La policía británica ha arrestado en Belfast a un hombre de sesenta y cinco años en relación con los atentados en dos pubs de Birmingham, en el centro de Inglaterra, en 1974, en los que murieron 21 personas y 220 resultaron heridas. Se atribuye la acción al IRA, aunque la organización republicana nunca llegó a asumir oficialmente su autoría. Esta detención, que arroja esperanza a los familiares de las víctimas para que se resuelva el caso, vuelve a situar en primera plana la que está considerada como una de las peores y más vergonzosas investigaciones de la policía británica.
La policía de los West Midlands llegó a falsificar pruebas para encerrar a seis jóvenes inocentes en 1975 que fueron condenados a cadena perpetua en la mayor injusticia que se recuerda en la historia del sistema penal del Reino Unido. El detenido se llama Michael Patrick Reilly. Está retenido bajo la ley antiterrorista del año 2000. Está siendo interrogado y su domicilio registrado. La policía cree que participó en los atentados, que fueron los más sanguinarios del país hasta los de Al-Qaeda en Londres de 2005.
Los atentados se produjeron la noche del 21 de noviembre de 1974 en dos pubs, el Mulberry Bush y el Tavern in the Town, en el centro de la ciudad. Las bombas fueron detonadas con siete minutos de diferencia. Ambos pubs eran muy populares entre los jóvenes. Estaban llenos de gente esa noche. Era jueves, día de pago para muchos, día de compras prenavideñas. Era también el momento álgido de los disturbios en Irlanda del Norte entre católicos proirlandeses y protestantes probritánicos que dejaron 3.500 muertos entre 1969 y 1998, cuando se firmaron los acuerdos de paz. Una tercera bomba, unas calles más allá, no llegó a explotar.
Seis jóvenes fueron arrestados aquella misma noche. Todos ellos eran norirlandeses, cinco de Belfast y uno de Derry, y residentes en Birmingham. Se trata de Hugh Callaghan, Paddy Hill, Gerard Hunter, Richard McIlkenny, William Power y John Walker. Cinco de ellos viajaban a Belfast para asistir al funeral de un amigo de infancia llamado James McDade, que era cantante de música popular en pubs y también miembro del IRA. Murió cuando le explotó en las manos la bomba que estaba intentando plantar en Coventry. Ellos no supieron que pertenecía al IRA hasta que salió en las noticias.
Cuando llegaron al puerto de Heysham para coger el ferry a Belfast, las bombas ya habían explotado y la policía estaba parando a todo aquel que fuera a Belfast. Fueron retenidos pese a no tener antecedentes delictivos. En aquel momento no dijeron que iban al funeral de McDade y eso jugó en su contra en el juicio posterior. Les hicieron unas pruebas forenses y detectaron rastros de explosivos en dos de ellos. A la mañana siguiente fueron conducidos a Birmingham donde fueron interrogados. También detuvieron a Callaghan, el sexto, que no viajaba con ellos.
Los aislaron en cuartos distintos y empezaron a golpearlos, a darles patadas, a arrastrarlos del pelo por el suelo. Les tuvieron tres días sin comer, sin beber, sin dormir. Les acusaban de poner las bombas. Ellos lo negaban. Les exigían que firmaran una confesión. Les soltaron perros y simularon que los ejecutaban. Tras setenta y dos horas de tortura física y mental acabaron firmando. Entonces fueron llevados a la prisión de Winson Green donde fueron golpeados y abusados por los vigilantes y por los otros presos.
Los hijos pequeños de John Walker no reconocieron a su padre cuando fueron a visitarlo a la cárcel porque tenía la cara deformada y le faltaban los dientes delanteros. Una veintena de vigilantes fueron suspendidos. En el juicio contra 'Los seis' todas las pruebas les inculpaban. La policía negó cualquier tipo de abuso o maltrato. El juez dijo que en su vida había encontrado unas pruebas más contundentes. Les condenó a veintiuna cadenas perpetuas por el asesinato de veintiuna personas.
Todo cambió en 1985, cuando ya llevaban diez años encerrados, gracias al programa de investigación periodística ‘World in Action’ de la cadena de televisión británica ITV. La indagación estuvo liderada por el periodista Chris Mullin. Publicaron una serie de seis reportajes en los que cuestionaron las evidencias forenses y entrevistaron a policías que presenciaron las torturas en la comisaría. En 1986 Mullin publicó un libro en el que presentaba todas las pruebas de su inocencia y explicaba que había hablado con los verdaderos perpetradores de los atentados, aunque no quiso revelar su identidad.
Tras estas contundentes pruebas el ministro de Interior, Douglas Hurd, refirió el caso a la Corte de Apelaciones. Hasta en dos ocasiones Geoffrey Lane, el Lord Chief of Justice (el equivalente al presidente del Tribunal Supremo en España) rechazó la apelación. En 1990, ITV publicó un documental en el que reconstruía con actores toda su investigación y en el que, además, demostraba que la policía había falsificado las pruebas. El documental fue nominado a los Bafta. El escándalo se hizo público. El resto de medios empezaron a investigar por su cuenta. Ya nadie dudaba de la inocencia de ‘Los seis de Birmingham’.
Finalmente, en 1991 ganaron la tercera apelación y fueron liberados en medio del clamor popular. No fue Lord Lane quien dictó la sentencia. Se pidió su dimisión y le acusaron de corrupción institucional. Se jubiló un año más tarde. Las familias de las víctimas criticaron a Mullin por no haber querido revelar la identidad de los verdaderos terroristas. Él se defendió alegando que era una pura cuestión de ética periodística.
La investigación interna
Los familiares nunca cesaron en la demanda de justicia. En 2011, Julie y Brian Hambleton, que habían perdido a su hermana mayor en los atentados, crearon la plataforma “Justicia para los 21” para que se esclareciera de una vez por todas lo sucedido. En el 2016 el jefe de la policía de West Midlands, David Thompson, reabrió la investigación. Dijo que el hecho de no haber atrapado a los responsables del atentado y la injusta condena de ‘Los seis’ era “el fallo más grave en la historia de esta fuerza de policía”.
En abril de 2019 la policía inició una investigación interna liderada por el juez Peter Thornton para determinar si había actuado correctamente desde la llamada a un telefonista del diario ‘Birmingham Mail and Post’ informándole de las bombas. El abogado de las familias citó a declarar a Chris Mullin, que dio los nombres de dos de los cuatro autores: Francis Gavin y Michael Murray. Los dos ya estaban muertos. Se negó a dar los otros dos nombres porque se había comprometido con ellos en 1985 a no desvelar su identidad mientras vivieran.
“Eres escoria. ¿Cómo puedes dormir por las noches? —le increpó Julie Hambleton en la puerta de la sala— Hiciste todo para salvar a ‘Los seis’, pero nada por las veintiuna víctimas masacradas a sangre fría”. Más tarde Mullin diría: “Mi único interés era rescatar a esas seis victimas inocentes, no llevar a los perpetradores ante la justicia. Y la única manera de salvarlos era encontrar a los verdaderos autores”.
La vista dio un giro inesperado cuando declaró por videconferencia, desde una cárcel, un tipo llamado ‘El testigo cero’ y que era un convicto del IRA. Nombró a los cuatro autores del atentado: Murray, Gavin (los dos que había revelado Mullin), Seamus McLoughlin, que había muerto en el 2014, y Michael Hayes. El abogado le preguntó por un quinto terrorista, un tal Michael Patrick Reilly (el que acaba de detener la policía ahora y que, en un reportaje de 2018 de ITV, señalaban como el quinto terrorista). ‘El testigo cero’ dijo que no había oído hablar de él.
Explicó también que avisaron con suficiente antelación a la policía para que pudiera reaccionar y que tenía el permiso del actual jefe del IRA, que dijo que estaba en Dublín, para poder dar estos nombres. Sorprendió esta afirmación porque el IRA estaba desmantelado desde hacía quince años. Calificó el atentado de “atrocidad”. Y afirmó que la policía hacía tiempo que tenía esos nombres, pero no hizo nada. Tras seis semanas de vista, el juez Thornton concluyó que la policía no había cometido ningún error y que los atentados fueron un “homicidio ilegítimo”. No consideró el testimonio de ‘El testigo cero’ porque no era parte de su investigación.
Dos años antes, en 2017, en una entrevista para la BBC, Michael Hayes había confesado su implicación con los atentados. Explicó que no querían matar a nadie, que avisaron con tiempo a la policía para que pudiera desalojar la zona y que, cuando vio la sangría que habían provocado las dos primeras explosiones, él mismo fue a desactivar la tercera bomba. Confesó que había sido interrogado por la policía en 1974 y que fue liberado. No desveló si puso o no las bombas él y dijo que, sin pruebas, no lo podían encerrar. Sigue en libertad. El primer y único detenido, cuarenta y seis años después, es Reilly, quien, en el reportaje de ITV de 2018, juró que no tenía nada que ver con los atentados.