En el segundo día de audiencias públicas del proceso de destitución contra el presidente Donald Trump pasó algo que no había pasado antes. La esperada comparecencia de la exembajadora de Estados Unidos en Ucrania, Marie Yovanovitch, arrancó con drama. Poco después de empezar su testimonio en el que la diplomática, que fue despedida fulminantemente la pasada primavera, relataba amenazas de Washington durante su estancia en Kiev, Trump cargó contra ella desde la Casa Blanca a través de Twitter. En tiempo real.
El presidente del comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el demócrata Adam Shiff, interrumpió la sesión para leer el mensaje del presidente. “Algunos de nosotros aquí nos tomamos la intimidación de testigos muy muy en serio“, advirtió, mientras los republicanos protestaban para pedir la palabra.
A lo largo de 6 horas de audiencia con más tensiones y emociones que la anterior, la exembajadora relató bajo juramento los detalles de su polémico despido. Con 33 años de experiencia en el sector público, ha ocupado cargos en seis diferentes gobiernos, ha recibido el cinco galardones de Honor Superior y ha sido embajadora en tres ocasiones, dos con George W. Bush y una con Barack Obama. Muy respetada en Washington y conocida por su implacable lucha contra la corrupción, Yovanovitch sugirió que esta es la razón por la que la administración Trump quería quitarla de en medio y ensuciar su reputación con una campaña de desprestigio. Y denunció el impacto en la imagen exterior. “Nuestra política en Ucrania ha entrado en el caos, y los intereses turbios del mundo se han enterado de lo fácil que es destituir a un embajador estadounidense que no les da lo que quieren.“
Con calma y, por momentos, voz entrecortada y ojos vidriosos, Yovanovitch reveló que en primavera recibió una llamada telefónica en Kiev pidiéndole que dejara su cargo con efecto inmediato y cogiera el próximo vuelo de vuelta. Denunció los ataques previos y críticas públicas constantes del entorno del presidente, en especial de su abogado Rudy Giuliani. Y también el canal diplomático paralelo entre Washington y Ucrania, con el que ella poco quería tener que ver. Habló de “intereses corruptos“ y de malestar en el departamento de Estado. Y contó que le cambió la cara cuando leyó la transcripción de la polémica conversación entre Trump y el presidente ucraniano de julio. “Sonaba a una amenaza“, aseguró sobre las referencias que Trump hizo sobre ella en la llamada, adelantando que “iba a enfrentarse a algunas cosas“.
Entonces llegó el mensaje de Trump. Desde la Casa Blanca, a golpe de tuit, aseguró que todo salió mal en aquellos lugares en los que la embajadora trabajó y que el presidente ucraniano tampoco hablaba bien de ella. “Es un derecho absoluto del presidente de Estados Unidos nombrar a embajadores“, tuiteó Trump.
Los ataques del presidente son “muy intimidantes“, reaccionó Yovanovitch desde el Congreso. “Obviamente no discuto que el presidente tiene el derecho a retirar a un embajador en cualquier momento por cualquier razón. Pero lo que me pregunto es por qué era necesario calumniar mi reputación con falsedades.“
Trump respondió que sus palabras no suponen intimidación de testigos. Sino libertad de expresión. Mientras, los demócratas aseguraron que todos habíamos visto un delito de intimidación de testigos en tiempo real, y un potencial artículo de impeachment que sumar a su larga lista: abuso de poder, solicitación de interferencia electoral de gobierno extranjero, retención irregular de ayuda exterior, en contra de la normativa del Pentágono y el Congreso, y soborno.
Este último es un término que usan cada vez más. No es casual. Aparece explícitamente en la Constitución (Artículo II, Sección 4) sobre el impeachment. Creen que el presidente usó su poder para pedir un favor político a Ucrania. Una investigación a los Biden para ganar la reelección, a cambio de la ayuda militar de casi 400 millones de dólares que el Congreso aprobó en verano y la Casa Blanca congeló después durante dos meses. La ayuda se paralizó antes de la polémica llamada entre Trump y Zelenski del 25 de julio. Y se entregó en septiembre, después de que estallara el escándalo.
Incluso parte del entorno del presidente se desmarcó esta vez. El exfiscal independiente, Ken Starr, frecuente defensor de Trump, aseguró en Fox News que al lanzar el tuit, el presidente demostró una “extraordinaria falta de criterio“. Otros presentadores de la cadena conservadora, como Chris Wallace, aseguraron que “si no estás afectado por el testimonio hoy de Marie Yovanovitch, no tienes pulso… Lo realmente dramático es que esto no es solo un testimonio sobre el pasado. Esto ha pasado en tiempo real con el presidente atacándola.“ O Brett Baier, que caracterizó el tuit de Trump como un punto de inflexión en estas audiencias.
Pero los republicanos del Congreso siguen respaldando al presidente en bloque, con fisuras mínimas. Insisten en que la ayuda finalmente se entregó, la transcripción de la llamada demuestra que Trump no mencionó la ayuda militar como moneda de cambio en ningún momento y Ucrania niega las acusaciones. Aseguran además que Yovanovitch no estuvo en la polémica llamada de julio, de la que parte el proceso de destitución iniciado por los demócratas, ni recibió ninguna orden directa de Trump ni presenció ninguna de las acusaciones en primera persona. Por lo tanto consideran que su testimonio no es relevante para la acusación y reiteran que todo esto es un circo televisivo y una farsa política. Acusan a los demócratas de cambiar su narrativa. Del quid pro quo al soborno y, ahora, la intimidación de testigos.
La comparecencia de Yovanovitch se cerró con una ovación del público asistente a la sala del comité de Inteligencia, al mismo tiempo que los republicanos protestaban por los turnos de palabra. El impeachment sigue siendo un proceso que genera profundas divisiones en Estados Unidos, dentro y fuera del Congreso. Con apoyo únicamente demócrata y lejos del bipartidismo, es difícil que salga adelante. Casi imposible.