Trump, los 100 días y los conflictos abiertos
Tres eran las grandes promesas del candidato republicano –aunque independiente de su partido, como ha demostrado en éstos dias– y que no ha conseguido cumplir.
En primer lugar la Reforma Sanitaria. Se votó en el Congreso y ni siquiera los propios Republicanos se pusieron de acuerdo para votar su “contra-reforma”. Una de las bazas electorales de Trump para ganar las pasadas elecciones presidenciales fue acabar con el denominado ‘Obamacare’, el sistema de salud implementado por el expresidente por el cual se obliga por ley a cerca de 40 millones de estadounidenses de clase media a contratar un seguro médico privado. El hecho de que no haya competencia entre los estados y las aseguradoras llevó a muchos de éstos seguros médicos a registrar subidas para sus asegurados del 35% de media en todo el país. Trump prometió un sistema “justo” para todas las partes. Según la Casa Blanca, este miércoles se podría votar otra vez, aunque el Wall Street Journal asegura “que aún no tienen los votos”.
La segunda gran promesa tiene que ver con la inmigración ilegal. Trump prometió deportar a los cerca de 11 millones de personas sin papeles que viven en Estados Unidos –comenzando por todos aquellos que tenían antecedentes delictivos–, al tiempo que prometió terminar el famoso “muro” con México. De momento, sus dos leyes migratorias han sido paralizadas por diferentes juzgados por lo que no se pueden aplicar, y sobre el muro aún no está claro ni como se construirá ni quién pagará la fiesta. Trump ha dicho en varias ocasiones que México pagará el muro a través de una nueva negociación del NAFTA (Tratado de Libre Comercio para América del Norte) con el país vecino, pero aún no está clara la fórmula. Las negociaciones llegaron la semana pasada a un punto en el que Trump anunció que rompía el acuerdo del NAFTA de forma unilateral. Aparentemente, Peña Nieto y Trudeau le llamaron para pedirle que siguiera en la mesa de negociaciones.
Y la tercera gran promesa tiene que ver con la reforma fiscal. Efectivamente ha sido anunciada –también la semana pasada– pero sin grandes datos ni detalles. Se sabe que Trump quiere rebajar los impuestos de todas las empresas del actual 40% al 15% y que simplifica los tramos de la renta para todos los ciudadanos. Poco más. Una reforma transversal que aún tiene que detallarse en el Congreso y ser ratificada por el Senado, y que tiene un enorme punto negro: ¿De dónde llegarán los ingresos para mantener el enorme gasto de Estados Unidos y reducir el déficit? No hay respuesta.
En general la opinión pública estadounidense aprueba a Trump en materia de política exterior: las operaciones en Siria y Afganistán han sido vistas con buenos ojos, y además respaldadas también por los demócratas en Congreso y Senado. Demócratas que también respaldan a Trump en la tensa situación con Corea del Norte para “evitar males mayores”. En éste sentido la reunión histórica entre el presidente de China y Trump en Mar-a -Lago puede traer un punto de inflexión en las relaciones internacionales histórico, si realmente “China se encarga de corea del Norte”, tal y como Trump insiste en sus tuits. Si efectivamente eso sucede, las relaciones económicas entre ambos colosos también se transformarían de forma espectacular, para empezar terminando con la denominada “guerra de divisas”. Esta semana puede ser definitiva para ver si, efectivamente China está consiguiendo los objetivos respecto del régimen de Pionyang.
Y para terminar, Trump mantiene su guerra abierta con la prensa. No solo lo verbaliza cada vez que puede… Este fin de semana se celebraba en Washington la tradicional cena anual con la prensa, a la que Trump no asistió. Por primera vez en décadas el presidente de Estados Unidos no acude a tan sonada cena. Trump mantiene que la prensa ha decidido ir contra él, su presidencia y sus intereses, que en general mienten sobre él y que puede sobrevivir sin los medios de comunicación. De hecho, sin ningún medio de comunicación. Esta semana podrían salir de su staff en la Casa Blanca el todopoderoso ex- editor de Bravehart (la única publicación que le apoyaba abiertamente) Steve Bannon y varios de sus colaboradores como el húngaro Sebastian Gorka.
Los medios de comunicación interpretan que Trump, con estos cambios en la Casa Blanca podría querer lanzar un mensaje de “tregua” a los medios. Pero en realidad nadie da un duro por ello. Entre los frentes abiertos, el poder de su hija Ivanka y de su marido, los gastos increíbles de vivir entre Florida y Washington, y los ecos de su entrevista en exclusiva el sábado pasado a la agencia de noticias Reuters: “No sabía que se trabajaba tanto como Presidente” dijo “no puedo hacer nada, ya ni conducir mis coches, ni salir a cenar. Todos son problemas”.
Comienzan los segundos 100 días en la Casa Blanca que prometen, sobre todo, titulares a golpe de redes sociales.