Florida: Vecinos de Palm Beach denuncian la violación de un convenio que impediría que Trump resida en Mar-a-Lago
Un acuerdo entre Trump y el condado de Palm Beach impide que ningún miembro puede permanecer en la mansión más de 21 días seguidos en tres semanas consecutivas
Atascos, cortes de carretera y desvíos obligatorios y férreo control policial, son la principal fuente de frustración de los residentes
Trump ha interpuesto más de una decena de demandas contra el condado de Palm Beach en 33 años
Una hora antes de que Joe Biden asumiera la presidencia de los Estados Unidos en el Capitolio de Washington DC, Donald Trump y su familia fue recibido el miércoles en Florida, a las 11 de la mañana, por cientos de seguidores deseosos de dar la bienvenida al todavía entonces mandatario.
Era la primera vez que un presidente de la nación se ausentaba de la toma se posesión de su sucesor (salvo por muerte o asesinato), desde que Andrew Johnson no asistió a la investidura de Ulysses Grant en 1869, rompiendo una tradición de más de 150 años.
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“¡Florida es el país de Trump y siempre lo será!, ¡miren a la gente aquí, su gente, lo respaldamos!”, exclamaba Julio Ramírez, uno de los miembros de la organización Latinos for Trump, mientras se unía a los simpatizantes que ondeaban banderas a lo largo de la ruta desde el aeropuerto internacional de Palm Beach hasta su residencia de Mar-a-Lago.
Entre las pancartas y los banderines pro-Trump se podían distinguir además algunos carteles a favor de su hija Ivanka Trump, quien, junto a su marido, Jared Kushner, bajó también del Air For One en el último vuelo presidencial de su padre.
No en vano, muchos republicanos tienen las esperanzas puestas tanto en Trump como en su primogénita más política para recuperar el Despacho Oval de la Casa Blanca en 2024: “Los amo. Volveremos pronto de alguna forma”, prometió Trump a sus fanáticos en su despedida, antes de partir de la Capital Federal.
Trump ya había anunciado su decisión de trasladarse a vivir a su lujosa mansión de Mar-A-Lago, en Palm Beach, a unos 112 kilómetros al norte de Miami, cuando dejara de ser el presidente de la nación. Es consciente de que en el “estado del sol” sería mejor recibido que en otros lugares, teniendo en cuenta que, tanto en los resultados de los comicios presidenciales de 2016 como en los de 2020, Florida se tiñó de rojo republicano.
Sin embargo, en el condado de Palm Beach, en las elecciones del pasado noviembre, un 56% de sus residentes votaron a favor de Biden frente al 43%, que respaldó a Trump, lo que quiere decir que, políticamente, en este enclave el expresidente no se mueve tan a sus anchas.
La presencia de Trump en Palm Beach perturba la tranquilidad de sus vecinos
Pero más allá de ideologías políticas, Donald Trump supone para muchos vecinos un auténtico dolor de cabeza, puesto que su presencia conlleva un importante trastorno en su día a día. Grandes atascos, cortes de carretera y desvíos obligatorios acompañados de un férreo control policial, son la principal fuente de frustración para una comunidad de personas que, en su mayoría, eligieron Palm Beach como lugar de retiro para no tener que lidiar precisamente con esos fastidiosos contratiempos, propios de las urbes más pobladas.
“Definitivamente va a crear conflicto, conmoción, tráfico y mucha atención de los medios. Continuará siendo el centro de atención y la comidilla de la ciudad mientras esté aquí", apunta un ciudadano afincado la zona.
Antes de que Trump comenzara su nueva vida como civil, el Servicio Secreto ya había establecido un extenso anillo de acero que rodea su resort Mar-a- Lago.
Palm Beach, la isla del lujo de los “millonarios migratorios”
En la ciudad de Palm Beach, residen durante todo el año alrededor de 11.000 personas, una cifra que se triplica en temporada alta (entre noviembre y abril), cuando llegan las llamadas “aves migratorias”, describiendo metafóricamente a aquellas personas que normalmente viven en los lugares más fríos del país y que buscan el agradecido clima soleado de la Florida y sus cálidas playas.
Alejada del continente por una enorme masa de agua, el lago Worth, Palm Beach se dibuja en el mapa como isla a la que se puede acceder por la carretera de la costa o a través de una serie de puentes, uno de los cuales conduce directamente hasta Mar-a-Lago.
Pero lo que separa a Palm Beach de las ciudades más cercanas, no son sólo los puentes, sino los millones y millones de dólares que se avistan en forma de impresionantes mansiones y opulentas residencias, cuyas fincas se encuentran ocultas tras una exuberante vegetación que cubre vallas y muros, y donde se ubican también las tiendas de las firmas más exclusivas, además de galerías de arte, lujosos restaurantes y extraordinarios campos de golf.
Mar-a-Lago, una mansión privada convertida en club exclusivo
Trump aterrizó en este escenario en 1985 cuando compró Mar-a-Lago por 10 millones de dólares, además de invertir posteriormente otra suculenta cantidad de dinero para rehabilitar la propiedad. La mansión de 126 habitaciones y cerca de 6.000 metros cuadrados, fue construida en los años 20 por la empresaria estadounidense y socialité, Marjorie Merriweather Post, dueña de General Foods.
En su testamento, la multimillonaria mujer dejó plasmada su voluntad de donarlo al gobierno de los Estados Unidos para que se utilizara como una posible “Casa Blanca de invierno”. Sin embargo, los sucesivos presidentes declinaron utilizar la estancia y, su elevado coste de mantenimiento, hizo que el gobierno, durante la administración de Jimmy Carter, lo devolviera a la Fundación de la Sra. Post, cinco años antes de que Trump la adquiriera.
El acuerdo de la discordia
El exclusivo Club Mar-a-Lago, funciona como resort y hotel para los miembros contribuyentes, que también alquilan espacios para eventos privados. La membresía requiere un ingreso inicial de 200.000 dólares con una cuota anual de entre 14.000 y 20.000 dólares. En sus impresionantes instalaciones, también llamadas la “Casa Blanca del Sur”, el líder republicano y su familia mantienen habitaciones privadas en un área separada de la casa y los terrenos.
Los planes iniciales de Trump para la enorme mansión con vistas al mar - y que consta como la casa número 18 más grande de Estados Unidos-, pasaban por subdividir la propiedad y hacer varias viviendas individuales, pero los permisos le fueron denegados.
Lo que sí se le permitió fue convertir la mansión en un club privado, tras la firma en 1993 de un Acuerdo de Declaración de Uso que establece que ningún miembro, incluido Trump, permanecería más de 21 días al año, distribuidos en tres semanas no consecutivas. Además, se imponía un máximo de 500 miembros y el líder republicano de comprometía a que al menos un 50% de esos socios residirían o trabajarían en Palm Beach.
A pesar de este acuerdo, en septiembre de 2019, Donald y Melania Trump convirtieron Palm Beach en su residencia principal, dejando atrás su anterior estancia oficial en la ciudad de Nueva York.
El cálculo de los días que el expresidente Trump ha pasado en Mar-a-Lago durante su mandato, hace mucho tiempo que sobrepasó el tiempo establecido en el convenio. Según un recuento realizado por el Washington Post, Trump estuvo en el resort durante su primer año de presidencia, al menos 130 días. NBC eleva la cifra a 133 (más de cuatro meses) durante sus primeros 10 meses de presidencia. En ella, el exmandatario ha mantenido reuniones con líderes internacionales como el primer ministro japonés, Shinzo Abe, o el presidente chino Xi Jinping, con el amplio y consistente dispositivo de seguridad requerido.
"Trump lleva cuatro años viniendo a Mar-a-Lago como presidente, y antes de eso también venía, estamos acostumbrados a los controles y las esperas. Lo único que cambia es que ahora somos más conocidos, aunque la atención también pasará", opina la manager de una distinguida boutique.
Pero no todos los vecinos asumen la presencia de Trump en la ciudad con tanta familiaridad: "He recibido correos y llamadas de residentes que no quieren que el expresidente viva en el condado de Palm Beach", cuenta Mack Bernard, comisionado del condado de Palm Beach para el distrito 7, al que pertenece el inmueble patrimonial de Mar-a-Lago, declarado Hito Histórico Nacional.
Vecinos denuncian la violación del convenio
El pasado 15 de diciembre, el abogado Reginald Stambaugh en representación de la familia DeMoss, propietaria de una finca junto a Mar-a-Lago, envió una carta al Ayuntamiento de Palm Bech y al Servicio Secreto de Estados Unidos en la que denuncia la violación del mencionado acuerdo. "Para evitar una situación embarazosa para todos y darle al presidente tiempo para hacer otros planes de vivienda en la zona, confiamos en que trabajarán con su equipo para recordarles los parámetros del acuerdo de uso (de la mansión)", proseguía la carta.
"Palm Beach tiene muchas propiedades encantadoras a la venta y seguro que puede encontrar una que satisfaga sus necesidades".
Sin embargo, el expresidente hizo caso omiso de esta misiva y la Organización Trump emitió un comunicado que decía: "No hay un documento o acuerdo en vigor que prohíba al presidente Trump usar Mar-a-Lago como su residencia".
Por otro lado, un grupo de vecinos que se describe a sí mismo como el “Comité de Palm Beach”, también se puso en contacto con la alcaldesa, Gail Coniglio, para expresar su desaprobación y preocupación ante la residencia permanente de Trump en su club privado. “Los vecinos de Mar-a-Lago tienen un mensaje para el comandante en Jefe saliente: no queremos que sea nuestro vecino y que infrinja nuestras leyes”, dice la carta, según una publicación del Palm Beach Post.
Limitaciones en el tráfico aéreo por seguridad nacional
Durante la presidencia de Donald Trump, algunos residentes, visitantes y propietarios de negocios, se han encontrado en numerosas ocasiones con otro contratiempo añadido: las restricciones del tráfico aéreo.
Por razones de seguridad nacional, cada vez que el exmandatario ha viajado a la Florida, se han visto afectados gravemente los vuelos y operaciones aéreas en un radio de más de 55 kilómetros, desviando rutas dentro y fuera del Aeropuerto Internacional de Palm Beach, e incluso impidiendo dar servicio a empresas particulares de alquiler de aviones privados, o de venta de combustible, por ejemplo. Es decir, todos los vuelos alrededor de Mar-a-Lago debían permanecer en tierra cuando el presidente estaba en su residencia. Este privilegio, teóricamente terminó el miércoles, cuando Trump dejó de ser presidente.
Más de 24 demandas interpuestas por Trump
En sus 33 años en el condado de Palm Beach, Trump ha estado involucrado en más de dos docenas de demandas locales en tribunales estatales y federales, una pequeña fracción de las más de 4.000 demandas en las que ha estado involucrado en todo el país.
En su largo historial de disputas con sus vecinos y las autoridades locales en el Condado de Palm Beach, muchos recuerdan cuando que en 2006 se negó a cumplir con las exigencias de la altura del mástil de una bandera emplazado en el césped de su finca en Mar-a-Lago.
La reglamentación de Palm Beach prohíbe mástiles de más de 13 metros de altura, pero la bandera del magnate flameaba a unos 25 metros. Esta disputa llevó al Ayuntamiento de Palm Beach a cobrar a Trump 1.250 dólares por cada día que la bandera estadounidense permaneciera izada.
Sin medias tintas, el millonario empresario interpuso una demanda por 25 millones de dólares, alegando que se violaba su derecho a la libertad de expresión. Finalmente se llegó a un acuerdo determinando un mástil de 20 metros. Como parte de una mediación ordenada por la Corte, se requirió que el magnate inmobiliario donara 100.000 dólares a organizaciones benéficas de veteranos.
También fue sonada la demanda que Trump interpuso antes de ser presidente, en 2015, contra el director del condado y del aeropuerto porque los aviones hacían demasiado ruido y volaban demasiado bajo. Afirmando que la fachada y los cimientos de su histórico club Mar-a-Lago estaban sufriendo daños irreparables por los aviones que retumban en el cielo, el magnate inmobiliario Donald demandó al condado de Palm Beach por 100 millones de dólares.
1 dólar por cada día que ha pasado en la “Casa Blanca de invierno”
“Parece ser del tipo que disfruta de los litigios”, dijo Darren Hutchinson, profesor de la facultad de derecho de la Universidad de Florida. “Parte de eso puede ser 'soy un buen negociador' y parte puede ser 'no me importa si me amenazan”.
Sea como fuere el caso, con mayor o menor razón en cada circunstancia, ahora que el 45 presidente de la nación ha dejado de ejercer el cargo, algunos expertos consideran que a Trump se le podrían reclamar una importante cantidad de dinero si se investigaran los gastos realizados en Mar-a-Lago y en Bedminster (otro club privado de socios en Nueva Jersey, parte de la Organización Trump), destinados “a mejoras no relacionadas con la seguridad” en estas localidades.
Así lo plantea el historiador presidencial Michael Beschloss, al señalar que, de acuerdo con los datos de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno, el contribuyente estadounidense ha pagado un dólar al día por cada uno de los días que Trump ha pasado en Mar-a-Lago, sugiriendo que el gobierno federal podría solicitar un reembolso, como hizo con la mansión de Richard Nixon en California después de que dejó el cargo.