La (extraña) reapertura de fronteras de Ceuta y Melilla: el fin de la cuenta atrás
Esta medianoche volverán a funcionar, más de dos años y dos meses después, los pasos del Tarajal y Beni-Enzar
Por el momento sólo podrán entrar ciudadanos de la UE y con permiso para circular por el espacio Schengen
A partir del 31 de mayo podrán acceder también a suelo ceutí y melillense los trabajadores marroquíes transfronterizos y con visado exclusivo para Ceuta y Melilla
Dos años, dos meses y tres días después de que Marruecos cerrara de manera unilateral las fronteras de Ceuta y Melilla en plena explosión mundial de la pandemia del covid-19, esta medianoche volverán a abrirse los pasos del Tarajal y Beni-Enzar. Pero por ellos podrán pasar desde este 17 de marzo solo los ciudadanos de la UE y aquellos con permiso para circular en el espacio Schengen.
Pronto, dos semanas después, podrán hacerlo también “los trabajadores transfronterizos con Tarjeta de Identidad de extranjero en vigor, resguardo de solicitud de tarjeta o visado específico para Ceuta y Melilla”, según constaba este sábado en el Boletín Oficial del Estado. A día de hoy todo ello se traduce en un grupo de poco más de dos centenares de personas con los papeles en regla para acudir a su puesto de trabajo en Ceuta y Melilla y regresar a casa en Marruecos al final de la jornada. Será, por tanto, una apertura, al menos en una primera etapa, parcial. “Gradual y ordenada”, han insistido desde el Gobierno de España en las últimas semanas.
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17 de mayo: ¿coincidencia?
Después de varias semanas de incertidumbre y mensajes poco claros lanzados desde el Gobierno de Pedro Sánchez –ninguno desde el marroquí- sobre cuándo se restablecerían los pasos, las dos administraciones se pusieron de acuerdo el pasado jueves en que las fronteras se reabran este martes 17 de marzo. Una fecha que coincide con el primer aniversario de la crisis del Tarajal, cuando en torno a 10.000 personas –se estima que al menos 1.500 de ellos menores de edad gracias a la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes en apenas 48 horas.
Rabat protestaba así por lo que consideraba maniobras desleales del Gobierno de España contra el reconocimiento que la Administración Trump hizo de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y por la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario Brahim Ghali para ser tratado de una infección por coronavirus. El desencuentro concluyó con la carta que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez remitió al rey de Marruecos Mohamed VI el pasado 14 de marzo, en la que el jefe del Ejecutivo manifestaba su apoyo a la propuesta autonómica para la que fuera colonia española hasta finales de 1975 como “la más seria, creíble y realista” para resolver el conflicto.
Más incógnitas que certezas
Muchas son las incógnitas aún sin resolver sobre cómo serán las fronteras de las dos ciudades españolas con Marruecos una vez se deje atrás esta primera fase inicial.
La más importante de todas es saber si España va a proceder a incorporar definitivamente a las dos ciudades en el espacio Schengen, algo que no es del agrado de Marruecos. Ello supondría poner fin a la excepcionalidad de Ceuta y Melilla, que permitiría a los ciudadanos marroquíes residentes en las provincias limítrofes –Tetuán y Nador respectivamente- entrar sin necesidad de visado en las localidades españolas.
El otro gran elemento en torno al cual siguen negociando las autoridades españolas y marroquíes es la recuperación de la aduana de Melilla y la creación de la de Ceuta (donde nunca la hubo). En el acuerdo bilateral que ambas administraciones firmaron el pasado 7 de abril tras la visita de Sánchez al rey se establecía como parte de la la “hoja de ruta” que “la normalización de la circulación de personas y de mercancías (…) incluyendo los dispositivos apropiados de control aduanero y de personas a nivel terrestre y marítimo”. Una redacción calculadamente ambigua en vista del desacuerdo sobre cómo funcionarán las aduanas que España reclama sin atreverse públicamente a darlas por hechas.
Recordemos que Marruecos quiso poner fin al conocido eufemísticamente como “comercio atípico” mucho antes de la pandemia, al cerrar la aduana de Melilla de manera unilateral en agosto de 2018 y poner fin al contrabando procedente de Ceuta en octubre de 2019. Marruecos da por hecho que las escenas del porteo han pasado ya a la historia. Consciente de que miles de familias vivían de esta actividad comercial en las regiones limítrofes, algunas de las más deprimidas de Marruecos, desde Rabat se vienen haciendo esfuerzos en los últimos años para estimular las inversiones y el empleo en las regiones de Tánger-Tetuán y Alhucemas y en la Oriental, a la que pertenece Nador.
Por otra parte, a la vista de que poco más de doscientos trabajadores transfronterizos cuentan a día de hoy con los papeles en regla para volver a cruzar la raya y acudir a sus antiguos puestos de trabajo, este fin de semana desde el Ministerio del Interior se avanzaba que en el futuro se habilitará el paso de estas personas con visados “válidos exclusivamente para Ceuta y Melilla”.
Eso sí, la apertura de fronteras esta noche será el fin de una pesadilla para los transfronterizos atrapados en Ceuta y Melilla desde el 13 de marzo de 2020, tras más de dos años y dos meses en los que no han podido reencontrarse con sus familias en Marruecos.
Entretanto, lanzadas hace tres años, las obras para la remodelación integral de la frontera del Tarajal –la implantación de una ‘frontera inteligente’- no estarán concluidas en su reapertura después de más de dos años cerradas. En lo estrictamente sanitario, las autoridades españolas exigirán desde este martes a quienes accedan a las ciudades desde Marruecos certificado sanitario o prueba PCR negativa. Se desconoce aún qué exigirá, por su parte, Marruecos para quienes pretendan ingresar en su territorio desde Ceuta y Melilla.
En suma, Marruecos no está dispuesto a ponerle las cosas fáciles a las dos ciudades españolas en suelo norteafricano, cuya soberanía reclama –aunque no oficialmente- y seguirá exigiendo en el futuro. El apoyo español a Rabat en la cuestión del Sáhara le costará a Marruecos tener que aceptar la apertura de las dos aduanas, pero todo apunta a que los controles por los futuros dispositivos serán estrictos. A falta de información oficial ofrecida por las autoridades marroquíes, desde el Faro de Ceuta se daba cuenta este fin de semana de la advertencia de las Aduanas marroquíes: no se permitirá la entrada de “ninguna mercancía” desde la ciudad autónoma. Una posición aparentemente inflexible.
Oportunidad y amenaza
Por su parte, España es consciente de que Marruecos es amenaza y oportunidad al mismo tiempo para sus dos ciudades españolas. Ambas ciudades han visto reducir la recaudación impositiva ligada al comercio en un 40% en los dos años que las fronteras han permanecido cerradas. Más allá del turismo peninsular e internacional y del estímulo a las inversiones, los empresarios y la administración de las dos ciudades autónomas necesitan mano de obra y turistas marroquíes.
Pero los sucesos de hace ahora un año en Ceuta pusieron de manifiesto -con luz y taquígrafos- la fragilidad de una frontera, que es también la de la UE y África, y la necesidad de mantener unas relaciones relativamente cordiales con el régimen marroquí para evitar nuevas “acciones unilaterales” –censuradas en el nuevo acuerdo bilateral- en el futuro. La seguridad inquieta, como preocupa en las dos ciudades autónomas si los efectivos de la Policía Nacional y la Guardia Civil desplegados en las fronteras serán suficientes para afrontar el previsible repunte de la presión migratoria.
Ligada a la presión migratoria -la gran preocupación que empujó al Gobierno Sánchez a acelerar la reconciliación con Marruecos-, figura la cuestión de la Ley de Asilo, otro de los asuntos irresueltos entre Rabat y Madrid. El Gobierno sigue estudiando su modificación con vistas a que las peticiones que se registren en las ciudades autónomas se tramiten con un máximo de diez días, y, así, poder devolver con rapidez a Marruecos a quienes se les deniegue esta protección. Con la medianoche llegará, en fin, la nueva normalidad cargada de interrogantes a una frontera más termómetro que nunca de las nada monótonas relaciones hispano-marroquíes.