Diez años del Costa Concordia: “Siento aún mucha rabia y dolor”

  • El crucero encalló a pocos metros de la tierra y el suceso se saldó con 32 muertos

  • Una de las supervivientes revive aquella noche de horror

  • El capitán del barco fue condenado a 16 años de cárcel por homicidio involuntario y por abandonar el barco

El 13 de enero de 2012, hoy hace justamente 10 años, Italia estaba a punto de vivir una de las tragedias marítimas más grandes de su historia reciente. El crucero, el más grande construido en el país, había partido solo unos días antes, el 6 de enero, del puerto de Savona. La nave encalló aquella noche, a la hora de la cena, cerca de la isla italiana de Giglio a unos pocos, pero cruciales, metros de la costa. La maniobra, fuera del programa de navegación, acercó voluntariamente el crucero a la costa y lo hizo encallar en unas rocas. Esa desafortunada decisión se cobró la vida de 32 personas entre las 4.229 a bordo. El resto pudo salvarse gracias al rescate de las patrullas marítimas y a los botes salvavidas en una gélida noche de invierno.

De entre las desafortunadas decisiones tomadas aquella noche por los responsables hubo una que será recordada para siempre: la huída de la persona que estaba a cargo de la embarcación. La justicia italiana condenó al ex comandante del Costa Concordia, Francesco Schettino, a 16 años de cárcel por homicidio doloso y abandono de la nave. Rompió la ley que impera en el mar y que todos los que lo trabajan conocen: “Primero las mujeres y los niños, el último el comandante”. Otras cinco personas de la tripulación fueron imputadas y condenadas a menos de tres años.

En cada uno de los pasajeros se encuentra una historia que aquella noche cambió para siempre. En aquel crucero se alojaban parejas de luna de miel, amigas que se habían regalado entre ellas el crucero, abuelos que con el dinero de su pensión se habían permitido el pequeño lujo de un viaje así con su familia, ancianos con discapacidades que solo a través de este tipo de turismo pueden viajar para ver el mundo. Había italianos, españoles, alemanes, americanos, suizos, argentinos… De casi todas las nacionalidades. Entre todas esas historias está la de Antonella Cipriani que aquella noche dejó de ser una enfermera italiana para convertirse, ya para siempre, en una superviviente.

“Había viajado con mi cuñada para disfrutar de unas vacaciones”, cuenta para este artículo. Rememora ahora, uno a uno, pasajes de aquella noche que dice recordar con una lucidez incluso absurda. “Dicen que el tiempo sirve para olvidar, pero es imposible. Lo que ocurrió, puedo decir eso al menos, ha cambiado mi carácter. Ahora es difícil que me deje llevar por el pesimismo, y las cosas que antes me preocupaban ahora me parecen minúsculas”, explica haciendo mención a lo que aquella noche pensó, que su vida terminaba en aquel terrible incidente.

Era la hora de la cena, las 21:15. El segundo turno de comensales disfrutaba de los servicios del crucero “Estábamos comiendo el primer plato, una sopa, lo recuerdo perfectamente. De ahí se apagaron las luces varias veces y empezamos a darnos cuenta de que algo podía estar pasando, el golpe fue enorme. En un momento la nave comienza a inclinarse hacia un lado con fuerza. No era un giro, pensé, y ahí empezó el infierno”, relata.

"Un infierno de noche"

La historia no solo de los pasajeros, también de los trabajadores, muchos por la gran envergadura de la embarcación, cambió aquella noche. “Recuerdo que miré a los camareros y su cara de terror me heló por dentro. Un sentimiento que recuerdo perfectamente es el frío. El frío que llega con el miedo”, dice. Consiguió subir a la parte alta del barco, la más alejada del agua por la inclinación, “por instinto”. Allí empezó a vibrar su teléfono en el bolsillo del abrigo. Su familia se había enterado de lo sucedido y llamaba desesperada. Intercambió varias palabras con ellos y su cuñada llegó a hacer un testamento vital desesperada por el miedo. “Tirábamos una de la otra porque el desánimo acechaba. A veces ella no podía más y gritaba: ‘Moriremos aquí’. Otras era yo la que perdía la fuerza”, dice.

Su terapia fue escribir un libro, ‘Più lantano del mare’ -Más lejos del mar-, en el que cuenta su experiencia vivida aquella noche. No esconde su rencor y el dolor que le produce aquella huída del comandante y las 32 personas que pagaron con su vida por su error. Estos días, con el aniversario, responde cientos de mensajes que llegan a su teléfono de personas que piensan en ella al pensar en el Costa Concordia. Fue uno de los eventos que más conmocionó a los italianos en los últimos años.

Millonarias indemnizaciones

Al terminar el proceso la empresa Costa Crociere compensó casi al 85% de las personas a bordo, unos 1.623 aceptaron la compensación económica que llegó a los 66,5 millones de euros. Diferente ha sido la sentencia conocida en los últimos días de diciembre el Tribunal de Génova. Reconoció por primera vez los daños patrimoniales a uno de los pasajeros, Ernesto Carusotti, ahora Costa Crociere deberá pagarle 92.700 euros que reconocen la responsabilidad de los daños de estrés post-traumático sufridos tras el accidente. Antonella, la superviviente que testimonia este reportaje, reconoce que cada víctima siguió su propio proceso, ella paró la lucha meses después desesperada por el agotamiento mental que suponía.

Es difícil resumir aquellas horas angustiosas, absurdas por cómo se desencadenaron los hechos y dolorosas para tanta gente. Con gran éxito, el periodista italiano Pablo Trincia publicaba un podcast en conmemoración a la tragedia del Costa Concordia los últimos días que definía, de la forma más simple y, al mismo tiempo trascendente lo que aquella noche ocurrió y cómo los allí presentes actuaron: “Esta es la historia de lo que cada hombre descubre ser frente al miedo”. Aquella noche muchos tuvieron que decidir entre escapar, jugar su suerte en el mar o quedarse a esperar. Cada una de las decisiones tenía sus irremediables consecuencias. “Recuerdo un camarero, desesperado por el miedo que saltó al agua. Murió poco después”, finaliza Antonella al teléfono.