Más allá de las broncas hispano-españolas por Venezuela, América Latina lleva muchos años fuera de la agenda política europea hasta el punto de que hace más de cinco años de la última cumbre conjunta entre los dos bloques. El nombramiento de Josep Borrell en 2019 como ‘canciller’ del bloque y la presidencia semestral portuguesa de estos primeros seis meses de 2021 pueden hacer girar los goznes.
Borrell reconoce en una entrevista, compartida con otros medios como la Agencia EFE, Europa Press o el diario mexicano ‘Reforma’, que “América Latina no tiene en la agenda europea el lugar que debería tener” y recuerda que los tres acuerdos “que están sobre la mesa” –la renovación de los ya existentes con Chile y México y la interminable saga del acuerdo con Mercosur- “son parte muy importante de un nuevo impulso por la relación con América Latina”. Apunta a cesiones para avanzar en la negociación entre la oposición venezolana y el régimen de Nicolás Maduro.
Pregunta. El Parlamento Europeo y el Consejo (los gobiernos) no tienen la misma opinión sobre Venezuela. La Eurocámara pide que se reconozca a Juan Guaidó como presidente, pero los gobiernos no lo hacen. ¿Esta disonancia impide su búsqueda del diálogo con los actores venezolanos?
Respuesta. La opinión de la mayoría del Parlamento Europeo tiene todo mi respeto. Fui presidente del Parlamento Europeo y no puedo no tomar en consideración la opinión de los europarlamentarios, pero es una opinión. Valiosa, respetable, interesante, pero una opinión. Porque en materia de política exterior la competencia es del Consejo. Y el Consejo ha tomado una posición unánime sobre la línea a seguir.
P. La última resolución europea sobre Venezuela insta a la partes a “asumir compromisos difíciles”. ¿Se puede interpretar como una llamada a hacer cesiones?
R. La solución a la situación política en Venezuela tiene que pasar por una negociación, excluyendo otro tipo de soluciones que no apoyaríamos. La negociación implica desde el principio una voluntad de cesión. Si todo el mundo llega a la negociación con sus posiciones y no las abandona no hay puntos de encuentro. Hasta ahora todas las negociaciones han fracasado. Y cada parte, como es lógico, considera que el fracaso se debe a la otra parte. La última negociación, auspiciada por el gobierno de Noruega, también fracasó. Los que llevamos unos años en este oficio sabemos que en una negociación nadie puede pretender que el otro asuma sus planteamientos. Todos tienen que poner de su parte y todas las transiciones políticas que ha habido en el mundo, la chilena, la española, la polaca, por ejemplo, pasan por el reconocimiento de las partes y en algunos casos por soluciones pactadas que involucran a los que vienen y a los que se van.
P. ¿En qué hay que ceder?
R. No soy yo quien decide eso, son las partes. Nosotros lo que hacemos es auspiciar un proceso en el que la negociación pueda tener lugar. Sí creo que la oposición venezolana necesita reforzar su unidad. Les sería muy útil. Luego el reconocimiento o no del señor Juan Guaidó como presidente en ejercicio no es una cesión, es una consideración. Es lo que decidieron los Estados miembros de la Unión Europea en base al análisis jurídico de la situación creada. No reconocemos la Asamblea que surgió de las pasadas elecciones, porque consideramos que no se hicieron en buena y debida forma. Pero tampoco podemos considerar que la Asamblea que llegó al final de su mandato siga en ejercicio. No reconocemos la extensión de un mandato porque creemos que jurídicamente presenta muchas dificultades. Consideramos que Guaidó es el líder de la oposición venezolana porque así lo ha querido la oposición venezolana.
P. ¿Es optimista sobre la posibilidad de unas negociaciones y de que se abran en los próximos meses?
R. De momento no hay señales de que tal cosa vaya a ocurrir a fecha fija. La oposición está adaptándose a la nueva situación y todos están esperando la actitud que tomará la nueva Administración estadounidense, que será determinante. Noruega por el momento no considera que se den las condiciones para relanzar el proceso de negociación. Así que habrá que esperar un poco a que todo el mundo se resitúe. Yo no he convocado todavía al Grupo Internacional de Contacto porque me parece que es una bala que no hay que gastar. Primero queremos tener más claridad y conocimiento de las posiciones de los distintos actores.
P. Pidió usted en el Parlamento Europeo que no se abandone el acuerdo con Mercosur tras 20 años de negociaciones.
R. En muchos países europeos hay una actitud más bien negativa hacia este acuerdo. Que se centran en problemas medioambientales, en particular los de la deforestación como premisa para la producción agracia. Y que también refleja preocupación por la competitividad en determinados productos. Pero políticamente el acuerdo está hecho y los gobiernos lo asumieron. Ahora necesita ser ratificado. Pero todos sabemos que una cosa son los acuerdos y otra su aprobación. En Europa ya tenemos la experiencia de acuerdos que gobiernos firman y los parlamentos rechazan. Hoy por hoy algunos países europeos no estarían en condiciones de ratificar este acuerdo. Tampoco el Parlamento Europeo. Ante esta situación uno podría abandonar o hacer un esfuerzo para intentar aproximar posiciones, para buscar soluciones que respondan a las preocupaciones legítimas.
P. Pero la Comisión no ha puesto el acuerdo al voto de los gobiernos, paso previo a su ratificación. ¿Por qué no lo ha hecho?
Así funcionan las cosas. Pero todavía no estamos convencidos del proceso que hemos de seguir para su ratificación. La Comisión no puede llevarlo al Consejo para que los gobiernos se lo rechacen.
P. ¿Y qué pasa si la Comisión lo lleva para que se retraten los gobiernos, y así además provoca el debate?
R. Tenemos la obligación de estar seguros de las voluntades. No es sólo un acuerdo de comercio, es también un acuerdo de asociación, que interesa también a los ministros de Medio Ambiente. El pilar de Cooperación mejora muchos asuntos como desarrollo sostenible y con el buen gobierno económico e introduce la sostenibilidad de las exportaciones de los países de Mercosur hacia Europa. Es mejor tener este acuerdo que no tenerlo. Pero cuando se decide por unanimidad o por mayorías muy amplias pues tenemos la obligación de presentar un texto que sepamos que puede ser aprobado. Y antes de que sea rechazado más vale esperar un poco más y conseguir un acuerdo, que hoy no se da.
P. ¿Habrá que esperar a que pasen las presidenciales francesas (mayo 2022)?
No lo creo. Y tenemos de presidencia semestral a Portugal, que sé que tiene especial interés, mucho interés, en que avance ese acuerdo.
P. La Comisión Europea está terminando un estudio de impacto ambiental del acuerdo. ¿Cree que será suficiente para convencer a los Estados miembros reticentes?
R. Puedo decirles que todavía no está en condiciones de ser sometida a la consideración de la otra parte, a los países del Mercosur.
P. ¿Los europeos entienden la importancia del acuerdo?
R. Las sociedades europeas ya no están tan convencidas de los beneficios del libre comercio. Hubo un momento en que el libre comercio era el gran instrumento de expansión europea en el mundo. Y hoy en día las sociedades europeas, con el reflujo de la globalización, ya no están tan convencidas. Se plantean que eso desequilibra el campo social, el campo ambiental, que jugamos con distintas cartas, hasta qué punto la competencia es desequilibrada. Son problemas que se plantean también con África, pero en África no hay países tan grandes y con economías tan importantes como en América Latina.
P. En la conferencia ministerial de Berlín se habló de la posibilidad de crear un instrumento de canje de deuda que tenga en cuenta a los países de renta media. ¿Cuán lejos estamos?
R. Muy lejos. Para decirle la verdad es una idea que no se ha desarrollado. En este momento a nivel mundial hay un problema muy importante con los niveles de endeudamiento provocados por la pandemia. Hay países que tienen un banco central detrás, como los europeos, que les permite hacer sostenible el endeudamiento. Y hay países que no lo tienen. Y en América Latina no hay muchos instrumentos financieros supranacionales capaces de mantener un endeudamiento. En África ya empezaron los defaults de algunos países. Esa idea, que a todo el mundo pareció interesante, no ha tenido ninguna consecuencia.
P. En América Latina crece la preocupación por el respeto a la independencia judicial, sobre todo en casos de corrupción. ¿Europa está pendiente de ese asunto?
R. Para la Unión Europea la separación de poderes, el Estado de Derecho, es un pilar fundamental de su razón de ser. Ha sido así siempre y en todas partes, también en el interior de los países europeos. Empezamos por mirarnos a nosotros mismos. La independencia judicial es un pilar fundamental del funcionamiento de un país democrático. No hay libertades ni democracia ni nada que se pueda considerar un Estado homologable sin independencia judicial. La independencia de los jueves está muy alto en la agenda.
P. ¿Tendremos pronto una cumbre entre la Unión Europea y América Latina?
R. Haré todo lo posible para que así sea. Pero no tiene que ser una cumbre ceremonial, meramente protocolaria, tiene que tener contenido. Cuando reunimos la conferencia ministerial en Berlín con Alemania vimos que hay materias para dotarla de contenido. Inestabilidad social, crimen organizado, violencia, problemas de desarrollo, de comercio. América Latina está golpeada durísimamente por la pandemia, es una de las partes del mundo que más la ha sufrido desde la salud y desde la economía. Eso más que nunca debería llevar nuestra atención sobre ese continente, donde por otra parte la presencia china es cada vez mayor. Y los vacíos se llenan en política. Si queremos ser una potencia geopolítica y un actor global, como decimos, no podemos pretender serlo sin estar en América Latina, donde hay una población joven y potenciales económicos extraordinarios. A los europeos les cuesta creer que las empresas europeas han invertido más en América Latina que en India, China, Rusia y Japón juntos. Si en algún cesto pusieron los huevos los europeos es en América Latina. Pero la presencia de la Unión Europea no está a la altura.