Mariúpol, la ciudad con la que más se han cebado las tropas de Rusia en la guerra de Ucrania, está prácticamente arrasada. Lo hemos podido comprobar a vista de dron. Miles de ciudadanos permanecen atrapados en una ciudad fantasma, en la que viven desde hace semanas sin electricidad, ni agua ni comida. Solo con las bombas rusas que caen del cielo.
Desde el aire, con la cámara de un dron se ven los enormes destrozos en Mariúpol, ciudad portuaria estratégica en el Mar de Azov. Tras un mes de asedio y bombardeos se aprecia a la perfección su aspecto fantasmagórico.
Bajo esos edificios arrasados hay personas malviviendo. Sin agua, calefacción, alimentos, ni medicamentos. No hay corredores humanitarios para huir. Las salidas están minadas. Y ya ni siquiera Cruz Roja o la ONU tienen acceso a la ciudad.
Los 100.000 civiles que han quedado atrapados en la ciudad portuaria viven aterrados ante el sonido continúo de las bombas y la artillería. Y es que en Mariúpol se combate ya calle a calle y los disparos son a quemarropa.
Hasta allí han llegado combatientes rusos procedentes de Chechenia, la famosa y sanguinaria guardia del presidente Razám Kadírov.
Los chechenos pelean por cada palmo del terreno como si fuera el que diera la victoria en la guerra. No obstante, la resistencia que encuentran por parte de los ucranianos es feroz.
La ciudad lleva siendo bombardeada sin piedad desde hace semanas. Mariúpol es un objetivo irrenunciable para el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Su conquista le permitiría enlazar el Donbás con Crimea y le haría mucho más fuerte en las negociaciones.
Moribunda, hambrienta, sedienta y arrasada, Mariúpol ha decidido que, si muere, será de pie.