El Departamento de Defensa de Estados Unidos recuerda que el Estado Islámico ya ha vivido en la clandestinidad, hace una década, como filial siria de Al Qaeda. El grupo, en ese momento, esperó pacientemente a recoger los frutos de su discreción mientras operaba como una organización terrorista "estándar", con sus habituales incursiones armadas y atentados.
Es un 'modus operandi' que el grupo no ha abandonado nunca y al que ha recurrido en el momento en que veía perder el control de sus bastiones. De hecho, 'células durmientes' en Irak han llevado a cabo numerosos secuestros y asesinatos para socavar al gobierno de Bagdad.
Así, el Pentágono publicó un informe el mes pasado en el que advertía de que el Estado Islámico ya estaba regenerando sus funciones y capacidades a gran velocidad en Irak. "Si no se aplica una presión constante, es probable que Estado Islámico resurja en Siria en un plazo de seis a 12 meses y recupere incluso un territorio limitado", señala el documento.
Las propias FDS han querido llamar inmediatamente a la calma. "Es un momento histórico que hemos estado tiempo esperando, al igual que la comunidad internacional", ha declarado a la DPA el alto cargo de relaciones exteriores del grupo, Abdel Kareem Umer.
"Pero esto no significa que hayamos terminado con Estado Islámico: ha sido una derrota militar. Hemos terminado con su estado, pero las células durmientes siguen ahí, y su ideología pervivirá durante años en las zonas que gobernaron", ha avisado.
El califato, declarado en 2014 por el líder del grupo, Abu Bakr Al Baghdadi en la mezquita de Mosul (Irak), fue el comienzo de un reinado genocida. Estado Islámico, entre otras atrocidades, es acusado de la matanza de miles de personas de la etnia religiosa yazidí en Sinyar (Irak), de esclavizar a más de 7.000 mujeres y niñas, y de masacrar en Siria a cientos de personas de la tribu Sheitaat, por no mencionar los numerosos atentados, tanto en ambos países como en Occidente, de los que la organización asumió la responsabilidad.
La creación de la coalición internacional contra Estado Islámico puso al grupo terrorista a la defensiva. En 2016, las fuerzas iraquíes recuperaron el control de Faluya y las FDS, abanderadas por las Unidades de Protección Popular, hicieron lo mismo en la localidad siria de Manbij.
Alarmada por los avances de los kurdos cerca de su frontera, Turquía lanzó una ofensiva simultánea contra las YPG y contra la organización terrorista. La enemistad que separa a las milicias kurdas y al Gobierno turco será uno de los principales obstáculos en esta nueva etapa que se abre tras la recuperación de Baghuz.
Estado Islámico sufre en 2017 una cadena de aplastantes derrotas. En junio pierde su bastión iraquí de Mosul, lo que lleva a las autoridades iraquíes a declarar el fin de su califato en Irak.
En septiembre, con la ayuda de Rusia (cuya incorporación marca un punto de inflexión en el conflicto), el Ejército sirio expulsa a Estado Islámico de Deir ez Zor, recupera el control del río Éufrates, mientras las FDS se apoderan de la "capital" del califato, Raqqa.
El año pasado, el Gobierno sirio recuperó los enclaves de Estado Islámico en Yarmuk, en el sur de Damasco, y en la frontera de los Altos del Golán ocupados por Israel. Las FDS avanzaron por el Éufrates hasta su último enclave, el de Baghuz, donde la organización terrorista ha resistido durante meses el que ha sido el último asedio.
A pesar de que la toma de Baghuz sería un punto de inflexión en los ocho años de guerra siria, Estado Islámico sigue siendo una amenaza en muchos aspectos. Algunos de sus combatientes están escondidos en ciudades iraquíes o en el desierto sirio y amenazan con una campaña insurgente para desestabilizar al Gobierno.