Josh Hader, un joven de 28 años de Oklahoma, EEUU, nunca pensó que ‘crujirse’ el cuello pudiera resultar tan peligroso. Estaba dolorido y se estiró el cuello hasta el punto de provocarse una disección espontánea de la arteria vertebral. No hay muchos casos pero los médicos si han podido documentar algún que otro caso de pacientes que han sufrido un ictus tras romperse la arteria vertebral.
Hader, nada más hacer el movimiento brusco con el cuello, notó un cosquilleo en la parte izquierda de su cuerpo. Intentó ir a la cocina a por algo de hielo y ni siquiera podía andar derecho, cuenta en CNN.
Estaba sufriendo un derrame cerebral. Hader ya se ha recuperado. Pero los primeros días tuvo que usar un andador para caminar y un parche en un ojo porque se había dañado un nervio óptico.
Este joven padre lamenta que, aunque está bien, como consecuencia del ictus, no puede coger a sus hijos pequeños ni darles el biberón.