La crisis energética aviva el debate europeo sobre el futuro de la energía nuclear
Los dos últimos reactores belgas deben desenchufarse en 2025 pero la coalición de Gobierno está dividida
Alemania y España han anunciado el cierre de sus centrales nucleares para los próximos años
Francia invertirá 1.000 millones de euros para desarrollar “pequeños reactores nucleares”,
Los Estados miembros de la Unión Europea apenas construyen centrales nucleares. Las razones son varias y van desde el miedo de buena parte de la población tras los accidentes de Chernóbil y Fukushima hasta el coste de construir nuevos reactores con las exigencias de seguridad impuestas tras el accidente de la central japonesa pasando por la gestión de los residuos. Pero la subida de los precios de la energía lleva a que se replantee, sino la construcción de nuevos reactores, sí un alargamiento de su vida útil más allá de lo previsto.
Varios gobiernos, con el belga a la cabeza, empiezan a estudiar si la fecha prevista de cierre de los reactores podría alargarse unos años. Entienden que la energía nuclear podría servir, además, para facilitar la transición ecológica. Su cierre podría reemplazarse con fuentes de generación contaminantes como el gas natural si las renovables no pueden asumir el hueco que dejará la nuclear. Otros partidos creen que las fechas de cierre puestas hace año no deben tocarse porque generaría confusión e inseguridad jurídica.
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En su informe anual, publicado este miércoles, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) considera indispensable la energía nuclear para superar el retraso que se está produciendo en el camino hacia un mundo con cero emisiones de CO2 a mediados de siglo. Pero añade una cautela: “Siempre que (la energía nuclear) sea aceptable”. Una de las soluciones que propone es recurrir a los pequeños reactores nucleares modulares (SMR, por sus siglas en inglés).
19 países tienen proyectos nucleares en marcha en 2021. China, Rusia y Corea del Sur han construido centrales nucleares dentro y fuera de sus fronteras. Sin embargo, Europa es una de las regiones más reacias a la energía nuclear, con la excepción de Francia. Alemania y España han anunciado el cierre de sus centrales nucleares a finales de 2022 y en 2035 respectivamente. Italia no tiene centrales ni planes de construcción. Alrededor del 22% de la electricidad en España fue de origen nuclear en 2020, una parte del mix energético ahora mismo imprescindible. Ese porcentaje llega al 72% en Francia.
Hay varios países europeos que no cuentan con ningún reactor nuclear: Dinamarca, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal...
Pero para los que sí cuentan con un porcentaje de energía nuclear, la AIE constata que extender el tiempo de funcionamiento de las centrales más antiguas no será fácil: “La incertidumbre rodea el ritmo de cierre de los reactores en funcionamiento ahora que muchos reactores envejecidos en Estados Unidos, Europa y Japón necesitan nuevas inversiones y en algunos casos nuevos permisos para extender su funcionamiento. Este tipo de decisiones se enfrenta al reto que imponen las condiciones del mercado, los rigurosos controles de seguridad y la aceptación social”.
Bélgica debate aplazar el cierre
El caso de Bélgica puede marcar un rumbo. Bélgica aprobó en 2003 que para 2025 no habría ningún reactor nuclear en funcionamiento. En las dos centrales (Doel y Tihange) hay, respectivamente, cuatro y tres reactores, pero ya sólo hay dos en funcionamiento, uno en cada central, los dos más jóvenes y que se acercan a 40 años. Desde hace casi una década los reactores belgas han pasado por una larga serie de problemas, desde pequeños incendios hasta la aparición de fisuras en la cuba de los reactores que alcanzaron los 18 centímetros.
El Gobierno los ha ido parcheando con la idea de que llegaran hasta 2025 y fueran desenchufados de la red. Producen, según la época del año, entre el 40% y el 54% del consumo eléctrico del país. La llegada al poder en 2019 de los ecologistas en una coalición variopinta (comparten gobiernos con los conservadores francófonos y con socialistas y liberales tanto francófonos como flamencos) hizo que se confirmara la fecha del cierre. El dossier cayó además en una ecologista flamenca, Tinne Van der Straeten, ministra de Energía. Ningún partido de los siete en la coalición puso reparos. Pero la energía no estaba entonces en los precios de ahora.
Van des Straeten cree que se debe mantener a toda costa la fecha de cierre de 2025 para los dos reactores todavía en funcionamiento. A cambio, la ministra propone construir centrales de gas natural, para las que hay interés de empresas privadas, al contrario que para la nuclear. Esas centrales servirían como un puente desde el cierre de la nuclear hasta que las renovables pudieran hacerse cargo de toda la generación.
La empresa propietaria de los reactores, Engie Electrabel, asegura que ya es muy tarde para dar marcha atrás con los planes de cierre y decidir ahora que se mantengan en funcionamiento porque ya está trabajando en desmantelarlos. La ministra defiende que cinco de los siete reactores van de todas formas al desmantelamiento y que la decisión la mantuvieron todos los gobiernos desde 2003 hasta ahora.
La decisión debe ratificarse en noviembre y la ministra de Energía belga presiona para que sea confirmada mientras los liberales francófonos, también en el Gobierno, defienden el aplazamiento. Alemania vive una situación similar desde que Angela Merkel anunció el cierre de las nucleares después del accidente de la central nuclear de Fukushima en 2011 pero el debate no se ha vuelto a abrir y la población alemana es de las más antinucleares de Europa. También es cierto que el país germano tiene que sustituir mucha más generación de centrales de carbón que otros países europeos.
Las críticas a Van Der Straeten las lidera Georges-Louis Bouchez, líder de los liberales francófonos aunque fuera del Gobierno porque su presencia en él hubiera hecho imposible formar una coalición. Bouchez asegura que cerrar las nucleares para sustituirlas por centrales de gas haría a Bélgica “más dependiente de países como Rusia y dependiente de un mercado en el que vemos que los precios pueden cambiar significativamente”.
Bouchez también asegura que en 2021 “el problema no es la seguridad nuclear. Eso sigue siendo un problema, pero el mayor problema es el C02”. Este político fue durante los últimos años una de las voces más decididas contra las medidas para afrontar la crisis climática. Ahora parece adelantar a los ecologistas por el pasillo verde en su defensa de la nuclear, aunque reconoce que cinco reactores deben cerrar y otros dos, para ganar vida útil, necesitarían profundas reformas.
La ministra de Energía belga también defiende el cierre de las nucleares porque mantiene la decisión tomada hace 18 años y que ha sido respetada por 10 gobiernos y seis ministros de Energía”. Eso, asegura, “da seguridad a los inversores”.
Macron promete más inversión en nuclear
Francia sigue apostando oficialmente por la energía nuclear y es el país con mayor dependencia: casi tres de cada cuatro kilovatios que produce proceden de reactores. El presidente francés Emmanuel Macron anunció ayer que, dentro de su plan de inversiones para 2030, invertirá 1.000 millones de euros para desarrollar “pequeños reactores nucleares”, mejorar la gestión de los residuos nucleares y producir hidrógeno de origen nuclear.
El plan de Macron choca con la realidad de la renovación del parque nuclear francés. La nueva central de Flamanville, donde se construyen por primera vez los reactores de nueva generación que deberían servir para renovar el parque nuclear francés (y de paso para venderlos a países interesados), es una aspiradora de dinero público. Según un informe del Consejo de Estado, Francia ha puesto ya en esa central 19.000 millones de euros y todavía no está conectada a la red eléctrica. En 2007 se dijo que estaría conectada en 2012 y que costaría un máximo de 3.400 millones de euros.
¿Es limpia la nuclear?
La Comisión Europea debe decidir pronto qué tipos de energía entran en la lista que puede ser financiada con bonos verdes porque no es “dañina para el medio ambiente”. El debate no está cerrado. Francia considera que la nuclear, al no generar emisiones contaminantes, debe estar en esa lista. Alemania le recuerda que genera residuos radioactivos para los que la ciencia no tiene más solución que enterrarlos durante decenas de miles de años.
Alemania por su parte quiere que se considere como energía limpia el gas natural porque entiende que genera menos emisiones que el carbón o el petróleo y puede servir de puente hasta que las renovables tomen completamente el relevo.
Bruselas no parece por ahora hacer caso ni a franceses ni a alemanes. La Comisión Europea, a falta de una decisión que tardará meses, dio una referencia provisional para que pudieran empezar a emitirse los bonos verdes y para aclarar qué proyectos de transición ecológica se podrían financiar con ese dinero. Y dejó fuera tanto a la nuclear como al gas natural. La pelea no acabó pero las cartas están sobre la mesa.