Lo haría en contra de la opinión y posición de Turquía, si bien la decisión aún no ha sido anunciada oficialmente.
Se trata, según el Washington Post, de la estrategia estadounidense determinada a recuperar el control de la ciudad de Raqqa, la ciudad siria que es de facto la capital del autodenominado Estado Islámico (Daesh). El Pentágono estaría en disposición de dotar de armamento pesado al grupo denominado ‘Fuerzas Democráticas Sirias’, integrado por combatientes árabes, cristianos y turcomanos, y que son los principales aliados del Pentágono en la zona.
Estados Unidos lleva años haciendo incursiones aéreas en la zona como parte del apoyo de la fuerza internacional para intentar mermar las posiciones del Daesh. Turquía siempre se había mostrado en contra de ésta posibilidad ya que Ankara considera a éste grupo anti-Daesh una extensión del ‘Partido de los Trabajadores del Kurdistán’, PKK, que es considerado un grupo terrorista tanto por Turquía como por Estados Unidos.
Aún no se sabe qué tipo de armamento será enviado a la zona por Estados Unidos, pero según los expertos, para tomar Raqqa, el bastión más blindado del Daesh, se necesitarían armas más pesadas, incluyendo misiles antitanque y vehículos blindados. El New York Times apunta que a mediados de éste mes de mayo se espera la visita a la Casa Blanca de Erdogan, el Presidente de Turquía. Si se confirma la decisión de dotar de armamento pesado a las Fuerzas Democráticas Sirias, podría ser un punto de inflexión en las relaciones entre Turquía y Estados Unidos. Según el New York Times, la administración turca ya habría sido informada de la decisión de la Casa Blanca.
De confirmarse la información, sería un paso de la Administración de Trump sobre la situación de Siria. Si Trump había prometido en campaña electoral que bajo su presidencia Estados Unidos no intervendría ni directa ni indirectamente en el conflicto de Siria, todo cambió con motivo de la utilización de gas sarín sobre población civil en la ciudad siria de Idlib. La comunidad internacional –incluida Turquía–, determinó que Al Assad había ordenado dicho ataque en el que murieron decenas de personas, entre ellos 25 niños.
Como respuesta en aquel momento, Trump dio la orden de bombardear una base militar siria en la que también había militares rusos, y desde la que la inteligencia estadounidense estaba convencida habían salido los aviones cargados con el armamento químico. Aquella incursión fue la primera directa de las fuerzas áreas estadounidenses desde que comenzara la guerra de Siria hace más de seis años.
Según la Administración Obama, Al Assad se habría desprendido de todas sus armas de destrucción masiva tras una comprobación de la Administración Rusa, que era la encargada de desarmar de armamento químico al régimen de Damasco. La matanza de Idlib supuso un nuevo punto de inflexión en las relaciones entre Trump y Putin y la Administración Trump y su predecesora en la Casa Blanca. Al respecto de Rusia, la embajadora de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU les acusó de mentir a la comunidad internacional sobre el desarme de Siria o de haber sido engañados por el régimen Sirio. Tres cuartos de lo mismo sobre la Administración Obama.
Durante la segunda semana en la Casa Blanca, Donald Trump le dio tres meses al Pentágono para que le presentara un plan para “terminar con Isis junto a la ayuda de los aliados”. Según algunas fuentes, el rearmar a las Fuerzas Democráticas Sirias podría formar parte de ese plan.