Al gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones impopulares. “Si tenéis que culpar a alguien por vuestras pérdidas económicas, que sea a mi”, decía tras cerrar los restaurantes de su estado la semana pasada. Cuomo se ha convertido en el gran líder para muchos estadounidenses que se han sentido abandonados por un presidente que hasta hace poco seguía negando la existencia del COVID-19. Su encomiable gestión en esta crisis lo ha convertido en una figura nacional clave y sus conferencias diarias son tan, o más, importantes que las del propio Donald Trump.
En sus 9 años de mandato en un estado abrumadoramente demócrata, Cuomo siempre se ha distinguido por ser un político querido y respetado. Su labor en esta crisis está siendo tan destacable, que ahora hasta sus detractores elogian su gestión: "tengo grandes diferencias con el gobernador en materia de política, pero creo que durante una situación de emergencia está en su mejor momento", explicaba al diario New York Times la candidata republicana y del Congreso de Staten Island, Nicole Malliotakis.
No es para menos, gracias a él y su constante presión a Donald Trump, este estado ahora cuenta con el apoyo de la Guardia Nacional, un barco hospitalario con material médico en camino, y una población que siente que no está sola, Cuomo cuida de ellos. “La gente quiere un líder y no lo encuentran en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Andrew se desempeña bien en los momentos de crisis. Y ahí lo tienes, tomando el control y demostrando a nivel estatal lo que habría que hacer a nivel nacional”, explica George Artz, consultor demócrata que ha trabajado tanto con Cuomo como con Trump.
Nacido en la ciudad de Nueva York, Cuomo se define como progresista y no esconde su apoyo a su amigo Joe Biden en la carrera demócrata. Muchos están convencidos de que sería un gran candidato para pelear la presidencia contra Trump en las elecciones del 3 de noviembre, pero él cree que aún no ha llegado su momento. Con 63 años todavía es joven, aún tiene tiempo para llegar a la Casa Blanca.
Además, a Cuomo le gusta ponerse en primera línea en momentos de crisis. Así lo hizo cuando la tormenta Sandy arrasó con todo en el 2012, y así lo está haciendo ahora. El gobernador, al que logros no le faltan (en 2013 convirtió Nueva York en el primer estado en endurecer el control de armas en EE. UU.), ha seguido los pasos de su padre, Mario Cuomo, que también fue un destacado gobernador de Nueva York de 1983 a 1994. A su lado aprendió desde muy joven (con 16 años ya apoyaba a su padre en su labor política) cuál es su papel al frente de un estado, y una vez más, no ha decepcionado a nadie.
Incluso cuando el COVID-19 comenzó a cebarse con EE. UU., a Trump le costaba darse cuenta de la magnitud del problema. Mientras él seguía riéndose y bromeando con que ¨hacía dos semanas que no se tocaba la cara y lo echaba de menos¨, Cuomo reunía a su equipo de expertos para hacer frente a la que se nos venía encima.
Sus ruedas de prensa televisadas llegaron incluso antes que las del propio presidente (que pocas veces ha hecho uso de su sala de prensa en los últimos dos años de mandato) y comenzaron a difundirse a nivel nacional, hasta el punto de que se han convertido en una cita clave para conocer los últimos datos de la pandemia en este país. Incluso en dos ocasiones la Casa Blanca ha retrasado sus conferencias hasta que termina de hablar Cuomo.
Sus encuentros diarios con la prensa en la capital del estado, Albany, son tremendamente completos, cuentan con datos a nivel estatal y nacional, gráficas que permiten seguir la información que se está transmitiendo con contundencia y, sobretodo, con cabeza (en la sala hay dos metros de separación entre cada periodista, no como en las ruedas de prensa de Trump, donde la prensa se agolpa en una sala que ya se ha quedado pequeña).
Cuomo trata de que sus intervenciones no consistan únicamente en `escupir´ los últimos datos sobre el coronavirus. ¨Sé por lo que estáis pasando, pero no estáis solos, todos estamos pasando por lo mismo¨, explicaba ayer cuando se refería al confinamiento que él mismo ha ordenador. Y ojo, alertaba, ¨el daño del aislamiento es real¨.
¡Qué diferencia con las ruedas de prensa Donald Trump! En ellas no faltan enfrentamientos con la prensa y ataques a China calificando el COVID-19 de ¨virus chino¨, pero pocas decisiones más allá de los paquetes económicos que parece ser lo único que de verdad preocupa al presidente.
Están siendo los estados los que se autorregulan para impedir que el COVID-19 se extienda entre la población. Ellos son los que cierran restaurantes, teatros, gimnasios, hoteles, los que ponen en confinamiento a sus ciudadanos, los que toman las medidas más impopulares, pero seguramente las que salven muchas vidas.