Alemania tiene previsto por ley dejar el carbón, como tarde, en 2038. Sin embargo, hoy por hoy, el uso de esa fuente de energía fósil sigue siendo clave en el mix energético teutón.
Para ser una industria con fecha de caducidad – da trabajo actualmente a cerca de 33.000 personas –, la industria energética del carbón sigue siendo realmente importante. No en vano, Alemania es, de los grandes países europeos, el que más carbón consume. Es la décima nación mundial que más uso da a este recurso fósil, según datos del portal de estadística alemán Statista.
Prueba de ello es que, según datos de la Oficina Federal de Estadística (Destatis, por sus siglas alemanas), el carbón fuera la principal fuente energética de la primera mitad de este año. El carbón aparece, de hecho, como “la fuente de energía más importante” en la primera mitad de este año en el comunicado de Destatis sobre producción energética en Alemania en los primeros seis meses de 2021.
En ese periodo, la energía eléctrica producida a partir de carbón “representó el 27,1% de la cantidad total de electricidad inyectada en la red”, señalan en Destatis. Al tiempo que la producción de energía a base de carbón crecía un 35,5% en la primera mitad del año respecto del mismo periodo del año anterior, la electricidad procedente de las renovables caía un 11,7%.
En lo que va de año, ha soplado menos viento, especialmente en el primer trimestre, donde la energía eólica produjo casi un tercio menos que en los primeros tres meses de 2020, según las cuentas de Destatis. La falta de viento es clave para entender por qué las energías renovables, en lo que va de año, han abastecido a la red eléctrica en menor proporción que en 2020. Según cálculos recientes, todas las renovables, entre enero y septiembre de este año, representan un 42,7% de la energía eléctrica consumida en el país de la canciller Angela Merkel. En el mismo periodo de 2020, representaron un 47,8%.
Puede que, en lo que queda de 2021, la energías renovables puedan recuperar los niveles de 2020, pero eso dependerá de lo que pase con el viento. En Alemania, los aerogeneradores son la más importante fuente de energía renovable.
Entre tanto, y en contexto en el que la demanda energética crece, el carbón está generando la energía que no pueden facilitar las renovables. Por otro lado, a partir de 2022 Alemania se despide definitivamente de las centrales nucleares, por lo que se quedará sin los aportes que aún hoy realiza la energía atómica.
Más temprano que tarde, las centrales energéticas de carbón también van a ir cerrando. Las hay que tienen una fecha de cierre mucho anterior al año 2038 fijado como último año para el uso de esta fuente de energía fósil. En el punto de mira están las centrales térmicas de carbón que más tiempo llevan en activo y que más dióxido de carbono emiten.
Por ejemplo, la de Lausitz, en el este alemán, pasa por ser una de las responsables de mayores emisiones de dióxido de carbono en Europa, según datos de la Comisión Europea. Su cierre podría producirse, como tarde, a finales de 2028, diez años antes del abandono total del carbón.
A ese abandono, desde el Ministerio de Economía, en manos del conservador Peter Altmaier en la última legislatura, se han referido como un “proyecto generacional”. La decisión del abandono del carbón, hecha oficial con la aprobación de la ley de salida del carbón del año pasado, supone que “la era de los fósiles en Alemania llegue a su fin irremediablemente”, según Altmaier.
Se supone que, durante el proceso, concretamente en 2026, 2029 y 2032, el Gobierno alemán tendrá que realizar análisis sobre la seguridad de abastecimiento energético. Esta labor parece ahora más que nunca clave, porque en la reciente debilidad del viento se ha visto un factor fundamental en la amenaza de apagones con la que muchos vienen especulando y que, de momento, algunos ya han sufrido.
“Los apagones serán un peligro”, titulaba en este sentido el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung a cuenta de la reciente pérdida de importancia del viento en el mix energético alemán, “las redes eléctricas inestables” y las “decrecientes reservas de gas”. Dicho diario se hacía eco el mes pasado, dando cuenta de esta situación, de apagones temporales ocurridos en septiembre en las ciudades de Dresde (este germano), donde se vieron afectados 300.000 hogares, y Wiesbaden (oeste germano), donde 20.000 personas se quedaron sin luz.
Con apagones o sin ellos, el coste del cierre se mide en miles de millones de euros. La salida del carbón está asociada a un programa de ayudas estructurales a las regiones afectadas – los Länder de Renania del Norte-Wesftalia, Sajonia-Anhalt, Sajonia y Brandeburgo, valorado en 40.000 millones de euros. Se espera que con esa inyección financiera, las regiones afectadas puedan reinventarse lanzando proyectos de futuro.
Asimismo, también se cuentan en miles de millones las empresas eléctricas que se verán afectadas por la decisión aprobada en el Bundestag en el verano de 2020. No menos de 4.350 millones de euros en concepto de indemnizaciones tendrán que pagarse, según los cálculos que han hecho el semanario Der Spiegel y el colectivo de investigación periodística Correctiv.
La salida del carbón es un proceso que implicará, además de un espacio de tiempo de dos décadas, monumentales cantidades de dinero. Pero también hay costes políticos asociados a este proceso.
El partido ecologista Los Verdes, que se ha convertido en la tercera fuerza más votada en las pasadas elecciones generales y a buen seguro será esencial en la próxima coalición gubernamental, quiere acelerar el proceso de salida del carbón. En lugar de 2038, la fecha de referencia que dan los ecologistas es 2030.
Esta exigencia de los ecologistas constituye uno de los puntos de mayor fricción que ofrecen los actuales encuentros exploratorios que mantienen los responsables del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la formación del presentido sucesor de Merkel, Olaf Scholz; los líderes de Los Verdes y los del partido liberal, el FDP.
Según las cálculos oficiales que se manejan por el momento, para 2030, las energías renovables deberían de representar un 65% de la energía que se produce en Alemania. En el resto, y sin nucleares, el carbón debería seguir jugando, a priori, un papel destacado.