Ha eliminado su apellido de la propaganda electoral. Es, simplemente, Marine. "Marine presidenta", se lee en los carteles. Un gesto que, más allá de la anécdota, culmina el proceso de "desdiabolización" de la extrema derecha emprendido por la candidata presidencial. La edulcoración de su imagen y la desvinculación del pasado forman parte de su estrategia para ampliar la base de su electorado.
Marine Le Pen aspira a convertirse en la presidenta de Francia en la segunda vuelta electoral de este domingo frente al actual mandatario, Emmanuel Macron. Los sondeos le dan a él como favorito. Pero, pase lo que pase, ella ha logrado uno de sus objetivos: la normalización de la extrema derecha en Francia. La apelación al miedo -que ha impulsado tradicionalmente un cordón sanitario del frente republicano- ya no es suficiente para frenar a esa ultraderecha. Ya no basta para llamar al voto.
Para llegar hasta aquí, Marine Le Pen -53 años y abogada de formación- tuvo que matar al padre. Tras hacerse cargo (en 2011) del Frente Nacional cofundado por Jean-Marie Le Pen en 1972, la hija expulsó del partido al histórico líder. Lo hizo en 2015, tras unas declaraciones filonazis de este. "Matar a su papá es algo sucio", declaró él entonces. En 2018, ella dio un paso más en ese lavado de imagen para desligar a la formación del racismo y la xenofobia y rebautizó al Frente Nacional como Agrupación Nacional. El patriarca lo consideró una "traición" y "un vergonzoso intento de borrar su identidad".
La candidata también ha suavizado su imagen personal con una estudiada cercanía que se refleja en sus redes sociales, en las que tan pronto se la ve besando a un gato, haciéndose fotos con admiradores en la calle, charlando en un mercado o subiéndose a un tractor. Una proximidad que Le Pen -divorciada dos veces y madre de tres hijos- también cultiva en sus entrevistas. Explicó que aprovechó el confinamiento para sacarse un diploma de criadora de gatos. Durante la campaña, ha hablado mucho de su amor por los felinos. Tiene seis y ya ha dicho que vivirían en El Elíseo si ganara.
Pero Marine sigue siendo Le Pen, decía esta semana el primer ministro Jean Castex. "Parece ser una señora amable con sus gatos, una buena madre. Me recuerda a una fábula de La Fontaine, El gato, la comadreja y el conejito. Este gato es muy tierno, muy simpático y luego cuando llegan la comadreja y el conejito, se los come", afirmaba Castex en France Inter.
Los analistas y medios franceses se refieren a su estrategia como una combinación entre le pouvoir des chats (el poder de los gatos) yle pouvoir des chats le pouvoir d’achat. Un juego de palabras en referencia a esa imagen dulcificada de amante de los animales, de "madre de gatos", por un lado; y, por otro, en alusión a uno de sus mensajes, la reducción del poder adquisitivo que tanto preocupa a los ciudadanos (golpeado en los últimos meses por la inflación). "Mi prioridad es devolver el dinero a los franceses", dice.
La moderación en las formas de Le Pen quedó también patente en el único debate televisivo entre los dos candidatos el pasado miércoles. Ella trató de remediar el fiasco del cara a cara que mantuvieron en los comicios de 2017, en el que se la reprochó su agresividad y su falta de preparación. En esta ocasión, aunque los analistas dieron también como ganador a Macron no fue por KO como hace cinco años y ella logró mostrarse más templada.
Por otro lado, la entrada en escena del candidato ultraderechista Éric Zemmour y los excesos de este han contribuido a esa imagen más mesurada de la líder de Agrupación Nacional.
Le Pen fue miembro del Parlamento Europeo entre 2004 y 2017. Este es su tercer intento de llegar al Elíseo. En las elecciones de 2012 quedó tercera. En las de 2017, llegó a la segunda vuelta. Antes, había celebrado la salida de Reino Unido de la Unión Europea y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Finalmente, fue derrotada por Macron con un 66% de votos frente a un 34%.
Pese ese al maquillaje de las formas, a una retórica menos radical, el fondo de su programa mantiene su esencia. En el debate, Macron se afanó en desmontar las incoherencias de su programa, que en ocasiones pareció conocer mejor que ella; aunque esa imagen de listo de la clase del presidente genera, por otro lado, rechazo entre quienes lo consideran arrogante.
Ahora Le Pen asegura que ya no quiere salirse de la UE, sino transformarla, construir una "Europa de naciones". Mantiene un ideario ultranacionalista y se presenta como la impulsora de una nación protectora, defensora del proteccionismo económico, frente a la deshumanizada globalización que personificaría su rival. Un discurso que ha conseguido convertirla en favorita entre la clase obrera y la gente con menos recursos.
Le Pen propone un referéndum sobre la política de inmigración, reservar las ayudas sociales a los franceses y poner fin a la reagrupación familiar. Mantiene una de sus propuestas más controvertidas: la prohibición del velo islámico en lugares públicos; algo que su adversario califica de "traición al espíritu francés".
En una campaña marcada por la guerra en Ucrania, Macron la puso en aprietos cuando la acusó de depender económicamente de la Rusia de Vladimir Putin. "Usted depende del poder ruso y del señor (Vladimir) Putin", le dijo. Lo hizo tras reprocharle el préstamo de nueve millones de euros que su partido adeuda a un banco ruso.
"Muchas de sus posiciones se explican por esta dependencia", atacó Macron, en referencia a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 que Le Pen defendió en su momento. Conocida por su postura prorrusa antes de la invasión iniciada por Putin hace dos meses, ahora muestra su solidaridad con el pueblo ucraniano.
En el ámbito político, solo el ultraderechista Éric Zemmour ha pedido el voto para Le Pen en esta segunda vuelta. La conservadora Valérie Pécresse (de Los Republicanos), la socialista Anne Hidalgo o el ecologista Yannick Jadot han respalado a Macron.
El izquierdista Jean-Luc Mélenchon (de la Francia Insumisa), que quedó en tercera posición con un 22% de apoyo en la primera vuelta, no ha apoyado a Macron de forma explícita; pero ha pedido "no dar ni un solo voto a Marine Le Pen". Sin embargo, según los sondeos, también en ese caladero podría pescar Le Pen.
En el ámbito europeo, la aspirante ultraderechista tiene al primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, o al líder de la Liga italiana, Matteo Salvini como aliados.
En estos comicios, tanto Le Pen como Macron lidian con otro actor, la desafección política que dejó en la primera ronda una abstención del 45% entre los menores de 35 años.