Elecciones generales en Marruecos: retroceso islamista en todas las quinielas y desinterés general
Los expertos coinciden en que el Reagrupamiento Nacional de Independientes, una formación de corte liberal, será la más votada en las legislativas, regionales y locales de hoy
La pandemia y sus secuelas –incluida una campaña electoral casi sin actos públicos- auguran una baja participación y un Parlamento fragmentado
Se atribuye al ministro de Cultura, Miquel Iceta, la frase de que en España las encuestas no se hacen para medir la opinión pública sino para crearla y lo cierto es que, en un país que no celebra sondeos electorales, el propio sistema de las cosas –un censo electoral limitado, niveles de militancia partidista exiguos, escaso interés por la actividad parlamentaria y altas tasas de analfabetismo- se encarga, a su forma, de avanzar que los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) perderán apoyos en la cámara baja del Parlamento que salga hoy de las urnas y dejarán de ser primera fuerza política en Marruecos después de dos elecciones legislativas (2011 y 2017) siéndolo. Y contando con el primer ministro –Abdelilá Benkirán y Saadeddine el Othmani- en los sucesivos gobiernos de coalición.
Con medidas sanitarias aún estrictas –toque de queda nocturno a partir de las 21.00 horas, consiguiente limitación en los horarios comerciales y hosteleros, prohibición de celebraciones y concentraciones, etc.- y un deterioro económico evidente, los marroquíes –no todos; aproximadamente 17,5 millones de los entre más de 23 millones de ciudadanos mayores de 18 años, pues el censo electoral no es universal sino voluntario- acudirán hoy a las urnas además para introducir en las papeletas de sus representantes de los consejos regionales y municipales.
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El reto de estimular la participación
La idea de la múltiple cita electoral, por primera vez en una sola jornada, es la de estimular una participación que se antoja baja, como han augurado a NIUS varios expertos. En las legislativas de 2011, con la excitación propia de la Primavera Árabe, participó un 45,4% del censo y 4,7 millones de electores. Y en 2016 apenas un 42,29% del censo y 5,7 millones de votantes. Un censo, por cierto, que se ha incrementado en algo más de 1,8 millones de personas para esta ocasión con objeto de reducir la brecha entre quienes podrían votar pero no están inscritos en el censo y quienes sí lo están (a falta de cifras oficiales, la cifra de ciudadanos no inscritos se sitúa entre los 6 y 7,5 millones). La brecha entre mundo rural y urbano en Marruecos es evidente en este capítulo, pues el 45% de los inscritos se sitúa en el primero. Además, los comicios se celebran también por vez primera en un miércoles –y no en viernes-, día de la jornada plenamente laboral elegido para estimular el voto en las difíciles condiciones sanitarias –y sociales- que vive el país magrebí.
Las restricciones sanitarias –con los mítines y actos muy limitados en aforo- y la difícil situación social se tradujeron, como era previsible, en una campaña de baja intensidad y anodina. La idea de las autoridades era trasladar el debate de la calle a las redes sociales y ello solo ha ocurrido en parte: las nuevas generaciones, diluido el empuje de la Primavera Árabe y años posteriores, no parecen interesadas en demasía en el sistema partidista marroquí. “La campaña ha sido fría a pesar de la decisión de organizar las dos elecciones el mismo día. Las restricciones sanitarias impuestas por Interior y la ausencia de un reto político mayor han tenido sus consecuencias haciendo de esta campaña una de las menos vigorosas de la historia de Marruecos”, asegura a NIUS desde Rabat el politólogo marroquí Ayoub Touati.
“En otras ocasiones hemos tenido campañas con grandes promesas por parte de los partidos. En un ambiente general como el actual y teniendo en cuenta su limitada capacidad de actuación, los candidatos ha sido realistas y se han limitado a prometer buena gestión y lucha contra la corrupción”, explica a NIUS Said Kirhlani, profesor visitante de la Universidad Rey Juan Carlos especializado en procesos electorales y políticos en Marruecos.
Diez años se cumplen en este 2021 electoral de la Primavera Árabe, cuyos ecos marroquíes empujaron al majzén –el poder marroquí al margen del Parlamento y las instituciones electas- a impulsar una nueva Constitución llamada a profundizar en la democratización del país. Lejos quedan aquellos meses de 2011 y 2012 en que los movimientos juveniles tomaron la iniciativa para exigir reformas profundas en el sistema. Lo cierto es que no han faltado candidatos jóvenes en las principales candidaturas –los voluntarios de los partidos son también mayoritariamente muy jóvenes-, pero la participación de las nuevas generaciones en el activismo de las formaciones del sistema es un reto pendiente para la democracia marroquí. “Todos los partidos políticos mienten con sus promesas. No ha habido cambios en los últimos 20 años en Marruecos. Voy a votar por Wah Nzemma, que son candidatos jóvenes e independientes, pero solo en las elecciones locales. Son un poco como Podemos en España, que además es la traducción del nombre”, admite a NIUS Hanane Hakimi, una joven residente en la ciudad de Nador. También se da el caso de que una parte de la juventud milita en formaciones pequeñas como el Partido Verde o el Partido Socialista Unificado, entre muchas otras, que no contarán con representación –o será exigua- en las distintas instancias.
El RNI, principal favorito
Casi sin excepción, los analistas señalan al Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), una formación liberal-conservadora, como favorita en las elecciones de hoy miércoles en Marruecos por encima de los islamistas del PJD. La formación está liderada por el empresario –según la revista Forbes es el hombre más rico del país magrebí- y actual ministro de Agricultura Aziz Akhannouch. La importante inversión económica de la formación en esta campaña ha sido evidente sobre todo en las redes sociales, donde han divulgado sus principales ideas en producciones audiovisuales modernas y de calidad. Según los expertos, el RNI es la apuesta del majzén marroquí.
Además de las repetidas divisiones en su liderazgo y la erosión propia de ostentar el poder y la gestión económica, contribuirá previsiblemente al peor resultado del PJD la reforma de la ley electoral, aprobada este año a instancias del Ministerio del Interior y, por tanto, fuera del alcance de los islamistas. La norma introduce un nuevo cociente para la obtención de diputados que hace muy difícil que un mismo partido acumule escaños en una misma circunscripción y acaba con el suelo del 3% de los votos para la obtención de representación. En consecuencia, la Cámara de Representantes estará más fragmentada, habrá más partidos y estos tendrán grupos parlamentarios más pequeños. Una nueva realidad que, según los especialistas, castigará al PJD, principal partido en las dos últimas elecciones legislativas.
Dada la ausencia de sondeos electorales y debates entre candidatos, los expertos esgrimen como mejor sondeo las elecciones a las cámaras profesionales celebradas el pasado mes de agosto: en ellas el RNI se impuso con un 28,61% de los votos con una participación del 47,24%.
Solo la intervención este lunes del ex primer ministro Abdelilá Benkirán –del PJD, aunque enfrentado hoy a la dirección de su partido-, tal vez el político más carismático de Marruecos, avivó el debate en las últimas horas de la campaña electoral. El veterano político islamista –primer ministro desde 2011 a 2017- lanzó una diatriba en un video de media hora de duración difundido en Facebook contra el líder del RNI. Una grabación que se hizo viral en las redes sociales marroquíes.
“Los marroquíes lo boicotearon. Y, de la noche a la mañana, se presenta ante nosotros como inevitable futuro jefe de gobierno. Todavía no sé (…) cómo obtuvo tan fuerte apoyo (…) Todo el mundo se pregunta cómo es casi el hombre más rico del país”, expresó Benkirán. No en vano, su formación –aunque Benkirán ha evitado pedir el voto para el PJD- acusaba durante la campaña al líder del RNI, el empresario Aziz Akhannouch, de comprar a los electores de las elecciones a las cámaras profesionales. Por su parte, el líder del PAM, Abdellatif Ouahbi, acusaba al RNI de “inundar la escena política de dinero”.
Tras el RNI y el PJD previsiblemente se situarán el centroizquierdista Partido Autenticidad y Modernidad (PAM) –apodado como ‘el partido del rey’ y principal formación de la oposición al actual gobierno- y el nacionalista Istiqlal. Por otra parte, no se espera un buen resultado para las formaciones de izquierda, en un paulatino declive electoral en Marruecos desde hace décadas. La Unión Socialista de Fuerzas Populares, que dirige el veterano Driss Lachgar, parte con ventaja en el campo progresista.
Otro gran problema de los partidos marroquíes en estas elecciones ha sido encontrar candidatos suficientes para rellenar las listas, corolario de la escasa cultura política y del desinterés del momento. El mismo PJD se ha visto obligado a reducir en un 50% el número de candidaturas respecto a 2015. “En muchas zonas del país la gente no quiere poner su cara para candidaturas que saben que no tendrán representación”, constata a NIUS desde Casablanca el profesor Said Kirhlani.
“Incluso si el PJD gana las legislativas, se percibirá como una victoria pírrica y el partido se verá obligado a hacer muchas concesiones. El RNI está en una posición más cómoda gracias a los esfuerzos colosales del secretario general desde que fuera elegido como líder del partido”, resume el politólogo Ayoub Touati.
“Todo está diseñado para quitar de en medio al PJD, un partido con una fuerte base electoral”, sintetiza NIUS Rachid Abassi, propietario de una pyme dedicada al comercio exterior en Rabat. Como Rachid, una gran parte del pueblo marroquí es consciente de que las grandes decisiones del Estado están lejos del alcance de los partidos que obtendrán representación hoy y que hay necesidades más perentorias en una coyuntura económica y social como la actual.