Estados Unidos se asoma al abismo de la pandemia en el peor de los momentos

  • Estados Unidos tiene un 1% de la población infectada

Con un uno por ciento de la población infectada por coronavirus (casi 12 millones de personas), lo que equivale a la cantidad total de maestros públicos del país, los Estados Unidos se asoman a una situación de emergencia sanitaria sin precedentes. Pero mientras las hospitalizaciones y defunciones alcanzan cifras record (más de 250.000 personas han fallecido hasta el momento), la mitad de la población sigue sin llevar mascarilla y solo 36 estados de los 50 existentes, junto a la ciudad de Washington DC y Puerto Rico, imponen su uso.

Con los hospitales llenos y los trabajadores sanitarios al límite de sus fuerzas, el país se enfrenta a la llegada de un invierno que socialmente comienza con la celebración de su fiesta más familiar: el Día de Acción de Gracias. El próximo 26 de noviembre millones de estadounidenses viajarán para reunirse con sus seres queridos y conmemorar la cosecha del otoño que, desde 1621, con la llegada de los ingleses a la costa de Massachusetts, celebra su primera comida con los indios Wampanoag.

Predicciones superadas

Este encuentro da paso a una de las tradiciones más importantes del país y lo pone bajo el riesgo que suponen los encuentros de varias personas que habitualmente no son convivientes, bajo un mismo espacio cerrado. Ello se une a la cercanía de la Navidad, otras fechas que son proclives a las celebraciones sociales en espacios de interior, dado que las temperaturas invernales no permitirán hacerlo al aire libre en la mayoría del país.

Pero sobre todo, da lugar a la reflexión personal ya que, aunque algunos alcaldes (como el de Chicago o Nueva York) y varios gobernadores de los diferentes estados (más de 36) proclaman la necesidad de respetar la distancia social, el uso de mascarilla y aconsejan no viajar en estas circunstancias, millones de ciudadanos obvian el aumento disparado de personas contagiadas y las cifras de muertes, que ya superan las peores predicciones de las autoridades e incluso de los científicos, realizadas meses atrás.

Las barras grises representan el número de casos nuevos reportados cada día. La línea roja discontinua muestra el promedio móvil de siete días.

Última actualización: 13 de noviembre de 2020 a la 1:36 p.m. ET.

Fuente: Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad Johns Hopkins.

Gráfico: Curt Merrill, CNN.

Sólo la semana pasada el número de nuevos contagios fue de un millón en todo el país, lo que ha provocado que en estados como Nueva York las escuelas públicas hayan vuelto a la enseñanza en remoto o que estados que estaban preparando el retorno a la enseñanza presencial, como Maryland, lo hayan desestimado a corto plazo. Y urge encontrar la forma de revertir la tendencia ya que en los últimos siete días han sido 22 el número de estados que han sufrido cifras record de afectados por la pandemia.

No a las mascarillas

Pero en un país donde culturalmente la libertad es un concepto sagrado, no es fácil que las recomendaciones de los científicos convenzan a una ciudadanía diversa y que, en muchos casos, rehúye las imposiciones. Algunas sociedades, como las que viven en ciertos países de Asia, se han adaptado mejor a la práctica del uso de la mascarilla. El hecho de que los virus respiratorios surgieran en esa zona con anterioridad y tuvieran interiorizado el uso de la mascarilla, ha ayudado a una recuperación más rápida de la pandemia e incluso a que la incidencia por la misma haya sido menor.

En Estados Unidos, la poca colaboración ciudadana e incluso de algunos políticos, ha obligado a que decenas de expertos en salud pública hayan tenido que firmar una carta recientemente en la que piden a la administración Trump a trabajar con el presidente ya electo en una transición de poder que, varias semanas después de las elecciones, todavía no se ha iniciado, lo que “pone en riesgo la vida de los estadounidenses”, dice la misiva.

Aún así, hay estados como Arizona, Florida, Idaho, Misuri o Carolina del Sur donde los gobernadores no han puesto a sus respectivos estados bajo el mandato del uso de mascarilla. Incluso algunos, como Kristi Noem, gobernadora republicana de Carolina del Sur, que acaba de establecer un nuevo récord de contagios, sugirió tener dudas sobre la eficiencia de las mascarillas para combatir la propagación del virus y dijo que no tenía intención de utilizar recursos estatales para cumplir futuras órdenes federales que pudieran provenir de “una administración de Biden”.

¿Qué puede hacer el gobierno?

Según los expertos de la American Bar Association, los gobiernos de cada estado, en base a la Décima Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, son la autoridad principal para emitir órdenes de uso obligatorio, especialmente en casos como este, en el que la salud global está en peligro por una pandemia. Dicha enmienda permite a las autoridades adoptar acciones de emergencia de seguridad y salud pública.

De esta manera, los gobiernos estatales además dan a las empresas una cobertura legal para hacer cumplir el requisito del uso de máscaras que al mismo tiempo ha sido recomendado por los científicos. Sin dichas órdenes, las empresas podrían verse cuestionadas por sus clientes, e incluso demandadas, ya que hay excepciones en los que las mascarillas no pueden ser utilizadas por todo el mundo.

Es el caso de ciertas personas que, por problemas respiratorios, con autismo, problemas sensoriales o que dependen de la lectura de labios para comunicarse, están exentos de la obligatoriedad del uso de las mascarillas. Para el resto de las personas y siempre que los estados decreten su uso, los empleadores están obligados no solo a exigirlas a los clientes sino a proporcionarlas a sus empleados.

Razones para rechazar la protección

Pero no es fácil convencer a aquella parte de la población que aún rechaza las recomendaciones de los científicos y de las administraciones políticas. La pandemia ha coincidido con un año electoral que ha elevado la ya alta polarización política existente en el país y que añade motivos políticos e ideológicos a los que dudan de la eficiencia del uso de mascarillas y la distancia social.

Las razones ideológicas cristalizan en una defensa a ultranza de la libertad personal, tan interiorizada en el imaginario estadounidense, y en la pertenencia a una de las dos tendencias que han dividido al país: la republicana, encarnada en Donald Trump y su desprecio por el uso de las mascarillas, y la demócrata basada en el seguimiento de los consejos científicos, lo que les ha llevado a protagonizar una atípica campaña electoral con mítines seguidos por poca gente y desde los coches.

Si bien no todos los republicanos ni todos los demócratas han seguido al pie de la letra las consignas de sus respectivos partidos, sí es cierto que estos han condicionado el desarrollo de la pandemia de una manera u otra. A ello hay que sumar otros argumentos, como la desconfianza de algunos ciudadanos acerca de los consejos de la Organización Mundial de la Salud o el desconocimiento de cómo funciona en realidad el virus, lo que lleva a algunas personas a pensar que si en algún momento dieron negativo al test, ya no tienen capacidad de contagiar.

En definitiva, a pesar de los probados estudios científicos que avalan que el 100% de las personas necesitan usar máscaras en público para evitar la propagación del virus, se ha dado una mala combinación de situaciones (pandemia, elecciones y polarización) para homogeneizar una actitud favorable en uno de los países más diversos del mundo. La cuestión, a partir de ahora, será ver cómo revertir esta tendencia en un país que está sufriendo más de mil muertes al día justo antes del descenso fuerte de temperaturas, las reuniones familiares y sin un traspaso de poder que organice la lucha contra el virus a nivel estatal.