Florence Nightingale: la heroína que da nombre a los hospitales de campaña del Reino Unido
Esta enfermera introdujo en la sociedad británica del siglo XIX el lavado de las manos como una regla de higiene para salvar vidas
Contribuyó a la construcción del hospital de St Thomas, donde está ingresado Boris Johnson, y en el que abrió su primera escuela de enfermería
Reino Unido conmemora el bicentenario del nacimiento de una mujer que no se casó para poder entregarse a su profesión en cuerpo y alma
Si hay un nombre de un personaje histórico que suena a diario estos días en las emisoras de radio y de televisión del Reino Unido es el de Florence Nightingale. Este icono de la era victoriana, inventora de la enfermería moderna, ha sido elegido para bautizar los hospitales de campaña planeados contrarreloj para hacer frente al coronavirus. Además del de Londres, con capacidad para acoger a 4.000 pacientes, se han proyectado centros en Birmingham, Manchester o Bristol, entre otros, al estilo del de IFEMA en Madrid.
La historia y la personalidad de la enfermera más famosa del mundo son realmente fascinantes. Fue la primera en introducir en la sociedad británica el concepto de que se pueden salvar vidas con simples actos de higiene, como lavarse las manos. Eso ocurrió en el siglo XIX, pero su consejo no puede ser más actual.
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Esta mujer de la alta sociedad quiso ser enfermera desde que era una adolescente, pero a sus padres no les gustaba nada esa idea. Pensaban que “no era una profesión adecuada para una mujer respetable”. Así que decidió estudiar en secreto y empezó a ejercer en Alemania donde escribió: “¡Ahora sé lo que es amar la vida!”
La guerra de Crimea (1853-1856)
El Reino Unido se embarcó en la guerra de Crimea “con mucha arrogancia pensando que ganaría, pero hemos visto a lo largo de la historia que Rusia es un lugar muy duro para la batalla especialmente por el clima”, explica el director del Museo Florence Nightingale de Londres, David Green. “El país no había ido a la guerra en 50 años, así que sus armas y tácticas estaban anticuadas. Esta contienda se estaba convirtiendo en un motivo de vergüenza para la Reina Victoria y su Gobierno”.
El entonces Ministro de la Guerra, amigo de la familia Nightingale, conocía bien su interés por la enfermería y la invitó a ayudarlo a encontrar una solución. Cuando en 1854 Florence llegó al hospital que los británicos tenían en Scutari (Estambul, Turquía) quedó horrorizada por las condiciones insalubres en las que se encontraban los enfermos. Allí recorrió kilómetros de pasillos para atender a los miles de heridos, puso orden e introdujo una palabra mágica: LIMPIEZA. Y es que descubrió que morían más hombres por falta de condiciones higiénicas que por culpa de la guerra. Puso en marcha salas de lectura, una cafetería libre de alcohol y acabó siendo adorada por sus pacientes.
La dama de la lámpara
“Las noticias sobre la guerra que llegaban a Londres eran todas negativas. No había un héroe militar o político. Necesitaban uno”, cuenta Green que asegura que “fue la primera guerra en la que los periodistas estaban sobre el terreno en la batalla con las tropas”. Estos empezaron a escuchar historias sobre una mujer a la que los médicos del Ejército no querían allí porque consideraban que debía estar en casa; una enfermera que se paseaba por los pasillos del hospital por las noches con una lámpara atendiendo a los pacientes. Así fue cómo periódicos como “The Times” la convirtieron en un símbolo de la guerra.
Sus métodos iban desde el uso del agua corriente a la ventilación de las estancias pasando por dar importancia a la salud mental de los pacientes. Sorprendieron a todos en aquella época sus muestras de compasión por el soldado raso, pero también por su mujer y por sus hijos. “Antes de ella no se mandaban cartas a los familiares”, explica Green, que destaca también cómo “observaba enfermos y tomaba notas sobre ellos”.
Se convirtió en un ángel de la guarda de las tropas, pero también de las otras enfermeras del hospital de Scutari, para las que las que diseñó un uniforme. Es el primer ejemplo que se conoce y era importante para que pacientes y médicos reconociesen a estas profesionales y fuesen tratadas con respeto.
Revolucionó la Sanidad británica
Los siguientes 50 años de su vida los dedicó a transformar el sistema de salud, lo que ha inspirado a muchas generaciones de enfermeros. Usó estadísticas (las matemáticas eran otra de sus pasiones) y luchó para cambiar el diseño de hospitales. Sus logros son aún más loables porque trabajó, investigó y llegó a escribir muchos libros estando enferma: sufrió fiebre, insomnio, agotamiento y depresión. Se cree que padeció lo que ahora se conoce como estrés postraumático.
Su libro “Notas sobre enfermería” fue un hito. Se publicó en 1860, se tradujo a varias lenguas y se convirtió en un éxito de ventas internacional. Era una guía sobre cómo cuidar a los enfermos y estaba escrito de una manera sencilla y directa. Incluye consejos, por ejemplo, sobre cómo lavarse las manos.
St Thomas: el hospital que trata a Boris Johnson
El hospital de St Thomas, en el que está ingresado el Primer Ministro Boris Johnson, tiene también el sello de Florence Nightingale. “Aquí estableció su primera escuela de enfermería”, explica Eileen Sills, jefa de Enfermería de este centro de la Seguridad Social británica (NHS, en sus siglas en inglés), donde también se ubica el museo que lleva su nombre.
La gente había donado dinero para sus esfuerzos en la guerra. Cuando volvió a Londres quedaban muchas libras y ella, al ser de buena familia, no las necesitaba. Así que decidió montar dicha escuela y trabajó en la construcción del hospital. No le hizo gracia que fuese frente al Big Ben, junto al puente de Westminster, porque el río Támesis olía muy mal, pero era el único terreno que se podía permitir. No solo influyó en su diseño, sino en el de otros hospitales de Estados Unidos, Canadá o Australia.
Nunca quiso casarse
Era una persona fuera de lo común. ¿Se imaginan a una mujer viajando sola a mediados del siglo XIX con dos tortugas, una cigarra y un búho? Era única. Tuvo varios pretendientes pero los rechazó a todos. “Para ella era como mudarse de una cárcel a otra. De la prisión de la familia a la del matrimonio. Su trabajo era tan importante que no quería que nada lo perjudicase. Y necesitaba su libertad”, cuenta John Shallcross, uno de sus descendientes. En uno de los libros que escribió -“Cassandra”- se queja de que las mujeres de clase media alta no puedan poner su energía e inteligencia al servicio de algo más útil que el matrimonio.
Este y otros detalles, como su amistad con el escritor Charles Dickens, con el que compartió un interés por la reforma social y económica del país, vuelven a ser actualidad en el bicentenario de su nacimiento. El Reino Unido se preparaba para un año de actividades con las que recordar su vida y su legado cuando estalló la crisis del coronavirus. A falta de celebraciones y con su museo cerrado temporalmente, el Gobierno la ha honrado al menos asociando su nombre al de la lucha contra esta pandemia.