El coronavirus revienta las costuras de Italia

  • Italia arrastra fallos endémicos en su política, economía, sanidad u organización territorial que ahora salen a relucir

  • El país se ve desbordado por una emergencia que ya deja 233 falllecidos que han dado positivo por coronavirus

Los tiempos en los que se interrumpía la programación para dar un mensaje en horario de máxima audiencia son historia. Ahora esto se hace en Youtube y ya vendrán más tarde las televisiones a emitirlo. El pasado jueves, pocos minutos después de que el jefe de la Protección Civil pusiera una losa más en el ánimo de los italianos con 41 nuevos fallecidos que habían dado positivo por coronavirus, el presidente de la República pensó que era el momento de dar un paso al frente.

Sergio Mattarella compareció ante la nación con un mensaje grabado. Menos de cuatro minutos de tono solemne en los que venía básicamente a levantar la moral de las tropas. Es decir, de todo el pueblo. Sin mucho que anunciar, pero con mucho para la interpretación, pedía a los ciudadanos que tuvieran confianza en las decisiones del Gobierno, que mantengan la unidad y que no se dejaran llevar por el pánico.

Italia es, por lo general, un país descreído. Crítico hasta la burla consigo mismo, pero orgulloso cuando se trata de apelar a la nación. A una nación desestructurada, por otra parte. El jefe del Estado sólo protagoniza discursos de este tipo ante situaciones críticas. Fuentes del Gobierno aseguran a este diario que en los ministerios se está trabajando como si estuviéramos en un escenario de “guerra”.

Italia es ya el segundo país del mundo por número de fallecidos que han dado positivo por coronavirus, con 233. La crisis supera a cualquier emergencia que haya sufrido esta nación en los últimos años, pero deja en evidencia el fallo multiorgánico de un sistema con demasiados problemas endémicos.

Crisis política

En estas dos semanas desde que estalló la crisis, el Gobierno ha adoptado dos comportamientos muy distintos. En primer lugar, elevó el tono hasta niveles apocalípticos. Un discurso amplificado por los medios, que llevaron al país de la alerta al pánico. Las autoridades tomaron medidas erráticas, como cerrar los bares en Milán, pero sólo desde las 6 de la tarde, para levantar la orden dos días después.

A esto se añadió la descoordinación con algunas regiones, que empezaron a actuar por su cuenta. Las Marcas, por ejemplo, quiso cerrar las escuelas cuando todavía no se había producido allí ningún contagio. Y mientras, en la oposición, Matteo Salvini utilizó el coronavirus para torpedear al Gobierno de Giuseppe Conte, al que quiere desbancar a toda costa, asegurando desde el primer momento que no era “capaz de gestionar la emergencia”.

Pasados unos días, cuando varios países comenzaron a prohibir los vuelos desde Italia, los turistas cancelaron en masa sus reservas y la actividad económica se resentía, el Ejecutivo quiso cambiar el tono. Con instrucciones precisas a la prensa, tanto la comunicación institucional como la periodística tratan ahora de relativizar el problema.

La paradoja es que lo hacen cuando el número de casos aumenta cada día exponencialmente, sin que Italia haya logrado contener el principal foco. “Los asesores del Gobierno quisieron aprovechar la emergencia nacional para ganarse la confianza del pueblo, mientras que la actitud de Salvini se ha visto como poco patriótica y le ha penalizado. Sin embargo, son muchos los errores a nivel político”, señala el politólogo Massimiliano Panarari, de la Universidad Luiss.

Para hablar de crisis política en este país siempre hay que remontarse a principios de los noventa, cuando estalló el escándalo conocido como Tangentópolis, por el que desaparecieron todos los partidos tradicionales. Tras la caída del Muro de Berlín, la democracia cristiana y el comunismo que habían sostenido a Italia, también se vinieron abajo. “En una crisis como ésta siempre salen a flote las debilidades de los políticos, pero para nosotros es más evidente porque no hemos logrado una regeneración de las élites en los últimos 25 años”, añade Panarari.

El actual Gobierno lo forman el Movimiento 5 Estrellas (M5E) -una fuerza que se desmarca de la división ideológica entre izquierda y derecha- y que en la práctica es populista antisistema y el Partido Democrático, otro conglomerado que aunó a socialistas, democristianos y comunistas reciclados. Se trata de un Ejecutivo muy débil, con escasa coordinación. Su última medida es un paquete de ayudas por valor de 7.500 millones para reactivar la economía.

Crisis económica

Pero para sacarlo adelante necesitará contar con la tolerancia de la Comisión Europea, que ya le ha pasado muchas a Italia. “Se trata de una jugada a doble o nada, porque las ayudas se financiarán mediante deuda y los mercados pueden darle la espalda al país, ya que entenderán que la deuda italiana crecerá aún más”, apunta Francesco Longo, economista de la Universidad Bocconi de Milán. Su análisis, sin embargo, es que “es arriesgado, pero necesario, puesto que en una situación así hay que jugar al ataque”. La agencia Moodys estima que el PIB italiano se contraerá ya en este trimestre y que cerrará el 2020 en el -0,5%.

La economía del país transalpino no ha crecido prácticamente nada en los últimos 20 años, mientras la deuda pública se ha disparado hasta el 134%. El euroescepticismo ha aumentado en paralelo y con él los partidos populistas -como ahora la Liga de Matteo Salvini o por momentos el M5E- que señalan al euro como el culpable de todos los males. Antes de la moneda única, la estrategia italiana para estimular una economía basada sobre todo en la exportación era devaluar la moneda. Esta herramienta ya no la tiene, pero tampoco ha encontrado una alternativa.

Longo, experto en analizar los sistemas públicos, recuerda que Italia paga cada año en intereses unos 80.000 millones de euros, por los 50.000 que destina a educación o los 120.000 que van a parar a la sanidad. La incidencia en el PIB de la inversión en sanidad pública ha bajado en la última década del 7,5% al 7%. “Italia invierte un 30% menos que Francia o un 40% menos que Alemania en este sentido y aún así tiene un buen sistema sanitario. Pero se consigue a costa de tener una capacidad siempre del 100%, cuando se recomienda estar en el 85-90% para ser capaces de afrontar una crisis”, asevera el experto de la Bocconi.

Los hospitales del norte de Italia ya están al límite de sus capacidades, el mayor temor para las autoridades sanitarias, por lo que el Gobierno ha aprobado un decreto que duplica en estos centros el número de camas. También se prevé contratar 5.000 médicos y 10.000 enfermeros de forma excepcional.

Crisis sanitaria

Aunque el problema viene de antes. En la última década, cuando la crisis golpeó aún más esta su delicada economía, Italia ha perdido unos 46.000 efectivos de los 600.000 que componen el personal sanitario del país, según cifras de la patronal médica Anaao. Esto ha provocado que exista un déficit de doctores en determinadas zonas. Regiones como Molise tuvieron que reclamar médicos jubilados o militares para atender las urgencias el pasado verano. Lo mismo ocurre con los enfermeros, que denuncian que en Italia hay un asistente por cada 11 pacientes, cuando la media ideal sería uno por cada seis.

Además, el personal médico italiano es el más anciano del mundo, con una media de 52 años. “Significa que, según nuestros cálculos, en los próximos ocho años perderemos unos 16.000 especialistas, que después vemos como no son sustituidos”, sentencia Carlo Palermo, secretario nacional de Anaao. Los jóvenes, mientras tanto, se van a otros países ante la falta de oportunidades. Según el Centro para los Estudios Políticos Europeos, Italia encabeza la ‘fuga de cerebros’ en la UE, con 133.000 menores de 30 años de alta cualificación que abandonaron el país transalpino entre 2007 y 2017.

Palermo defiende las medidas extremas de aislamiento porque “todo lo que signifique contener el pico de contagios debería permitir evitar el colapso del sistema sanitario”. Según sus cifras, del total de los infectados, un 12% son médicos o enfermeros que han contraído el virus al tratar a los pacientes. “Y menos mal que el foco lo tenemos en el norte, donde hay muchos más recursos, porque si se extiende al sur tendremos un desastre mucho mayor”, añade Palermo.

Crisis territorial

El PIB per cápita de Lombardía, la región más golpeada por el coronavirus, es más del doble que el de Sicilia o Calabria, lo que se traduce en una esperanza de vida en el sur dos o tres años inferior a la de las regiones del norte. La alarma está ahora en que el virus no salte a la parte inferior de la bota italiana, porque no hay recursos, personal, ni medios para afrontarla.

Una de las críticas que ha puesto sobre la mesa Walter Ricciardi, miembro de la Organización Mundial de la Salud y ahora asesor del Gobierno, es cómo se ha desarrollado la descentralización del sistema sanitario italiano, ya que las diferencias económicas han trasladado esa diversidad a una sanidad de primera y otra de segunda categoría.

Lo curioso que arroja el mapa del coronavirus en Italia es que los contagios apenas han saltado desde Lombardía, Emilia Romaña y Véneto -en el norte- hacia el sur. Sobre todo, teniendo en cuenta que ciudadanos italianos han propagado el virus por media Europa. Esto revela más que nunca un país partido en dos, donde el tránsito de la zona productiva septentrional apenas existe hacia una franja meridional empobrecida.

Italia como laboratorio

Calificar a Italia como laboratorio europeo entra ya dentro de los tópicos políticos y periodísticos, pero esta vez lo es en el sentido literal. El país transalpino argumenta que ha realizado más de 36.000 exámenes de coronavirus hasta el momento, por los pocos miles de otros vecinos europeos. Si estos se aplicaran en hallar rastros del virus, añaden en Italia, se encontrarían ante cifras similares. La máxima es total transparencia, porque sólo mediante un análisis masivo se conseguirá información sobre una epidemia de la que aún se sabe muy poco.

China está logrando esquivar la crisis adoptando medidas de aislamiento muy severas que han sido acatadas por la población, mientras Europa discute sobre los protocolos adecuados. Italia, por ejemplo, desoye las advertencias de España, Francia o Alemania, que consideran que cerrar los colegios sería ineficaz. La crisis ha venido a golpear duro en uno de los eslabones más débiles del engranaje europeo. Y las consecuencias serán enormes para Italia debido a las muchas crisis que arrastra o precisamente como consecuencia de ellas.