Lo que ha vivido Culiacán es más propio de un episodio de Narcos que del mundo real. Pero lo es. La captura del hijo de El Chapo Guzmán, junto con otros compinches, provocó una oleada de violencia en las calles de Ciudad de México sin precedentes. Gente muerta por la calle, sicarios fuertemente armados, pánico entre los vecinos. El ministro de Seguridad, Alfonso Durazo, no tuvo más remedio que claudicar y soltar al hijo de El Chapo después de que una patrulla de la policía militarizada de la Guardia Nacional fuera atacada.
A plena luz del día los sicarios tomaron el mando, incendiaron vehículos y lograron el objetivo de liberar a Ovidio. Las imágenes, dantescas. Al menos dos personas murieron y 21 resultaron heridas en el tiroteo. Las familias con niños pequeños dejaban sus coches y se tiraban al suelo. Las balas sonaban y los niños preguntaban a sus padres qué pasaba. "Ya no respetan a nadie, y todos corremos riesgo, así como estamos. No tenemos seguridad de nada. Nunca he estado en una guerra pero se oían como si estuviera en una”, confesaban los vecinos asustados después de minutos de pánico.
Durante buena parte de la tarde, la gente de Culiacán permaneció resguardada en sus lugares de trabajo y en sus casas y la actividad comercial se paralizó por horas. Los tiroteos se escuchaban en varios puntos y desde lejos se podía ver el humo de autobuses de pasajeros que fueron incendiados para bloquear el tránsito.
Durazo confirmó que una patrulla de 30 miembros de la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tuvo en sus manos a Ovidio en una vivienda de un fraccionamiento de Culiacán, en el estado mexicano de Sinaloa. Superados por los cárteles entonces, dijo Durazo, "varios grupos de la delincuencia rodearon la vivienda con una fuerza mayor a la de la patrulla" mientras que otros grupos causaban acciones violentas contra los ciudadanos lo que generó "una situación de pánico" en Culiacán. “Se tomó la decisión de retirarse de la casa, sin Guzmán, para tratar de evitar más violencia en el área y preservar la vida de nuestro personal y recuperar la calma en la ciudad", dijo Durazo a la agencia Reuters.
Ovidio y su hermano Alfredo, habrían asumido el liderazgo de una parte del cártel de Sinaloa, desde la extradición de su padre a Estados Unidos en enero de 2017.
"El Chapo" Guzmán dirigió el cartel de Sinaloa durante décadas, escapando de la prisión dos veces antes de ser arrestado y extraditado a los Estados Unidos. Fue declarado culpable en un tribunal de los Estados Unidos en febrero de contrabando de toneladas de drogas y condenado a cadena perpetua. Se cree que tiene unos 12 hijos, incluido Ovidio. El Departamento de Justicia de Estados Unidos dio a conocer una acusación contra Ovidio y otro de los hermanos en febrero, acusándolos de conspiración para distribuir cocaína, metanfetamina y marihuana en los Estados Unidos.
El caos en Culiacán, bastión para el cartel de Sinaloa de Guzmán, y la claudicación de las fuerzas armadas para evitar males mayores aumentará la presión sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador, que llegó al cargo prometiendo pacificar al país cansado después de más de una década de lucha contra las drogas, pero los asesinatos de este año están en un récord. Los eventos del jueves siguen a la masacre de más de una docena de policías en el oeste de México a principios de esta semana, y el asesinato de 14 presuntos gángsters por el ejército un día después.
Ovidio y su hermano Alfredo fueron atacados el 15 de agosto del 2016, cuando "Los Chapitos" estaban en un el restaurante de Puerto Vallarta, Jalisco. Las autoridades atribuyeron el ataque al Cártel Jalisco Nueva Generación, un grupo rival. La guerra del narco no para ni con Guzmán preso.