciudad han clavado su rodilla en el suelo en señal de respeto, solidariizándose con un gesto que también se ha convertido en símbolo de esa lucha contra el racismo.
Lágrimas, cánticos y proclamas
El emotivo funeral se ha celebrado en la Universidad de Mineápolis tras una semana plagada de intensas protestas callejeras. A él han acudido destacados líderes políticos y sociales.
Entre mascarillas por la pandemia del coronavirus, lágrimas, plegarias, reclamos y cánticos, George Floyd, que hoy se ha sabido que sufrió también al COVID-19, ha sido despedido por todos sus allegados en un acto sumamente emotivo.
Fuera, en las calles, el ‘I can’t breathe’ (No puedo respirar) que el afroamericano pronunció reiteradamente antes de morir, ha resonado con fuerza una vez más. Los protestantes, desoyendo los toques de queda y las amenazas del propio presidente, Donald Trump, han vuelto a salir durante estos días para manifestarse, en su mayoría, pacíficamente. Desde Mineápolis hasta Washington, donde las movilizaciones precisamente empiezan a tener un cariz antiTrump, las marchas han continuado canalizando la rabia por su muerte. En Nueva York, algunas de las marchas han acabado en disturbios y enfrentamientos con la policía. La mayor parte de la opinión pública está con los manifestantes: casi siete de cada diez estadounidenses apoyan las protestas.