Las elecciones norteamericanas se juegan en los 'swing states' o estados bisagra
Donald Trump, que ganó en los estados bisagra más grandes en 2016, ha invertido 30 millones de dólares durante esta campaña
A dos meses de las elecciones que decidirán la presidencia durante los próximos 4 años de los Estados Unidos, el país se divide en dos colores: el rojo que representa a los seguidores del Partido Republicano, asociado a los estados del centro geográfico, y el azul del Partido Demócrata, predominante en las costas. Pero en este campo de batalla hay un tercer color, el púrpura, asociado a los swing states o estados bisagra que representan a los votantes indecisos y que finalmente deciden al ganador.
Estos estados son tan importantes que en la actualidad el litigio electoral está centrado en ellos y el mismo Trump está invirtiendo 30 millones de dólares sólo en la campaña del estado de Minnesota, lo que supone mil veces más de lo que gastó en ese sitio en 2016. Pero es que este estado, que no formaba parte de los swing states en sus inicios, se ha desvelado, al igual que Texas o Florida, como uno de los más importantes en las próximas elecciones. La razón: la posibilidad de pasar de ser un sitio con voto demócrata en los últimos 50 años, a un potencial estado republicano si Trump consigue superar los exiguos 45.000 votos con los que Hillary Clinton le superó ahí en las últimas elecciones.
Y es que, para ganar unas elecciones en este país, conocer el pulso de los estados indecisos y su evolución es tan importante como la participación de los votantes, el voluntariado de los que fomentan el voto hacia un lugar u otro o la recaudación de fondos para llevar a cabo la campaña electoral. Conocer qué posibles estados tienen más número de votantes indecisos, cada año electoral, puede ser la clave de la victoria primero en los colegios electorales y finalmente para llegar a la presidencia.
Lo que dice la historia
Aunque el país tiene 50 estados, las elecciones se suelen decidir en función del voto emitido en sólo 10 o 12 swing states. Tradicionalmente estos han sido Colorado, Carolina del Norte, Florida, Iowa, Nevada, New Hampshire, Ohio, Virginia, Wisconsin y Pensilvania. En ellos el voto no está claro y ha oscilado de unas elecciones a otras entre los diferentes partidos y candidatos.
Por supuesto la estrategia electoral de cada partido pasa también por intentar ganar en los estados más poblados (California, Nueva York y Texas), ya que son los que tienen más números de colegios electorales, junto con Florida, y en consecuencia más votos finales, pero ahí la campaña es más limitada por que el voto suele estar más seguro (demócrata para los dos primeros y republicano para Texas).
Pero la importancia del voto púrpura es enorme ya que los estados bisagra, a pesar de su indefinición, han sido presagio del resultado final. Así, el candidato ganador en Nevada y Florida ha acabado siendo finalmente el presidente del país (desde 1980 y 1996, respectivamente), mientras que por ejemplo Obama en 2008, ganó en todos los estados mencionados y Trump, en 2016, perdió en la mayoría de ellos.
Las (e)lecciones de 2016
Pero fue en esa fecha cuando Trump ganó en los estados bisagra más grandes, Florida y Ohio, y comenzó a cambiar la intención de voto -a su favor- de Michigan, Pensilvania y Wisconsin, algo que no ocurría desde 1980. Desde que el 9 de noviembre se supo que los últimos 30 colegios electorales de estos estados se habían inclinado a favor del mandatario republicano, Hillary tuvo que aceptar la victoria de su contrincante no solo en la región de los Grandes Lagos, Ohio y Florida, sino en los considerados swing states menores como Arizona (que se incorpora desde entonces a esta categoría), Georgia, Iowa y Carolina del Norte.
Y todo ello a pesar de haber obtenido casi tres millones de votos más que Donald Trump, lo que supuso que pesaran mucho más los 78.000 votos de ventaja que el actual presidente obtuvo en Michigan, Wisconsin y Pensilvania que el voto popular de todo el país. Esta fue la clave de unas elecciones en la que los demócratas se centraron en la obtención del voto de las mujeres, los jóvenes y las minorías raciales mientras que los republicanos priorizaron a la clase trabajadora blanca, que es la que les acabó dando la victoria.
De cara a 2020
En la actualidad las encuestas dan una clara ventaja a Joe Biden pero no estaría de más prestar atención a lo que dicen los estados indecisos. En un reciente sondeo realizado por la cadena CNBC y el centro de investigación Change Research, los resultados de los votantes de Wisconsin, Carolina del Norte, Pensilvania, Michigan, Florida y Arizona siguen inclinándose por Joe Biden pero el 69% de ellos dicen tener menos preocupación que antes sobre el coronavirus. De hecho, el 48% aprueba la gestión del presidente frente un 52% que la desaprueba, frente al 46% y 54% anteriores.
Si esta tendencia continúa, el voto indeciso va a estar más disputado que nunca. De hecho ya se habla de estos estados, junto con Minessota, Arizona y Florida como los estados clave para el 2020. Y la publicación especializada Politico incluye además a Texas, como uno de los escenarios antaño improbables ya que tradicionalmente era un feudo de los republicanos, para dilucidar los próximos comicios.
Y es que nada garantiza el triunfo a ninguno de los dos candidatos. Y menos si nos ceñimos a las encuestas, que en 2016 daban un margen de victoria a Hillary mayor que el que actualmente dan a Biden. Quizá haya que recurrir a la tendencia de voto actual del estado que desde 1996 ha acertado con la elección presidencial y que en las elecciones pasadas fue decisivo: Florida, que en el 2000 apoyó a Bush, en 2008 a Obama y en 2016 a Trump. Las encuestas actuales dicen que aquí Biden adelanta al actual presidente por un margen de 3 puntos pero lo cierto es que, en estos momentos, nadie sabe si esa ventaja será suficiente.