La alerta llega desde todos los rincones del mundo y desde múltiples sectores: Si no mejoramos nuestra educación ambiental, si no cambiamos nuestros hábitos de consumo, si no luchamos de forma decidida y conjunta por la ‘justicia climática’, nuestro planeta está abocado a lidiar con consecuencias dramáticas, algunas de las cuales aún ni siquiera somos capaces de prever. El cambio climático está ya aquí y es YA cuando se deben tomar medidas. Lo afirman numerosas voces, y no solo pertenecen a activistas por el medio ambiente. Científicos, instituciones públicas y privadas, Bruselas, la propia ONU o la NASA están advirtiéndolo y llaman con urgencia a cambiar la tendencia.
Recientemente, era un estudio suizo el que dejaba previsiones escalofriantes al respecto del clima que podríamos tener en 2050. Sin ir más lejos, señalaba que la capital de España podría llegar a tener un clima similar al de Marrakech, provocando que los ciudadanos de Madrid deban pertrecharse como si fuesen a hacer vida en el desierto. No exageran, afirman, subrayando que estamos lejos de controlar la situación. “Queremos ayudar a las personas a visualizar el impacto del cambio climático en su propia ciudad; dentro de sus vidas”, decía el autor principal del informe, Jean-Francois Bastin, del ETH Zurich. Pero lo cierto es que pese a todos los esfuerzos aún hay quien a este problema decide darle la espalda con gran convencimiento. Algo que se agrava, especialmente, si quien actúa así es una persona con un gran poder en la toma de decisiones dentro de una gran potencia, como el presidente estadounidense, Donald Trump, –especialista en aprovechar cada oportunidad que tiene al alcance para asegurar que “el calentamiento global no existe”–, o Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, quien actualmente, con sus políticas, ha provocado que el Amazonas, la selva tropical con la diversidad más rica del planeta, refugio de una décima parte de todas las especies de plantas y animales y extraordinaria reserva de carbono que ayuda a frenar el calentamiento global, esté sufriendo una deforestación tan acelerada como dramática.
Así lo refleja el Instituto Brasileño de Investigación Espacial (INPE), quien indica, –según los datos e imágenes recabadas por un satélite de alerta temprana–, que en el Amazonas se está deforestando el equivalente a un campo de fútbol por minuto. Una conclusión demoledora propiciada en gran parte por el levantamiento parcial de las protecciones ambientales bajo la Presidencia de Jair Bolsonaro.
Concretamente, el Gobierno ha desmantelado las agencias de conservación, ha fomentado el escepticismo en lo que respecta a la lucha contra el cambio climático y ha recortado el presupuesto de fiscalización ambiental. Además, la comisión forestal fue trasladada al Ministerio de Agricultura, dirigido por aliados del presidente, quien ha impulsado la industria cárnica, razón por la cual se está limpiando la tierra para crear nuevos pastos para el ganado.
Todo ello, en su conjunto, ha ocasionado también que los madereros ilegales hayan vuelto a crecer.
“Con Bolsonaro las personas que destruyen bosques se sienten seguras y quienes protegen los bosques se sienten amenazados", subraya Marcio Astrini, coordinador de políticas públicas de Greenpeace Brasil.
De acuerdo al INPE y el denominado sistema de alerta ‘DETER’, el pasado mes de junio se perdieron 769.051 kilómetros cuadrados de Amazonas frente a los 488.4 perdidos en este mismo mes durante el año pasado, un crecimiento acelerado de la deforestación en la zona de más del 60%.